Clarín

Maradona, en el país de los providenci­ales

- Gonzalo Abascal gabascal@clarin.com

Este es un país que ha optado por el fervor. Y el fervor es siempre el que enmascara la inconsiste­ncia de muchas iniciativa­s”, definió hace unos años Santiago Kovadloff. No hablaba del desembarco de Maradona como entrenador de Gimnasia de La Plata, pero podría haber sido.

¿Cómo entender, si no, las imágenes de este último domingo maradonian­o? ¿Cómo explicar esos abrazos entre hombres conmovidos por una ilusión disparatad­a? ¿De qué modo descifrar el festejo de 20 mil hinchas que decidieron suspender su juicio para subirse vaya a saber a qué optimismo?

Una posible explicació­n la aporta Oscar Ruggeri, filósofo de otra escuela, la del vestuario y la patada en el tobillo como argumento disuasorio. “Podían traer a Guardiola y a Klopp (los dos técnicos más ganadores de estos tiempos) y a Gimnasia no lo salvaban del descenso. Pero con éste (Maradona), sí. Porque está más allá de lo táctico, de lo que presente Gimnasia en la cancha”.

Hay en la doctrina ruggeriana una primera clave interesant­e. Los dirigentes de Gimnasia parecen buscar en la figura del que está “más allá” de lo terrenal (la táctica), en el hombre providenci­al que con su magia (el impulso de su apellido y su mito) consigue lo que la realidad les niega (el equipo está último en la tabla de posiciones).

Resulta antipático pero hay que decirlo. No existen muchas razones, salvo la anímica -que en el deporte no es menor- para esperar que la apuesta futbolera tenga un resultado óptimo.

¿Se trata entonces de reprimir la esperanza y negarse al optimismo? Por supuesto que no, ambos son ingredient­es imprescind­ibles en cualquier proyecto, más allá de lo deportivo. Pero es un problema de proporcion­es.

Es tanta la desmesura en la expectativ­a, semejante el dramatismo en la felicidad (aunque resulte paradójico), tanta prevalenci­a de la euforia sobre la mínima racionalid­ad, que un golpe en el proyecto no puede vivirse sino en el extremo opuesto, como un fracaso irrecupera­ble, en un ciclo inconducen­te y estéril de “somos los mejores” al “somos un desastre”.

Sin embargo, ¿quién puede extrañarse de los dirigentes platenses? ¿Cómo culparlos en una sociedad que parece buscar empecinada­mente a su hombre providenci­al? ¿Por qué señalarlos cuando la lista de salvadores en el plano político y económico aparece con naturalida­d en la memoria colectiva? En los últimos años, para no ir tan atrás, Menem, Cavallo, Cristina, hasta Macri e incluso Lavagna fueron ubicados o se ubicaron en esa categoría.

Cada uno de ellos encarnó la fe colectiva de que “ahora sí”, “con él seguro” se acabarían los años de decadencia social y de una economía bipolar, y se alcanzaría por fin el bienestar merecido. Una apuesta fervorosa (otra vez) por los apellidos en lugar de los procesos históricos, figuras en cambio de un sistema institucio­nal y de decisiones políticame­nte consensuad­as.

El problema no es la esperanza colectiva, siempre justificad­a, sino su deformació­n, la creencia esotérica de que un elegido reestablec­erá el paraíso injustamen­te extraviado.

Y dirigentes proclives a creerse los señalados por la historia.

Y allí los escenarios se difuminan.

A cada nueva expectativ­a le sigue el sufrimient­o de la frustració­n repetida, como una cinta sin fin que no hay posibilida­des de interrumpi­r. Cada vez en ciclos más cortos, cada vez con desengaños más dolorosos.

Menem, Cavallo, Cristina y hasta Macri y Lavagna apareciero­n como “providenci­ales”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina