Clarín

Le dieron perpetua, dice que es inocente y reclama que su caso llegue a la Corte

Lleva 11 años presa por el asesinato de una jubilada. Denuncian que la causa tiene graves irregulari­dades.

- Natalia Iocco niocco@clarin.com

La sensación es que se ha detenido el tiempo. Que nada fue igual, tampoco diferente. Se quedó paralizado en julio de 2001, cuando la arrestaron en Posadas, empezaron a llamarla “La reina del Martillo” y la acusaron de asesinar a una jubilada. Desde entonces la espera es algo, a veces lo invade todo. Siete años después, una noche de junio de 2008, Cristina Vázquez (37) tenía puesto el uniforme y acomodaba las mesas del bar de Recoleta en el que trabajaba. Se creía en otra vida, luego de haber sido liberada. En Buenos Aires pensó que todo había quedado atrás. Pero no. De ahí se la llevaron detenida por última vez.

Cristina fue trasladada a Misiones y esperó el juicio en la cárcel. Dos años después, la condenaron a la pena máxima. “Perpetua”, escuchó y - dice- no lo pudo creer. Ella estaba segura de que en el juicio todo se aclararía, que verían que no había pruebas en su contra.

En sus fundamento­s, el Tribunal N° 1 habló de su “estilo de vida promiscuo y marginal”, la calificó como “mentirosa” y aseguró que tenía “como modo de vida cometer delitos contra la propiedad para obtener dinero a los fines de adquirir estupefaci­entes y, así, satisfacer sus adicciones”.

El Observator­io de Prácticas del Sistema Penal, de la Asociación Pensamient­o Penal (APP), revisó la causa de Cristina y encontró “graves irregulari­dades” en la sentencia, en la investigac­ión y en el expediente.

“Cuando sus amigas nos acercan la causa en 2015, Cristina estaba a la espera del fallo de la Corte, deseando la absolución. Cuando fuimos a buscar el recurso de queja vimos que no lo habían presentado. Estaba esperando algo que no iba a pasar nunca. Ella pide que reabran la causa, ordenan al Supremo Tribunal de Justicia de Misiones que revea el expediente. Pero ellos no revisan la causa, copian y pegan parte de los fundamento­s de la sentencia de primera instancia. Desoyeron la orden de la Corte”, contó Indiana Guereño, presidenta de AAP.

APP no representa a Cristina sino que actúa como tercero imparcial para “visibiliza­r las buenas y malas prácticas” en el Derecho. “Este fallo es el ejemplo de las malas prácticas. Lo usamos en la universida­d para dar clases mostrando todo lo que está mal, todos los derechos vulnerados”, confesó Guereño.

A Cristina Vázquez la condenaron por el homicidio de Ersélide Lilia Dávalos (79), una jubilada que vivía a cuatro casas de la suya. También condenaron a Cecilia Rojas (37), conocida de Cristina, y su novio, Ricardo Jara (39). Los tres están presos y con perpetua.

Dávalos fue asesinada el 28 de julio de 2001 de un golpe en la cabeza con un objeto contundent­e. Ningún perito aseguró con cuál. Pero Cristina se convirtió rápidament­e en “La Reina del Martillo”.

Su casa estaba revuelta y las puertas no habían sido forzadas. La mujer era “muy celosa de su seguridad”, declararon los testigos. Sospechan que conocía a su atacante, que pudo abrirle la puerta, y por eso vincularon a Cristina. Ser su vecina la hizo parte de una banda, la colocó en la escena y como autora del crimen.

Un testigo dijo que la vio pasar por la puerta con otra mujer, poco antes de la hora en que se presume fue asesinada Dávalos. Esa mujer es Cecilia García, una amiga con la que Cristina pasó toda esa noche. García y su padre declararon que estuvieron juntos, que no había manera de que Cristina volviera a su barrio sin que ellos lo notaran. No alcanzó.

“A Cristina se la condena en base a rumores e indicios y no con pruebas fehaciente­s. Se basaron en dichos de terceros, en rumores de barrio”, cuestionó Guereño.

Además, desde APP advierten que los rastros hallados en la escena del crimen no son compatible­s con la presencia de Cristina: “Son diez pruebas científica­s que avalan que Cristina no tuvo relación con el hecho. Tampoco hay testigos directos que acrediten su culpabilid­ad. A pesar de ello el tribunal construye la culpabilid­ad en base a prejuicios de género y clase. Tampoco establece los roles que tuvo cada uno de los condenados”, agrega Guereño.

Desde el 13 de septiembre del 2018 que Cristina y su familia esperan un dictamen de Eduardo Casal, interiname­nte a cargo de la Procuració­n General de la Nación. Se necesita de esa resolución para que el expediente sea enviado físicament­e a la Corte para que empiecen a revisarlo.

Cristina dice que quiere ser chef. Después se corrige y asegura: “Voy a ser chef”. Lo hace mientras acomoda sus cosas en el penal de mujeres de Posadas. La escena quedó registrada en el documental “Fragmentos de una amiga desconocid­a”, de Magda Hernández.

Magda es colombiana, comunicado­ra y documental­ista. Trabajaba en el mismo bar que Cristina. Fueron tan amigas como pueden ser dos chicas de 25 años que están viviendo solas lejos de sus familias. “Pegamos muchísima onda. Entramos a trabajar juntas y además éramos las ‘nuevas’. Hablábamos un montón. Yo renuncié unos meses después, perdimos contacto. Me enteré de casualidad porque llamé a un compañero que me contó que había habido una redada en el restaurant­e y se la habían llevado presa. Me dijo que me fijara, que había salido una nota en Clarín. Cuando lo leí, pensé ‘no, no puede ser si con esta piba tomábamos el té’”, contó Magda sobre ese primer contacto con la noticia, en la que se veía a Cristina esposada.

“Ella no contó nada y yo la entiendo ¿Cómo hacés para contar que te acusan de un homicidio que no cometiste? Quedó ahí. Recién en 2013 busqué qué había pasado con ella. Encontré informació­n del juicio y que la habían condenado. Me dije ‘wow, esto es para hacer una película’. Viajé a verla y ese primer encuentro fue muy lindo. Hablamos mucho, como con cualquier amiga con la que no te ves hace mucho tiempo. Y así empezó todo”, recuerda Magda desde su casa de San Telmo.

“Empecé a leer sus diarios, me dispuse a intentar entender quién era ella en ese momento. Entrevista­mos a todo el mundo y finalmente todo ese proceso dio como resultado que era una chica como cualquier otra. Era una adolescent­e rebelde como cualquier otra, con ganas de salir y de experiment­ar y de pronto se le pausó la existencia. Tenía planes, proyectos y todo se le truncó con esto. A ella no le van a devolver la vida que no ha vivido”, cerró Magda. ■

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Presa. Cristina Vázquez (37), en la cárcel, durante el rodaje del documental que realizó una amiga.

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