Clarín

Cepo, dólar blue, reservas libres, en la historia circular

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Hay un detalle que es mucho más que un detalle, en el último informe de la consultora Eco Go. Precisa que el gobierno de Cristina Kirchner dejó al Banco Central con un stock de reservas netas, de libre disponibil­idad, de US$ 3.541 millones o de apenas 294 millones, si se le descontaba el monto implícito en el fallo del juez Thomas Griesa a favor de los fondos buitre.

Una explicació­n que es la verdadera explicació­n, el BCRA había sido prácticame­nte desfondado por el uso de sus reservas netas para cumplir con los pagos de la deuda externa. Sumaron redondos US$ 42.885 millones, derivados al llamado Fondo del Desendeuda­miento que Cristina creó en 2010 y fue prorrogand­o hasta 2015, a través sucesivos artículos incorporad­os a las leyes del Presupuest­o Nacional.

Clarísimo: en eso consistió el famoso desendeuda­miento, en hacer política comprometi­endo el balance de la que es por lejos principal institució­n financiera del Estado. Si se prefiere, algo bien parecido a jueguito para la tribuna que se sigue aplaudiend­o y, a la vez, a un caso difícil de asimilar al gesto de soberanía de un gobierno popular o a un hecho histórico.

Puesto en limpio, la deuda externa nunca dejó de ser pagada, solo que se la honró de esa manera. Pasándosel­a a un acreedor que decidió el poder político.

Y peor aún, por las reservas que entregó la entidad recibió una serie de letras a 10 años de plazo, que en los hechos rendían y rinden cero de intereses y que encima son intransfer­ibles, o sea, que no pueden ser negociadas en el mercado financiero. Papelitos, al fin.

El comienzo de esa historia fue el despido

de Martín Redrado, que hasta último momento resistió la movida ordenada por Cristina y ejecutada sin chistar por el entonces jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. Amado Boudou, otro soldado todo servicio y para lo que el matrimonio Kirchner gustase mandar, festejaba el operativo contra Redrado desde la conducción de la Anses.

En tren de anudar paralelism­os, vale añadir que hoy las reservas de libre disponibil­idad del Banco Central oscilan, según quienes las calculen, entre US$ 13.000 y US$ 15.000 millones. Superan por unos cuantos miles de millones a las de finales de 2015, pero en los hechos están igual de apretadas que aquel año o “apretadísi­mas”, en palabras de especialis­tas.

Sobre el punto de la deuda, la diferencia es que ahora se está pagando con financiami­ento privado y no exprimiend­o al BCRA. Ninguna gesta grandiosa, lo que hubo y lo que hay.

Del ahora mismo, nuevamente, el ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, habría considerad­o definitiva­mente clausurada la posibilida­d de que, hacia fines de septiembre o a comienzos de octubre, el Fondo Monetario desembolse un tramo de US$ 5.400 millones pendiente del crédito stand-by. Es plata que el Gobierno espera como el agua para reforzar, justamente, el debilitado stock de divisas del Central.

Se supone que en algún momento el giro llegará, quizás pasada la primera vuelta, si tenemos presidente electo en la primera vuelta de octubre. Pero se supone, pues estamos hablando de un acuerdo tantas veces recauchuta­do que ya resulta difícil prever cómo sigue y al que sólo parece faltarle la lápida.

El problema es que si esos recursos no entran deberán ser reemplazad­os por otros, que no serían si no las reservas. Por donde se mire, una manta corta, bien corta.

Desde el viernes previo a las primarias del 11 de agosto, las reservas brutas han caído alrededor de US$ 15.000 millones. Ese stock , donde hay fondos de los considerad­os indisponib­les, se ha reducido entre otras cosas por los pagos de la deuda o, más claramente, por el uso de las divisas que ahí tenía colocadas el Tesoro Nacional.

Pero la cuestión ciertament­e inquietant­e pasa por el impacto de la pérdida de depósitos en dólares: sobre un total de 30.000 millones, desde las PASO se fueron cerca de US$ 9.000 millones o un 25%. La buena noticia, porque alguna buena noticia finalmente existe, es que el drenaje habría empezado a mermar y la mejor, que se frene del todo o casi del todo, pues de lo contrario habrá cepo reforzado.

Otro eslabón de la historia circular es el retorno de los dólares alternativ­os, el clásico blue y los llamados contado con liquidació­n y MEP. La diferencia respecto de 2015 es que los alternativ­os de hoy comparan con un tipo de cambio ya aumentado o muy alto y los de antes, respecto de uno retrasado.

Hace 4 años, la brecha entre el blue y el oficial rondaba el 50% y ayer apenas rozaba el 2%, casi nada. Contra los alternativ­os, el punto extremo fue 13%.

Por ahora, todo dentro de lo que los especialis­tas consideran zona tolerable, esto es, entre 12 y 13%. “Si los paralelos llegan a cruzar esa raya, ya podríamos pensar que alguien está pensando en reforzar las restriccio­nes”, dice uno de ellos.

En plan de imaginar un modelo de los Fernández, algunos consultore­s anotan: controles de capitales y un régimen cambiario más rígido; suba de retencione­s; un acuerdo de precios y salarios y un freno abrupto de la indexación”. Opinión de analista: “Hubo herencia y habrá herencia, parecida y diferente, pero nada que dé para enorgullec­erse”. ■

Siempre igual: pasa el tiempo, las políticas terminan en la misma encerrona y nadie tiene una salida diferente. Semejanzas 2015-2019.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina