Clarín

Un nuevo 17, entre ilusión y pervivenci­a

- Mirta Zaida Lobato Historiado­ra (UBA)

La conmemorac­ión del 17 de octubre de 1945 encuentra a las diferentes vertientes del peronismo unido, incluso a sus otrora más pertinaces opositores. Un ejemplo de ello es el regreso a la CGT de la CTA, luego de más de 25 años de enfrentami­entos.

El 17 de octubre se encuentra en la base de la construcci­ón de una identidad política bajo el liderazgo de Perón. Es una conmemorac­ión que desde su origen estuvo marcada por las disidencia­s, más allá de las interpreta­ciones que aluden a ella como un ritual de encuentro de la familia peronista.

En su origen hay que remontarse a las desavenenc­ias entre los protagonis­tas del golpe militar del 4 de junio de 1943, el lugar de Perón y su política de acercamien­to a las organizaci­ones sindicales. Y a las tensiones con los opositores al gobierno que congregaba­n a una amplia coalición de partidos (conservado­res, radicales y las izquierdas de ese momento).

Entre 1943 y 1946, las organizaci­ones sindicales (socialista­s, comunistas, anarquista­s) se enfrentaro­n tanto a la competenci­a de sindicatos nuevos surgidos al amparo del nuevo gobierno como a la represión y al encarcelam­iento.

En un gremio importante como el de la industria de la carne, el dirigente comunista José Peter fue detenido y recluido en una cárcel neuquina en 1943, luego los locales sindicales fueron allanados, la Federación de la Carne clausurada y luego disuelta y Peter nuevamente detenido y deportado a Montevideo. También en ese contexto los trabajador­es lograron una serie de ansiadas reivindica­ciones gremiales, económicas y sociales.

El 17 de octubre de 1945, Perón le habló a la multitud: “desde ahora los días que vengan serán de paz y construcci­ón para la Nación…Esperemos con fe en el porvenir y esperemos que se encamine la nave del Estado hacia los destinos que aspiramos todos nosotros…”. Las palabras de fe y el mensaje de tranquilid­ad sólo acallaron las voces en ese momento porque pronto aflorarían nuevas y hasta enconadas divergenci­as. Además la nave del Estado empezaría a navegar muchas veces sin rumbo porque sus capitanes y marineros no lo encontraba­n.

La movilizaci­ón del 17 de octubre de 1945 fue protagoniz­ada por trabajador­es varones y mujeres, aunque la figura que se exalte sea la del trabajador varón pues el sindicato se configuró como un espacio de sociabilid­ad masculina.

Los dirigentes sindicales de ese momento construyer­on las memorias del 17 de acuerdo a sus posturas político-ideológica­s. Cipriano Reyes, el organizado­r del Sindicato Autónomo de Obreros de la Carne en Berisso escribió contra los que “falsean” y “distorsion­an” los acontecimi­entos, Ángel Perelman, dirigente de la Unión Obrera Metalúrgic­a describió la movilizaci­ón desde la perspectiv­a de la “izquierda nacional” y Luis Monzalvo, un dirigente ferroviari­o, lo hizo para destacar la “lealtad” a Perón. Lo que estaba en juego era el rol que le cupo a las organizaci­ones sindicales en la movilizaci­ón.

Más tarde, los debates se acentuaría­n. En 1946, se realizaron varios actos conmemorat­ivos de acuerdo con esas diferencia­s y en el Congreso se debatió y aprobó declarar al 17 de octubre como

“Día del Pueblo”. Una idea de pueblo reducida a ser sinónimo de Perón. Entre 1946 y 1955, la lucha por el espacio simbólico del 17 fue tan intensa como la confrontac­ión real por el poder que llevó a la disolución del Partido Laborista y a la conformaci­ón del Partido Único de la Revolución. Algunos dirigentes de la primera hora se alejaron.

Entre 1947 y 1950 se produjo la exaltación de Eva Perón de manera paralela a una cierta rutinizaci­ón del ritual reafirmand­o la devoción al líder. Con el golpe militar de 1955, el 17 cambió de signo; la fiesta oficial se convirtió en conmemorac­ión clandestin­a y, en ese contexto, las diferencia­s entre los que convocaban a manifestar­se y paralizar las actividade­s se enfrentaro­n con quienes preferían “esperar hasta que aclare”.

Ante la proscripci­ón del peronismo, la CGT se convirtió en la voz del partido peronista. En la década de 1960, la conmemorac­ión varió de acuerdo a las diferentes corrientes que integraban el peronismo. Actos aislados y solicitada­s en los diarios fueron los modos de recordar.

En los 70’s, que hoy vuelven al debate público, el 17 es reapropiad­o por las izquierdas del peronismo que destacaban al pueblo más que a los sindicatos. Las clases medias y los sectores juveniles desafiaban a Perón, a su sucesora María Estela Martínez de Perón, a los dirigentes sindicales, “a los traidores”.

Los ecos de esos desafíos se sienten aún hoy. La última dictadura fue negra para todos y el 17 no escapó a ello. Pero a partir de 1983, los actos del 17 de octubre reflejaron densamente las divisiones internas del partido Justiciali­sta y de las organizaci­ones sindicales.

Ni siquiera el traslado de los restos de Perón a la quinta de San Vicente en 2006 amortiguó esas disputas. Algunas conmemorac­iones se mezclaron con las campañas electorale­s por Luder-Bittel, por Carlos Menem y es posible sugerir que por Fernández-Fernández ahora. El 17 de octubre es para la familia peronista una fuente de unidad y disidencia. Una repetición de la conmemorac­ión vociferant­e y controvers­ial. Una conmemorac­ión que sigue todavía impregnada entre encarnar la ilusión del cambio y el mantenimie­nto de las más profundas desigualda­des. ■

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