Clarín

Bruce Dickinson “Nuestro trabajo como músicos es darle a la gente permiso para soñar”

Antes de actuar con Iron Maiden -el sábado, en Vélez-, el cantante dialogó con Clarín acerca de rock y política, la gira de despedida, su salud y los planes a futuro.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

Detrás de los tabiques de madera que separan el interior del estadio de Vélez de la multitud que aguarda ingresar por las distintas puertas de acceso a una nueva cumbre del heavy metal, el movimiento es febril. Suena Serpentor y en un rato será el turno de Raven Age, como previa de la presentaci­ón de Iron Maiden.

Mientras tanto, de remera oscura y buzo claro, bermudas de frisa y zapatillas de furioso azul, Bruce Dickinson entra al camarín de Vélez y saluda con una calma que contrasta con la imagen que en un par de horas impondrá sobre el escenario para presentar The Legacy of the Beast ( El legado de la bestia). Y deja en el olvido varios intentos frustrados de concretar la entrevista. El último fue 24 horas atrás, en la sala contigua al Salón de los Pasos Perdidos, en el Congreso Nacional, donde el grupo fue declarado Huésped de Honor por la Cámara de Diputados.

“Lo de ayer fue fantástico. Inesperado. Algo realmente inusual. La última vez que recibí un reconocimi­ento de este tipo fue en Sarajevo, donde me dieron el Freedom of the City (reconocimi­ento honorífico que le otorgó la ciudad en abril de este año) por haber haber hecho un show allí en 1994, en medio de la guerra. Ahora tengo Sarajevo y Argentina”, festeja Dickinson.

-¿No hay cierta contradicc­ión, en el hecho de que el rock, que se supone un hecho contracult­ural, celebre un reconocimi­ento de una institució­n política oficial? -Desde mis comienzos, he visto a un montón de músicos abrir sus bocas para decir cosas estúpidas apoyando unas u otras causas. Cuando, en realidad, la única razón por la que pueden hacerlo se debe a la popularida­d de su música, y no porque tengan un cerebro especial. Los músicos generalmen­te abren sus bocas sin pensar porque creen que eso es cool. Dicen: “Estoy contra todo, estoy contra el establishm­ent”. Y el establishm­ent es una cosa esta semana, y a la semana siguiente es otra cosa. Lo que la música hace, para mí, lo hace por fuera del establishm­ent. No es a favor ni en contra. Simplement­e lo ignora. Porque la nuestra es una vida de imaginació­n, de contar historias y, sí, es también una manera de escape. Sé que hay gente que dice que eso es malo. ¡Pero, no! Nuestro trabajo como músicos es darle a la gente el permiso para soñar. Algo que muy pocos políticos hacen. La mayoría de ellos hacen grandes discursos y después no pasa nada. Y para la gente que está enojada, sabes qué, la vida continúa. ¿Y qué van a hacer? Van a un partido de fútbol, a un show de Iron Maiden, que es un lugar cálido en el que todo el mundo está de acuerdo. -¿Realmente lo creés así?

-Sí. No importa a qué partido político pertenezca­n quienes vienen a vernos, si son de derecha o izquierda; pueden estar todos de acuerdo. Ahora, podría también ser que haya alguna manera de que se pongan de acuerdo en aquellas cuestiones en

las que no lo están. Tomen el ejemplo de la música y miren: pueden tener distintas opiniones, pero no se tienen que matar entre ustedes.

Algo de esa filosofía parece funcionar puertas adentro de la banda, que a punto de cumplir 45 años sigue dando clases de heavy metal con una dedicación y entusiasmo dignos de cualquier principian­te. “No hay manera de que nuestro trabajo se convierta en una rutina. Cada show es distinto. Cada vez que entrás al estadio es como si fueras un gladiador”, dice Dickinson.

-¿Lo seguís sintiendo de ese modo?

-Sí, totalmente. Y hay un par de cuestiones que ayudan en ese sentido. Vos sabés que hace unos cinco años tuve cáncer de lengua, de modo que soy un hombre afortunado. Primero, de estar acá; segundo, de estar cantando. Además, hace unos cinco meses se me cortó el tendón de Aquiles (se saca la zapatilla y muestra la cicatriz de la cirugía). Nadie lo sabe. Me operé y al principio era un infierno porque no tenía fuerza en el músculo. Pero se esta poniendo bien. De modo que soy muy afortunado de seguir estando sobre el escenario.

-Legacy (Legado) es una palabra que da la idea de algo que ya es historia, o que está por serlo. ¿Alguna vez hablaron acerca del final de la banda, de la despedida?

-Nunca habrá nada de eso. Jamás vamos a hacer un tour de despedida. En todo caso, si alguna vez llegamos al final de una gira y no hacemos ninguna más, esa habrá sido la de la despedida. Pero nadie lo va a haber sabido con anticipaci­ón. Ni siquiera nosotros. No creo que queramos hacerlo. Seguiremos hasta que dejemos de disfrutarl­o.

Piloto aerocomerc­ial, creador y dueño de una empresa de mantenimie­nto y reparación de aviones de gran porte (tipo Boeing o Airbus), esgrimista (por poco no participó como miembro del equipo olímpico inglés en Barcelona 1992), escritor y guionista de TV y radio, Dickinson vive una cotidianid­ad muy alejada de la del estereotip­o de rockstar que cultiva el imaginario popular. Y, entre otras cosas, asegura que nunca consumió drogas. “Amo la cerveza”, advierte el hombre, que hizo su aporte a la receta de Trooper, el exitosos proyecto cervecero compartido con Robinsons Brewery.

-¿Ves un futuro promisorio para el heavy metal? ¿Hay bandas nuevas que tomen ese legado que ustedes están dejando?

-Siempre las hay. Una de las grandes cosas de los avances tecnológic­os en la distribuci­ón de la música es que se tornó muy accesible para todos, y eso hace que la mayoría de los chicos crezcan con muchos tipos diferentes de música. Para mí, como músico, eso es fantástico. El problema es que la tecnología le llevó la música a toda la gente, pero se la robó a quienes la hacen. Les robó la habilidad para hacer que se pague por eso. Ganás más plata como un chofer de Uber. Probableme­nte el hombre que está manejando un Uber sea músico, porque es la única manera de ganar un dinero que te permita comer. Y creo que eso es vergonzant­e. Aunque, al mismo tiempo, es un testimonio de que esa gente no se rinde. Necesita crear. Mientras, del otro lado, es trágico que un montón de grandes corporacio­nes (Apple, Spotify…) hayan hecho y hagan tanto dinero con la publicidad o con el material de archivo de las compañías. Nosotros vivimos de tocar en vivo porque podemos hacerlo. Pero para las bandas más chicas es realmente crítico. Veo músicos de 24, 25 o 26 años que siguen girando en una combi, como lo hacíamos nosotros a los 18. Porque tienen que hacerlo así.

-La última: estás en tu casa, relajado, después de un show, ¿preferís ponerte a escuchar algún viejo disco tuyo, o tomarte una Trooper?

-¡Tomo mi cerveza! ¡Totalmente! ¡Mi Dios, escucharme a mí mismo…! Trato de evitarlo. Prefiero escucharme cantando ahora. El sonido que tenemos ahora es maravillos­o, estamos sonando bárbaro. Además, tocar para tanta gente. En Sao Paulo fueron 60 mil personas, en Porto Alegre, 40 mil.

-Acá, en un rato serán unas 50 mil.

-Sí, aunque, honestamen­te, si se pudiera preferiría un lugar más grande. Será la próxima.

-Es una muy buena noticia para los seguidores de la banda saber que habrá una próxima.

-Seguro que la habrá.

Hace cinco años tuve cáncer de lengua, así que soy un hombre afortunado. Primero, de estar acá; segundo, de estar cantando”.

No hay manera de que nuestro trabajo se convierta en una rutina. Entrás al estadio y es como si fueras un gladiador”.

Es cierto, la tecnología le llevó la música a toda la gente... El problema es que se la robó a quienes la hacen: los músicos”.

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JUANO TESONE Retirarse, jamás. “En todo caso, si alguna vez llegamos al final de una gira y no hacemos ninguna más, esa habrá sido la última. Pero no será algo programado”, asegura.
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Volar alto. Además de ser piloto aerocomerc­ial, Bruce tiene una empresa de mantenimie­nto de aviones.

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