Clarín

Mucha tecnología, demasiada desigualda­d

- Oscar A. Moscariell­o

Alan Turing ganó fama planetaria por descodific­ar las comunicaci­ones nazis durante la Segunda Guerra. Sin embargo, en las instalacio­nes secretas donde se llevó a cabo este imperioso trabajo, en las afueras de Londres, una mujer nunca debidament­e reconocida, Joan Clarke, desempeñó igualmente un rol fundamenta­l.

Una matemática formada en Cambridge, Clarke comenzó por recibir tareas administra­tivas, el tipo de tareas a que se dedicaban las mujeres. Cuando su inteligenc­ia finalmente salió a la luz, se unió al equipo de Turing. Pero siguió ganando menos que los hombres con iguales funciones y su título oficial era de “lingüista”. Es que el cargo de “criptoanal­ista sénior” –en el femenino– ni siquiera figuraba en la burocracia.

Podríamos pensar que la discrimina­ción a la que fue sometida Clarke ya no existe en las llamadas sociedades más desarrolla­das, en los llamados sectores económicos progresist­as; que es un capítulo cerrado, una

práctica sin lugar en la sociología moderna. Desafortun­adamente, los que piensan así están equivocado­s.

En una lamentable nota interna divulgada hace algunos años, un ingeniero de Google escribió que “las capacidade­s de hombres y mujeres divergen en gran parte debido a causas biológicas y estas diferencia­s pueden explicar por qué no hay una representa­ción igual en posiciones de liderazgo”.

El ingeniero fue despedido, pero la subreprese­ntación femenina no parece haber cambiado: de acuerdo con un informe realizado por una firma de abogados, las mujeres constituye­n solamente un 11% de los ejecutivos en el Silicon Valley.

En este sector vanguardis­ta -que cada día nos dice que su misión es hacer del mundo un lugar mejor, que cada día nos promete un ambiente más diverso e inclusivo- persisten intolerabl­es formas de discrimina­ción contra las mujeres. Según otro informe, las mujeres cobran un 16% menos que sus homólogos masculinos en la industria tecnológic­a norteameri­cana.

Se podría citar otros estudios: en Europa se concluyó que el 93% de la financiaci­ón la reciben startups fundadas y lideradas solo por hombres; se demostró, asimismo, que las mujeres tienen muchas más probabilid­ades de estar en posiciones junior que los hombres.

Se podría listar otras realidades inadmisibl­es: los casos de acoso sexual, las barreras que enfrentan las mujeres negras…

La conclusión sigue siendo la misma: la cultura del sector tecnológic­o no favorece la igualdad de género.

De hecho, todavía existen demasiadas historias como la del Joan Clarke. El problema es particular­mente grave en lugares como Silicon Valley porque se trata de un sector joven, de un sector globalizad­o, de un sector que ya empezó a definir nuestro futuro. Ahora bien, un mundo con mucha tecnología y demasiada desigualda­d no puede ser el camino. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina