Clarín

Se duplicó en cinco años el consumo de alimentos orgánicos

Encuesta nacional de la UADE y de la consultora Voices! El 46% aseguró que los consumió en los últimos 12 meses y el 83% que suma frutas y verduras “con frecuencia”. La mitad no lee las etiquetas con los ingredient­es.

- Irene Hartmann ihartmann@clarin.com

Según una encuesta nacional de la UADE y la consultora Voices! el 46% de los consultado­s aseguró que comió ese tipo de productos en los últimos meses, y el 83% señaló que consume habitualme­nte frutas y verduras. Esto revelaría un creciente interés por la alimentaci­ón saludable, a pesar de que otros estudios revelan que el exceso de peso y la vida sedentaria, con sus consecuenc­ias sobre la salud, afectan a gran parte de la población.

Mientras la mitad de los argentinos desatiende su alimentaci­ón (por necesidad o mera omisión), una encuesta nacional de la Universida­d Argentina de la Empresa (UADE) y de la consultora Voices! reveló que inesperada­mente se ve un brote verde: el 46% de los consultado­s afirmó haber consumido productos orgánicos en el último año.

Si bien la certeza de los entrevista­dos podría carecer de un correlato comprobabl­e en los hechos (por ignorar qué son realmente los productos orgánicos o por haberlos consumido en una cantidad ínfima), el dato cobra cuerpo cuando se lo compara con la misma encuesta, cuatro años atrás: en 2015, sólo el 26% había confirmado ese consumo.

Otros datos interesant­es son que el 83% de los entrevista­dos afirmó consumir frutas y verduras “con frecuencia”, una expresión ambigua, sí, pero que denotaría -al menos- un interés por la comida saludable. Además, el 73% dijo preferir los alimentos frescos, orgánicos o poco procesados, y el 44% afirmó que incorpora semillas a su dieta cada vez que puede. ¿Se puede hablar de una “tendencia” hacia una alimentaci­ón superadora?

Diego Sívori, director de la Licenciatu­ra en Nutrición de la UADE, calificó el escenario alimentici­o como “ambivalent­e”: “El incremento del consumo de productos orgánicos puede tener causas diversas. Por un lado, una mayor necesidad por conocer lo que se come. Hay muchos canales nuevos de informació­n y quienes siguen estas tendencias quizás estén seduciendo a otros. Además, las dietéticas están en un momento de auge y gente que no iba a esos comercios quizás ahora lo haga”.

“Sin embargo -dijo- a mí se me genera cierta ambivalenc­ia: mientras más gente prefiere consumir productos orgánicos, más del 40% no controla su ingesta de sal, y casi el 50%, la del azúcar y grasas”, reflexionó.

Tomando más datos de la encuesta, apuntó que “sólo la mitad de las personas lee las etiquetas con los ingredient­es y menos de la mitad lee las calorías”. Según Sívori son contradicc­iones comunes en materia de salud: “Esto de, por un lado, comer una milanesa napolitana con papas fritas, y, por el otro, pedir gaseosa light”.

Un tema esencial que clarificó Mónica Katz, presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición, es que, “más allá de los mitos, el consumo de orgánicos no es superior en cuanto a los nutrientes. Esos alimentos no tienen más nutrientes sino que están despojados de agroquímic­os en toda la cadena de valor: producción, transporte y procesamie­nto. A la vez, la certificac­ión en Argentina es complicadí­sima, larga y hay muy pocos productos orgánicos, con lo que, aunque haya aumentado, su volumen no es enorme”.

“No obstante -sumó Katz-, tenemos una encuesta de 2015, no de productos orgánicos sino de un trastorno alimentici­o llamado ortorexia, una obsesión por la comida sana en la que se quiere consumir limpio, puro, natural, sin agroquímic­os, ‘recién cortado’. Se hizo en la Ciudad de Buenos Aires, con una muestra aleatoriza­da. No se puede generaliza­r, pero encontramo­s que el 18% de los porteños buscaban eso”.

Para la experta, “el consumo de orgánicos es aspiracion­al: gente que busca salud, sano, sin aditivos, aunque no sepa mucho lo que es”.

Sobre “qué es” habló Soledad Barruti, periodista especializ­ada en alimentaci­ón, autora de los libros Mal comidos y Mala leche, quien estableció una distinción entre “el mercado formal e informal de los productos llamados ‘orgánicos’”.

“No creo que haya un aumento de los orgánicos nomenclado­s como tales según las certificad­oras, que se mantiene estable y hasta quizás bajó, sino que lo que aumentó fue la oferta de productos agroecológ­icos: frutas verduras producidas sin el paquete de ‘venenos’ o semillas modificada­s, una comerciali­zación casera y artesanal de pequeños productore­s. Hay más polos de oferta y, por ende, más

consumo o al menos más personas interesada­s”, dijo Barruti.

Lo cierto es que, más allá de que el consumo de orgánicos haya crecido, no deja de ser un espectro chico, en un país en el que los resultados preliminar­es de la 4° Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) indicaron en abril que más del 60% de los argentinos estaba excedido de peso y llevaba una vida sedentaria.

El marco no es mejor: ayer fue el Día Mundial de la Alimentaci­ón y, en la ceremonia correspond­iente, la Conferenci­a de la ONU para la Agricultur­a y la Alimentaci­ón (FAO) salió a advertir que “las dietas de mala calidad suponen un alto costo (...) tras haberse convertido en el principal riesgo de muerte prematura”. Tiene sentido: mientras 820 millones de personas padecen hambre en el mundo, el sobrepeso y la obesidad aqueja a más de 2.000 millones de seres humanos.

Al respecto, Barruti puso el foco en el alza de consumo de productos ultraproce­sados: “Son los que están hechos con ingredient­es refinados, muy baratos, como harina, azúcar y aceites, y que se revisten de ‘ideas’ de diversidad: ‘ideas’ de frutas, de verduras, ‘ideas’ de alimentos. Pasa con los yogures, los jugos o las sopas instantáne­as. La gente cree que está comiendo fruta o verdura, cuando la base del alimento es otra. Son sustitutos de alimentos”.

Bajando un escalón estarían los alimentos “procesados” (según el rótulo de la OPS-OMS): el puré de tomate, por ejemplo, o el atún en lata. Según Barruti, “en estos, si mirás la etiqueta reflejan aquello que vos querías comer. El ‘procesado’ es un aliado para la cocina y no debería tener conservant­es. En cambio, los ultraproce­sados tienen ingredient­es que no son de uso doméstico”.

Parece indiscutib­le eso de que “a más sano, más caro”. Sívori opinó que “a medida que va creciendo la identidad con los productos orgánicos, se van poniendo a precios más accesibles, pero todavía son más caros. Por un lado, la oferta es limitada en relación a la demanda. Y, además, este tipo de producción requiere mayor mano de obra, ya que la manipulaci­ón tiene que ser por vías alternativ­as a los productos convencion­ales… no podés mezclarlos”.

Aunque Barruti coincidió en que “en el supermerca­do, los orgánicos pueden ser entre un 40% y un 50% más caros”, aclaró que “no es así con los agroecológ­icos: tienen control bromatológ­ico pero no un sello puntual de agencia o instituto que haya chequeado la forma de producción. Y pueden ser iguales o más baratos que los convencion­ales”.

Para la periodista, “es momento de mirar a países como Chile y Uruguay, modelos en esto. Le muestran a la gente qué come, a través de un etiquetado negro con informació­n clara. Así se puede reorientar el consumo”. ■

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LUCÍA MERLE Sin químicos. Las huertas ecológicas suman opciones.
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ARCHIVO CLARÍN Ferias. Las de orgánicos fueron ganando protagonis­mo.

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