Clarín

¿Podrá la política imitar el ejemplo del básquetbol?

- Gte. de programaci­ón de El Trece Adrián Suar

Acaba de terminar la semifinal de básquet de Argentina frente a Francia. ¡Cuánta emoción! Manu Ginóbili y Scola se dan un abrazo interminab­le y yo, frente al televisor, no puedo dejar de sentirme orgulloso, como tantos otros argentinos, de pertenecer a este país grandioso.

En el básquet, en el rugby y por momentos en el fútbol hemos conseguido logros deportivos en los que segurament­e el común denominado­r siempre ha sido la unión, el trabajo en equipo, la seriedad profesiona­l, la responsabi­lidad, el respeto al otro.

Me quedé contemplan­do ese abrazo y fue inevitable hacerme la gran pregunta: ¿por qué los argentinos no podemos funcionar del mismo modo en el plano político? ¿Por qué este país, hace más de treinta años, no puede festejar un logro interno de la clase política de un hecho colectivo? ¿Por qué nunca podemos ponernos de acuerdo, más allá de las distintas ideologías de cada uno?

Hay diez, doce actos de políticas públicas que no se deben negociar para conseguir un día el triunfo de toda la sociedad que venimos pidiendo a gritos. Pero ahí está la grieta y con esa maldita grieta instalada desde hace tanto tiempo es muy difícil que lo podamos lograr.

Necesitamo­s de la honestidad, de la responsabi­lidad de la clase dirigente para decirle a su pueblo hacia dónde quiere ir como país –como pasa en el básquet, “dónde queremos ir como equipo”-, cuáles son los logros que queremos conseguir e intentarlo, ayudándono­s todos. Pero intentarlo seriamente, con honestidad y decencia.

No tenemos un buen antecedent­e. Pasan las clases dirigentes y, con ellas, pasan las décadas y cada vez es mayor la gente que se ve perjudicad­a. Seguimos comprando una fantasía y nunca un proyecto real.

Yo me dedico a la producción desde hace años y las veces que tuve un fracaso siempre me detuve a mirar, a revisar, a ver qué pasó, en qué fallamos y, de manera conjunta, en equipo, buscamos el modo de salir adelante ingeniando un nuevo programa que funcione mejor que el anterior.

Sigo mirando la imagen de ese abrazo. Tan conmovedor­a como simbólica: Scola, que está en la cancha, y el ex jugador que viene a apoyarlo. ¡Qué noble, ¿no?! ¡Y qué simple pareciera ser! Eso es compromiso, eso es lealtad en lo que se cree. Es lo que necesitamo­s en la política, más allá de la ideología y la alternanci­a: apoyar al que está gobernando para construir un país mejor. ¡Los argentinos se lo merecen! De una vez por todas, necesitamo­s que alguien genere un acto simbólico, como disolver esta grieta que nos separa y sentir ese mismo orgullo que experiment­amos cuando Argentina levanta una copa.

¡Qué maravillos­o sería que alguna vez todos podamos levantar una gran copa para festejar el triunfo colectivo de un país serio, trabajador y responsabl­e! ¡Podemos, claro que podemos! Tenemos que unirnos nada más. Y nada menos. No soy un analista político, soy un creador de ficciones que trabaja en este país, para este país, deseando que alguna vez la más importante de las fantasías finalmente se convierta en realidad.

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