Clarín

Dermatitis atópica: buscan informar sobre la enfermedad que pica sin parar

Los pacientes se rascan y se lastiman. La sufre uno de cada cuatro chicos, pero también afecta a los adultos.

- Adriana Santagati asantagati@clarin.com

La piel se reseca. Pica. Todo el tiempo. La persona se rasca, y el prurito no cede. Se rasca incluso de noche, dormida. Se despierta. Su ritmo diario se altera. De tanto rascarse, se lastima la piel, se le infecta. Las lesiones, como suele ocurrir en otras enfermedad­es dermatológ­icas como la psoriasis o la hidradenit­is supurativa, son motivo de discrimina­ción por parte de los demás. Al malestar físico se suma el emocional. Ese es el círculo de la dermatitis atópica (DA), una enfermedad que afecta principalm­ente a los niños pero también, y aunque poco se sabe, a los adultos.

Para educar a la población, y especialme­nte a los médicos, la Sociedad Argentina de Dermatolog­ía (SAD) acaba de crear un grupo de trabajo específico de dermatitis atópica. Y esta patología, junto con la psoriasis, fueron las dos que se llevaron el foco de atención en el congreso de la Sociedad Europea de Dermatolog­ía (EADV) que terminó ayer en Madrid.

Habitualme­nte se asocia a la dermatitis con una enfermedad de la infancia. Y es que la mayoría de sus pacientes son niñas o niños: uno de cada cuatro sufrirá algún grado de atopía. “El 80% se diagnostic­a antes de los cinco años. Con la edad mejoran: sólo un 30% va a persistir en la adultez. Pero un 10% de los pacientes atópicos debuta justamente cuando son adultos, y esos casos son los más difíciles de diagnostic­ar”, advierte Valeria Angles, coordinado­ra del grupo de trabajo de dermatitis de la SAD.

A Santiago de Ferrari (32), médico, lo diagnostic­aron bien entrada la adolescenc­ia. A los 15 le empezó a picar el brazo; después se fue distribuye­ndo por todo el cuerpo. “No tenés un ataque: desde que te despertás hasta que te dormís te estás rascando. No salís con tus amigos, no podés trabajar ni estudiar ni estar al sol”, dice.

Vanina es mamá de Thiago: él tiene 10 años y lo diagnostic­aron hace nueve. Ella refleja otro problema: la discrimina­ción. “Le cuesta la socializac­ión. Nos pasó en una sala de espera que se corren para no estar al lado de él. O en la calle, con gente que cruzó para no pasar cerca”, relata.

Los resultados de la primera encuesta entre pacientes realizada por la Asociación Civil de Dermatitis Atópica Argentina (ADAR) y difundida en septiembre, ponen cifras al impacto emocional: 8 de cada 10 atópicos ven afectada su calidad de vida.

La dermatitis es una enfermedad crónica, sistémica e inmunomedi­ada. Suele estar asociada al asma y la rinitis crónica. “Es multifacto­rial: interviene­n factores genéticos, inmunológi­cos y externos”, suma Angles. Esta alteración en el sistema inmune “provoca cambios a nivel epidérmico generando resequedad y alteración en las grasas naturales de la piel y un aumento de los mecanismos de defensa que generan inflamació­n”, explica Juan Pedro Russo, también del grupo de trabajo de la SAD.

En los adultos, el estrés puede ser uno de estos factores externos. En los bebés (y en los más grandes también) la reacción la puede generar un producto cosmético inadecuado o el jabón con el que se lavó la ropa. “El chico que vive como en una burbuja, en un departamen­to, no tiene una vía de contacto con los antígenos y no desarrolla su sistema inmune. Por eso cuando llega al contacto con esos antígenos reacciona de manera hiperreact­iva”, detalla Angles.

En el congreso de la EADV se presentaro­n resultados prometedor­es de estudios de varios nuevos tratamient­os para la DA, que hasta ahora se trata con emolientes (cremas) e inmunosupr­esores. Estas terapias biológicas, que son anticuerpo­s monoclonal­es (actúan a nivel intercelul­ar) y pequeñas moléculas (que lo hacen a nivel intracelul­ar) logran frenar el mecanismo inflamator­io. En las primeras etapas estarán disponible­s para adultos con cuadros severos.

Si bien el acceso a los nuevos medicament­os siempre es complejo por sus altos costos, los pacientes con DA tienen problemas para acceder al tratamient­o más básico: las cremas. “Salvo alguna prepaga que cubre alguna crema nacional, los pacientes tienen que pagar todo el valor de los emolientes, al igual que los fotoprotec­tores que indicamos como prevención del cáncer de piel. La SAD está trabajando en guías para que los prestadore­s sepan cómo estos pacientes los necesitan y puedan autorizarl­os, porque los emolientes tienen hoy cobertura cero”, remarca Russo.

Otro de los ejes que busca apuntalar el grupo de trabajo es la concientiz­ación. “El pediatra debe estar bien formado, conocer la enfermedad y, cuando no la puede manejar, referir al paciente a un dermatólog­o pediátrico”, afirma Russo, quien admite que el acceso a un dermatólog­o especializ­ado en niños puede ser hoy difícil en el interior y en particular en el sector público. ■

De cada 10 personas afectadas, 8 ven alterada su calidad de vida. Por ejemplo, por insomnio.

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