“El orden institucional debe comenzar por su cabeza, el Congreso”
La Argentina sufre desde hace décadas graves distorsiones políticas, institucionales y de conciencia ciudadana. Esto nos ha hecho retroceder en el ranking de desarrollo de las naciones. Las consecuencias son la pobreza, la marginalidad, el destrato a los mayores privándoles sus derechos jubilatorios, desnutrición de niños y adolescentes, la caída de recaudación, el trabajo en negro y pérdidas de excelencia y calidad en la educación, la salud, el Pami, la inseguridad, el déficit de infraestructura...
Los ciudadanos en general, usando las novedosas redes sociales, se agreden y descalifican cuando no se insultan y más, generando parte de la ya consagrada grieta argentina. Ésta tiene sus raíces en los inicios de la patria, con los caudillos provinciales y el puerto de Buenos Aires.
¿Qué se ha perdido en nuestra cultura social, política e intelectual? Se ha perdido el sentido del estado de derecho y la correcta responsabilidad y división de poderes constitucionales. Escuchamos opiniones sectoriales para modificar la Constitución Nacional, cuando no se la estudia, no se la respeta y solo interesa la ventaja de lograr mayor dominio y poder sobre el otro. Se dice equivocadamente que la Argentina tiene un sistema hiperpresidencialista: grave error, lo que ha pasado es que se construyó un culto a seguir al supuesto líder salvador, que nada ha salvado y sí ha destruido sentido de ley y derecho a lo largo de décadas.
Hemos perdido el verdadero sentido y valor democrático y constitucional. Nuestro representantes, los legisladores, deben estudiar los problemas del país y su contexto, elaborar leyes, determinar la calidad de nuestra moneda, de nuestro presupuesto, de nuestro endeudamiento y su uso, de seguir el comportamiento del Poder Ejecutivo en la aplicación de las partidas presupuestarias, pedir explicaciones al Ejecutivo, iniciar y hacer juicio político al presidente y a los jueces. Ocuparse de crear condiciones de bien para la sociedad, para ello conforman 45 comisiones de diputados, más de 20 comisiones de senadores, y más de 20 bicamerales, que deben ocuparse desde lo constitucional, previsional, economía, ancianidad, tratados internacionales, educación, salud, etc. Pero vemos que no lo hacen y ni siquiera se reúnen para proponer soluciones frente a cada momento como el actual, en el cual la sociedad está frente a serias consecuencias de crisis y deterioro de la calidad de vida.
El orden institucional debe comenzar por su cabeza, el Congreso de la Nación.