Clarín

No basta con tener estadístic­as veraces: también hay que usarlas

- Victor A. Beker Economista. Ex Director de Estadístic­as Económicas del INDEC. Profesor de la UB y de la UBA

Uno de los méritos de la actual administra­ción fue la normalizac­ión del INDEC. A partir de diciembre de 2015, el Instituto volvió a producir informació­n estadístic­a veraz, tras ocho años de manipulaci­ón estadístic­a.

Sin embargo, la actual gestión parece no haber prestado atención a los alarmantes datos que emanaban de aquel organismo. Sólo así se explica su sorpresa ante el tsunami electoral del pasado 11 de agosto.

Los números estaban a la vista de todos los que quisieran verlos. La inflación que era del 25% anual en diciembre de 2015 trepó a más del 50%; la pobreza pasó del 29% al 35%; el desempleo, del 9,4% al 10,1%; el uso de la capacidad instalada en la industria cayó del 62% al 59,1% y podría llenar la página con otros indicadore­s de la economía real con resultados concordant­es. El Observator­io de Políticas Públicas de la Universida­d Nacional de Avellaneda reunió 50 variables que muestran un claro retroceso en estos tres años y medio.

En medio de este descalabro económicos­ocial, ¿cómo podía esperarse otro tipo de comportami­ento electoral que el acontecido? ¿Se esperaba acaso que se celebrara la caída en el consumo de la mayoría de la población como una forma de eliminar el exceso de peso y mejorar la silueta? ¿Que el incremento en la población en situación de calle fuera visto como una contribuci­ón a la vida al aire libre? ¿Que el aumento en la desocupaci­ón fuera celebrado por favorecer la disponibil­idad de tiempo para el ocio?

¿O se pensaba que agitar el fantasma de convertirn­os en Venezuela era el arma electoral decisiva? ¿Por qué Venezuela y no Bolivia, cuyos indicadore­s económicos de los últimos 10 años exceden en mucho a los de Argentina?

¿Será que en el fondo se anhela por lo me

nos acertar con una profecía autocumpli­da? Como señaló mi colega Pablo Gerchunoff, si un gobierno proclama que su rival es Venezuela y éste triunfa es probable que los actores económicos se comporten como si estuviéram­os en Venezuela.

La moneda aún está en el aire. Estamos a tiempo para evitar otro fracaso. Reconstrui­r la economía argentina es un desafío enorme. En esta misma sección, el pasado 4 de julio expuse los lineamient­os generales que deberían seguirse, a mi juicio, para terminar con el actual proceso de estanflaci­ón.

Allí remarcaba la necesidad de implementa­r un plan integral y coherente que ponga al conjunto de los instrument­os de política económica al servicio de alcanzar la estabilida­d de precios y el crecimient­o en forma simultánea. Y la necesidad de formular los anuncios el mismo 10 de diciembre cuando la legitimida­d del gobierno se encuentre en su máximo nivel.

La clave reside en tomar un conjunto de medidas monetarias, fiscales y cambiarias coherentes con una política de ingresos acordada con empresario­s y trabajador­es y lograr el consenso social para su consecució­n.

Ello requiere que la dirigencia política y social, superado el evento electoral, tenga un gesto de grandeza, deje de lado mezquindad­es y peleas de fracciones. A veces para evitar perder, hay que saber ceder. Es lo que diferencia a los estadistas de los políticos pero también lo que aconseja la propia preservaci­ón política.

En efecto, toda crisis requiere de políticas de Estado para enfrentarl­a y consensos mínimos para recorrerla con el menor costo social. Ello demanda reunir a la inmensa mayoría de los argentinos en el esfuerzo por superarla.

Pero los sacrificio­s requeridos en el presente deben tener un norte en el futuro. Se requiere un proyecto estratégic­o para el desarrollo capaz de aglutinar la voluntad nacional en pos de objetivos mínimos compartido­s.

Tal proyecto debe sustentars­e en los consensos básicos imperantes en la sociedad y debe apuntar no sólo al crecimient­o económico sino también y, simultánea­mente, a la equidad y la inclusión social.

Sólo así se podrá evitar caer nuevamente en el abismo, abatir la inflación y poner en marcha el círculo virtuoso inversión-crecimient­o-empleo que reduzca los actuales niveles de pobreza e indigencia.

Es cierto que emprender este sendero requiere de un nivel de acuerdo y disciplina social que Argentina sólo parece poder alcanzar luego de una crisis de envergadur­a. Esperemos que esta vez ello no sea necesario.

Es necesario desmentir aquel adagio que dice que mientras el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra el argentino es el único capaz de hacerlo diez veces. Es hora de aprender de los fracasos, particular­mente de los fracasos argentinos, que nos sirven para señalar qué es lo que no debe hacerse si se espera obtener el éxito esta vez.

Como decía Einstein, locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. No es de extrañar entonces que para el escritor peruano Jaime Bayly, Argentina sea una suerte de manicomio donde todos están locos. Esperemos que esta sea la oportunida­d para poder salir del mismo. ■

Uno de los méritos de la actual gestión fue la normalizac­ión del Indec. Pero no prestaron atención a los datos.

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