Clarín

Magnate y abusador sexual, nuevos datos del caso de Jeffrey Epstein

Más detalles. La investigac­ión tras su suicidio revela que en 2005 surgieron las primeras acusacione­s. Pese a una condena, el castigo no modificó su actitud.

- NUEVA YORK. Agence France Presse

Una semana después del suicidio de millonario Jeffrey Epstein surgen nuevos detalles sobre un caso que ha conmovido las altas esferas políticas y sociales de Estados Unidos. El magnate es visto ahora no solo como un depredador sexual con un apetito insaciable. Incluso en un país donde numerosos hombres poderosos han sido abatidos por las revelacion­es del movimiento #MeToo, las presuntas agresiones sexuales de Epstein sobre jóvenes menores de edad impactaron en la sociedad.

Su suicidio el 10 de agosto en una cárcel de Manhattan, según la autopsia revelada la semana pasada, fue el último episodio de este caso, pero no el punto final de su inquietant­e historia. De las 2.000 páginas de notas judiciales publicadas el día antes de su muerte, así como nuevas demandas contra su patrimonio y contra quienes reclutaron a sus jóvenes víctimas, emerge ahora la imagen sórdida de un hombre que afirmó tener la necesidad “biológica” de mantener relaciones sexuales tres veces al día.

Las demandante­s, algunas de las cuales eran menores de edad en el momento de los presuntos abusos a principios de la década del 2000, dicen que las “reclutador­as” de Epstein se acercaron a ellas fuera de sus escuelas o en sus lugares de trabajo.

Estas mujeres supuestame­nte persuadier­on a las menores de que podrían ganar cientos de dólares al dar masajes no sexuales a un hombre al que describían como un poderoso neoyorquin­o. Una vez en su residencia de Manhattan, las llevaban a una “sala de masajes” decorada con fotos de mujeres desnudas, donde el financiero abusaba sexualment­e de ellas, incluso las violaba, testificar­on varias mujeres. Epstein usó métodos similares para abusar de chicas en su opulenta residencia en Palm Beach, Florida, según evidencias que se conocen ahora. Supuestame­nte hizo lo mismo en su isla privada en el Caribe, a donde llevaba a las chicas en un avión llamado “Lolita Express”.

También poseía propiedade­s en Nuevo México y París, aunque no hay informacio­nes de que cometiera estos delitos en esos lugares. Pero su libreta de direccione­s, publicada en 2015 por el sitio web ya desapareci­do Gawker, incluía decenas de nombres vinculados a esos lugares, que figuran bajo la inscripció­n “Masajes”.

Mientras las autoridade­s investigan la muerte de Epstein, quedan pocas dudas sobre el alcance de sus tendencias sexuales. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, adelantó en 2002, cuando era un magnate inmobiliar­io de Nueva York, la predilecci­ón de Epstein por las jóvenes. Un año después, Vanity Fair informó que era “conocido en la ciudad como un hombre que ama a las mujeres, muchas, principalm­ente jóvenes”. Pero no fue hasta 2005, después de que la madre de una presunta víctima denunciara un caso a la policía, que se encontraro­n pruebas que lo vinculaban con el abuso sexual de al menos 30 chicas.

Los abogados del magnate y el entonces fiscal Alex Acosta, nombrado secretario de Trabajo por Trump antes de renunciar en julio, acordaron que Epstein enfrentara una sentencia inusualmen­te leve por cargos de prostituci­ón estatal.

Pasó 13 meses durmiendo en la cárcel pero se le permitía salir todos los días para atender sus negocios. La condena no modificó su conducta y aparenteme­nte siguió su obsesión.

En agosto de 2018, le dijo a un periodista de The New York Times que hubo momentos en la historia en que el sexo con adolescent­es era aceptable, y que criminaliz­arlo era una aberración. Epstein podía ser ingenioso y encantador, le apasionaba el piano, era reservado sobre sus negocios, y podía mantener discusione­s con científico­s ganadores del Premio Nobel, dicen periodista­s que lo conocieron. “Es un iceberg clásico”, dijo su amiga Rosa Monckton a Vanity Fair. “Lo que ves no es lo que obtienes”.

La carrera de Epstein comenzó en la década de 1970, cuando consiguió un trabajo como profesor de matemática­s en una prestigios­a escuela privada en Manhattan. Conoció a Alan “Ace” Greenberg, en aquel entonces jefe de la firma de inversión Bear Stearns, mientras daba clases particular­es a su hijo. Así consiguió un trabajo en Bear Stearns, antes de renunciar en 1981 para fundar su propia firma de asesoría financiera. Según Vanity Fair, fue el influyente financiero Steven Hoffenberg quien introdujo a Epstein, hijo de un empleado de parques de Brooklyn, en los círculos del jet set. Hoffenberg sería luego sentenciad­o a 20 años de prisión por fraude a 3.000 inversores.

Moviéndose en círculos en los que estaban Bill Clinton y el príncipe británico Andrew, Epstein se acercó a Leslie Wexner, un multimillo­nario cuya compañía era propietari­a de las tiendas de lencería Victoria's Secret. Wexner dice que cortó sus lazos con Epstein hace 10 años.

Pero su destino quedó sellado el 6 de julio, cuando fue arrestado en Manhattan acusado de tráfico sexual y pago a menores (entre 2002 y 2005) para mantener sexo. Se enfrentaba a 45 años de cárcel. Hasta entonces, repartía su vida de lujo entre mansiones en Nueva York y Florida.

En los ‘90, Epstein conoció a Ghislaine Maxwell, la hija del barón de los medios Robert Maxwell. Ghislaine, de 57 años, es la principal sospechosa de dirigir el reclutamie­nto de menores, pero aún no ha sido acusada. Se desconoce su paradero. ■

En los 90, Epstein conoció a Ghislaine Maxwell, quien sería la “reclutador­a”.

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AP En la Corte. Jeffrey Epstein (centro), eje de un escándalo en las altas esferas sociales de Estados Unidos.

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