El duro presente de los venezolanos que buscan refugio en el norte de Brasil
Roraima. El estado recibió a 100 mil personas que huían de la crisis. La mayoría está en la calle o en casas abandonadas.
Cuando la fórmula Fernández-Fernández arrasó en las PASO el domingo pasado, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro salió enseguida a opinar. Pegó el grito en el cielo y advirtió que si la oposición gana en octubre en Argentina, una oleada de argentinos cruzarán huyendo a Brasil, a Rio Grande do Sul, como lo hicieron los venezolanos en Roraima, en el norte brasileño. Ayer, en diálogo con periodistas a la salida del Palacio Alvorada, la residencia presidencial, Bolsonaro insistió en la comparación.
¿Qué pasó en Roraima y qué está pasando ahora? Un informe de Médicos Sin Fronteras, al que accedió Clarín, destaca que las “miles de personas que huyeron de la crisis en Venezuela viven actualmente en condiciones precarias y luchan por encontrar atención médica adecuada en el estado brasileño de Roraima”.
Según el informe de MSF, con fecha del jueves, alrededor de “600 venezolanos entran diariamente a territorio brasileño, cruzando la frontera y llegando a la ciudad de Pacaraima”. Roraima es la principal puerta de entrada a Brasil para los venezolanos que huyen de la actual crisis económica, política y social en su país.
En la capital del estado de Roraima, Boa Vista, viven según cifras oficiales, 40.000 migrantes y solicitantes de asilo. Según MSF (que inició sus actividades en la región a fines del año pasado), estimaciones extraoficiales hablan de alrededor de 100.000 venezolanos en Roraima, lo que representa alrededor de una quinta parte de los cerca de 500.000 habitantes del estado.
Actualmente en Roraima hay 13 refugios oficiales que operan a máxima capacidad. Los centros acogen a unos 6.000 desplazados, y la mitad son chicos. Pero la mayoría de las personas viven fuera de estos refugios, denuncia MSF. Sobreviven en edificios precarios o abandonados, sin electricidad y con un acceso precario al agua, o en la calle.
En Boa Vista, al menos 3.000 venezolanos viven en la calle. Las dificultades que enfrentan los migrantes que no están alojados en refugios tienen un impacto directo en su salud, dice el informe. “Tratamos afecciones relacionadas con la falta de higiene y saneamiento, como la diarrea. También hay muchas personas con síntomas de gripe, casos de neumonía, sinusitis y otitis. Los parásitos intestinales y la sarna también son comunes”, explica Mariana Valente, médica de MSF, quien trabaja en un centro de salud gestionado por el municipio de Boa Vista.
Las personas que viven en la calle generalmente encuentran refugio en un área ubicada detrás de la estación de micros de Boa Vista. Todos los días, cuando se pone el sol, más de mil migrantes y solicitantes de asilo establecen una pequeña “ciudad de tiendas de campaña”, en un área abierta con techo. Pocas personas poseen carpas, pero el ejército se las presta, generalmente son pequeñas, para dos o tres personas. No se proporcionan colchonetas y los que no tienen una se acuestan directamente en el suelo.
“Hay mucho polvo y agua sucia en este lugar, muchas cosas que nos hacen enfermar a nosotros y a nuestros hijos”, dice Cezar Martínez, un venezolano que pasa sus noches cerca de la estación de micros, con su esposa y sus tres hijos. Por la noche, quienes se quedan ahí también reciben cenas gratis en un bar al lado del campo. Sin embargo, el área debe limpiarse todas las mañanas a las 6 y solo las personas enfermas pueden permanecer allí durante el día.
Las condiciones en los refugios son mejores, dice el informe. Pero hay excepciones: dos refugios dedicados a albergar poblaciones originarias, Janokoida, en la ciudad de Pacaraima; y Pintolândia, en Boa Vista.
Las poblaciones originarias no tienen permitido por ley solicitar asilo. Las familias tampoco pueden ser transferidas voluntariamente a otras áreas del país. Los pueblos originarios no están incluidos en el programa brasileño de “interiorización”. ■