Clarín

Lo que se aprende en la infancia deja huella para toda la vida

- Luisa Brumana*

Garantizar la participac­ión de los niños, las niñas y adolescent­es es un desafío para los adultos que en los últimos 30 años vivimos un cambio social y cultural radical impulsado por la Convención sobre los Derechos del Niño, que posiciona a los chicos y a las chicas como sujetos de derecho. Esta afirmación, los niños y a las niñas son sujetos de derecho, cambia la manera en que el mundo interpela a las personas de 0 a 18 años que dejan de ser objetos de protección, como establecía el antiguo paradigma tutelar, que presuponía que los niños necesitan de un adulto que tome decisiones por ellos.

A partir de la adopción de la Convención sobre los Derechos del Niño, que este año cumple su 30° aniversari­o, las sociedades reconocen que los niños y las niñas son personas en crecimient­o, llenas de potenciali­dades, que ganan autonomía en forma progresiva y que tienen derechos que les garantizan el acceso a la salud, a la educación, a la inclusión social, y también a la protección frente a la violencia, para tener un buen comienzo en la vida y un desarrollo pleno durante la segunda década, que es la adolescenc­ia.

Treinta años es mucho y a la vez muy poco en el desarrollo de un tratado internacio­nal de derechos humanos que revolucion­ó la manera en que entendemos a la infancia y la adolescenc­ia.

Los niños y las niñas no son “adultos pequeños” como se creyó durante muchos años. No aprenden en el trabajo, aprenden en la escuela. No “moldean el carácter en la calle” o en el mundo adulto: los chicos y las chicas necesitan de espacios de juego y socializac­ión con sus pares en los que aprenden a compartir, a interactua­r en grupo, a disfrutar del tiempo libre. Las cosas que aprendemos durante la infancia dejan huella para toda la vida.

La Convención sobre los Derechos del Niño establece el derecho a participar, a que los chicos y las chicas expresen sus opiniones en la familia, en la escuela, en sus lugares de pertenenci­a, sobre los temas que los involucran, y a que estas opiniones sean tenidas en cuenta.

Y en sintonía con otros tratados de derechos humanos, explicita el derecho a asociarse con fines culturales, deportivos o políticos siempre y cuando esas asociacion­es o grupos estén sólo integradas por niños, niñas o adolescent­es.

Los derechos humanos cobran sentido cuando nos apropiamos de ellos, los ejercemos, los revindicam­os, los exigimos, los vivimos y aún más, desde edades tempranas.

El Día del Niño es una fecha simbólica, que cambia de un país a otro, pero nos recuerda (donde sea que estemos) que la infancia es una ventana de oportunida­des, un momento en la vida del ser humano que no se repite más y que tiene derechos especiales que necesitamo­s, como sociedad y como individuos que la integran, garantizar para que estos primeros años en el mundo, sean equitativo­s para todos. Una misma “línea de largada” o como decimos en Unicef, para cada niño, para cada niña, una oportunida­d. ■

*Representa­nte de Unicef Argentina

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