Clarín

UNA FAMILIA IDEAL Entre un marido “botinero” y la maternidad

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“¿Hoy vas al club? ¿Te entrenás? ¿Jugás? ¿A qué hora volvés?”. Las preguntas se multiplica­n cuando Carolina y Thiago salen del colegio al mediodía y Pipi los va a buscar. “Cuando me toca jugar un día de semana, a veces les doy de comer y otras les dejo la comida preparada o con mi mamá o la otra abuela. Ya están acostumbra­dos”, cuenta sobre sus hijos de 12 y 5 años. Él es arquero -”aunque es medio vago”, cuenta mamá-, mientras que ella practica todos los deportes, entrena boxeo con el abuelo y sueña con el hockey.

La maternidad fue deseada, pero los embarazos, muy distintos. Con Thiago engordó 13 kilos, bajó 15 y decidió volver a jugar apenas siete meses después de parir. “Con la nena, en cambio, me costó muchísimo. Tendría 4 o 5 meses cuando me llamaron para ver si podía ir a jugar contra Independie­nte -cuenta-. No me había entrenado nada. Pero fui, entré desde el banco e hice un gol de tiro libre. A la otra semana, jugábamos con Platense y estábamos justas. No quedaba otra que ser titular. Nunca me había pasado que mi mente pensara algo y la mente no me respondier­a”, agrega entre risas.

“Siempre me costó mucho dejar a los nenes, pero era lo que yo hacía, eran dos o tres horas y volvía”, dice. El cuerpo se acostumbró rápido, como sus hijos al trabajo de mamá. Ese que disfrutan desde el patio de casa. ¿Y su marido? “Lo conozco de siempre. Él ya sabía que yo era futbolista, así que es un botinero, ja. Me ayudó bastante y me impulsó para que jugara al fútbol”, admite.

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