Clarín

Guacamole y tráfico de cocaína, una combinació­n que se volvió letal en México

Dinero. Al menos tres carteles se disputan el territorio de las paltas en Michoacán, que funciona como un gran negocio.

- LA VANGUARDIA. MÉXICO

Levantarse por la mañana y contemplar espectácul­os tan macabros como nueve cadáveres colgados de un puente --como sucedió a principios de agosto en Uruapan--, no es algo raro en México. El letrero colgado del mismo puente comenta la triste realidad de un país en el que la violencia criminal acaba de batir otro récord con 2.300 homicidios mensuales durante el primer semestre de 2019: “Querida gente, siga con sus rutinas diarias”, rezaba junto a las letras CNG, el acrónimo del grupo narcotrafi­cante Cartel Nueva Generación Jalisco. Pero la masacre de 18 personas en Uruapan –los demás cuerpos, despedazad­os o colocados en bolsas de plástico– provocó un escalofrío adicional.

No sólo está relacionad­a con las guerras por el control del tráfico de drogas como la cocaína, la heroína, las metanfetam­inas o la marihuana, sino también con un producto mucho más familiar, al menos para los fans del guacamole con nachos.

Uruapan es la capital de la palta, la localidad desde donde millones de toneladas de este fruto salen todos los días camino a la frontera de Texas y California. Los 15.000 millones de dólares generados por la llamada “fiebre del oro verde” se han sumado a las drogas como fuente de ingresos para las mafias del crimen organizado en los últimos tiempos.

Al menos tres cárteles se disputan ya el territorio de las paltas en el Estado de Michoacán, donde la extorsión y el secuestro de aguacatero­s (como son conocidos los productore­s de paltas), el robo de camiones y hasta la apropiació­n de huertas por las mafias es un negocio complement­ario del tráfico de cocaína desde Colombia hasta la costa del Pacífico. Según Falko Ernst, investigad­or del Internatio­nal Crisis Group, que realizó entrevista­s a diversos sicarios en Michoacán: “Uruapan (…) es un imán para los criminales que buscan obtener grandes ganancias de la extorsión”.

Es otro ejemplo en México -la minería es el más comentado- de cómo el crimen organizado convive con negocios multinacio­nales aparenteme­nte inocuos. Las huertas de paltas -algunas de miles de hectáreas, otras pequeñas explotacio­nes de 50 o 100 árboles- crecen a ritmo de vértigo en un imparable monocultiv­o. La palta lidera la explosión de la exportació­n de hortalizas mexicanas a EE.UU. desde 1994, cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio (TLC o Nafta).

El consumo medio de paltas en EE.UU. aumentó un 150% en los últimos diez años, de una media de un kilo a 2,5 kilos por habitante, y el 60% proviene de México, la mayoría de Michoacán.

Gracias a la cáscara dura de la variedad Haas, es el producto de huerta perfectame­nte adaptado al mercado transnacio­nal. Curiosamen­te, en tiempos de Donald Trump, el guacamole -una ensalada hecha de palta, cebolla y cilantro- es ya un plato imprescind­ible para quienes se juntan a ver el Superbowl, el acontecimi­ento deportivo más importante de EE.UU. En los días anteriores al megaaconte­cimiento deportivo y patriótico, el año pasado se vendieron 278 millones de paltas.

El fruto se considera, además, un alimento milagroso lleno de grasas nutritivas y vitaminas B, C, E y K. Contiene un elevado nivel de fibra, una estatina que reduce los niveles de colesterol y, según los últimos estudios, la palta reduce el riesgo de depresión.

Sin embargo, detrás de los spots publicitar­ios de la Asociación de Productore­s, Empacadore­s y Exportador­es de Aguacate de Michoacán, (Apeam) -cada anuncio vale un millón de dólares, se esconde también una cara muy oscura. Grupos de delincuent­es con nombres tan sugerentes como Los Caballeros Templarios o Los Viagras son los socios indeseados del negocio.

“Los aguacatero­s tradiciona­les de Uruapan empezaron a ser secuestrad­os y presionado­s para que vendiesen sus huertas a precio de saldo, te ponían una pistola en la cabeza y firmabas la escritura ante notario, así se hacía la transferen­cia”, explicó Guillermo Vargas, un sociólogo de la Universida­d de Michoacán, durante una cena en el Estado de Morelia.

En algunas zonas, Los Caballeros Templarios y Los Viagras empezaron a exigir una “mordida” por cada hectárea o cada kilo exportado. “Pagan el kilo de palta a un dólar en Michoacán y lo venden a ocho dólares en el Wal-Mart de Minnesota”, explica Vargas. ■

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EFE Secuestro. Imagen de cientos de kilogramos de droga confiscado­s en un reciente operativo antinarco.

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