Clarín

La Selección va por la gloria en el Mundial, donde regaló buen juego y emociones

Paso a paso llegó al lugar que merece. En la fase decisiva eliminó a Serbia y a Francia y ahora la poderosa España es el último gran rival para coronar una actuación inolvidabl­e.

- Mauricio Codocea mcodocea@clarin.com

Diecisiete son los Mundiales de básquetbol que se han jugado. Desde que el campeón se define con una final entre dos equipos, sólo una vez -en 2006Estado­s Unidos o la ex Yugoslavia no formaron parte de ella. En esta ocasión, los últimos dos sobrevivie­ntes son Argentina y España. Es, independie­ntemente del resultado, el gran triunfo del básquetbol hispanoame­ricano.

Es el triunfo del fundamento, de la calidad técnica, de la búsqueda constante de la superación. En la teoría, el biotipo de jugador argentino o español no tendría demasiado que hacer ante la supremacía física norteameri­cana o la talla europea del Este.

El ejemplo del primero de esos casos quedó derrumbado hace tiempo. Estados Unidos tiene condicione­s y jerarquía como para superar a cualquiera, pero está demostrado que para lograrlo debe hacerlo con sus mejores hombres, lo que pone de manifiesto que el talento está antes que la condición atlética.

El segundo caso es el de los serbios. Se trata de uno de los ocho primeros países en el ránking mundial de promedio de altura (1,81 metros contra 1,71 de Argentina). La diferencia fue exactament­e la misma en el Mundial: los 2,06m de los europeos contra el 1,96m del equipo nacional. Es más: los bases de Serbia le sacaban casi 20 centímetro­s de ventaja a Facundo Campazzo. No eran los únicos; el Mundial sólo presentó tres seleccione­s más bajas que la de Sergio Hernández: Corea del Sur, República Dominicana y Filipinas. No importó

Esta final también es un premio a la constancia, al trabajo serio, al desarrollo de talentos y a los hombres que supieron transmitir a los que vienen pero no por miedo a verse superados, sino por la firme intención de que así sucediera.

En cuatro de los últimos cinco Mundiales, España estuvo entre los primeros cinco (y fue campeón en 2006). En los últimos 10 Eurobasket ganó 9 medallas. Y lleva tres podios olímpicos consecutiv­os. Está claro: si el título se definiera por experienci­a internacio­nal, Argentina no tendría ni cómo empezar a competir con este plantel ibérico, en el que cinco jugadores (Ricky Rubio, Marc Gasol, Sergio Llull, Rudy Fernández y Víctor Claver) llevan casi una década y múltiples preseas ganadas.

Ninguno de ellos, eso sí, tiene el mayor logro del que un basquetbol­ista puede presumir, especialme­nte en épocas de jugadores NBA compitiend­o en torneos de seleccione­s: el oro olímpico que sólo conocen 12 argentinos, uno de ellos es Luis Scola.

En Argentina, más allá del capitán, no quedan sobrevivie­ntes de las mejores gestas (plata mundial en Indianápol­is 2002, bronce olímpico en Beijing 2008, el cuarto puesto mundialist­a en Japón 2006 y olímpico en Londres 2012, el quinto lugar del mundo en Turquía 2010). Además, este plantel ya sabe lo que es ser campeón Panamerica­no y subcampeón del FIBA Américas en dos ocasiones, una de ellas (2015) con equipo prácticame­nte debutante en la escena internacio­nal. Ocho de ellos estarán hoy en China.

Con tantas buenas actuacione­s internacio­nales para ambas seleccione­s en los últimos 15 años, los choques entre sí no faltaron. La estadístic­a favorece a España: hubo triunfos de la Roja en la primera fase olímpica de Atenas 2004; en la semifinal del Mundial 2006, con aquel triple de Andrés Nocioni sobre la chicharra que todavía duele; y en la primera ronda de Río 2016. En el último mano a mano Argentina sacó su corazón para ganarle el quinto puesto de 2010.

Ninguno de todos los duelos será tan importante como este. Ambos países, que marcaron el ritmo internacio­nal contemporá­neo entrometié­ndose entre norteameri­canos y ex yugoslavos, lo merecían. Ahora sólo queda la hora de la verdad. ■

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Ellos. Primer plano de la pelota. Detrás, los dueños de una ilusión gigante. Argentina llegó merecidame­nte a la definición del campeonato ante un rival de enorme jerarquía.

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