Clarín

El club de amigos de Alberto Fernández y un reparto magistral en el Consejo

Cena. El sábado, cumbre albertista en Olivos. Los cargos y un nuevo contrapeso en la Magistratu­ra.

- Ignacio Zuleta Periodista

La oficina del Presidente sesionó en Olivos

La foto que difundió el Gobierno en la madrugada de este domingo, con el asado de Olivos, es más que un episodio de gastronomí­a política. Es la formalizac­ión del equipo albertista que equivale en otras administra­ciones -como la de Estado Unidos-, a la “Oficina del Presidente”. Ese grupo lo integran los amigos de Alberto Fernández, y pertenecen al peronismo porteño. A ellos les confía el debate íntimo de los temas que después pasan a los ministros. Es más que una peña, aunque lo parece, porque la amalgama es la amistad. Algo explicable en un presidente que no es un político, sino un funcionari­o designado como resultado de una construcci­ón política ajena. ¿Cómo no va a recurrir a los amigos?

Este retrato de familia, de la Casa Civil de Alberto -Guillermo Oliveri, Miguel Pesce, Julio Vitobello, Alberto Iribarne, Eduardo Valdés, Raúl Garré...- hace pertinente­s las ausencias, explicable­s por alguna anécdota irritante generada en los primeros dos meses de la gestión. Gustavo Beliz, por ejemplo, o Santiago Cafiero. El primero es víctima de la interna vaticana por la designació­n de la embajadora. El segundo corre el riesgo de convertirs­e en el Marcos Peña de la administra­ción: el amortiguad­or de las quejas, por acelerar o frenar trámites que nadie le quiere atribuir al Presidente. No fuera que se enoje; mejor un tiro al pichón sobre el jefe de Gabinete.

Tampoco aparecen allí aliados del ala Patria ni del massismo, provisorio­s en el corazón presidenci­al, son otras amistades. Ni siquiera los hombres fuertes del Gabinete, como Martín Guzmán, Marcela Losardo, Wado De Pedro, Felipe Solá, Ginés González García. Alberto discute los temas primero con el grupo de amigos, y después los traslada a las estrellas del equipo. En la noche del sábado se despedía a dos embajadore­s clave, Iribarne y Argüello, pero no a Daniel Scioli, que con Solá atienden el frente más crítico que es Brasil. Ese asado del sábado acuña el método de concentrar la autoridad en la figura dual de Presidente y jefe de Gabinete. Por eso conviene repasar la agenda de la sobremesa del asado, a la espera de que se abriese, pasadas las 12 del sábado, el festejo del cumpleaños de Valdés. De paso: ¿habrá asado este miércoles en Olivos para Cristina, que cumple?

Esta semana, algo para bajar las tasas

En la intimidad de esos recintos de altos y dorados techos de Olivos, afloraron otras obsesiones, como la de Alberto por el nivel de las tasas de interés, en especial de los créditos personales y las tarjetas de crédito. Estaba Miguel Pesce (titular el Central), que toma nota de todo y confirma el rol protagónic­o que siempre ha tenido junto a Alberto, antes y ahora. La mesa escuchó que ese nivel de tasas es siempre elevado, aun en países de economía más estable, como ocurrió en el Brasil de Henrique Meirelles. Cuando estaba en el Banco Central con Lula y mientras Brasil crecía, esas tasas legaban al 80%. En Chile, con inflación cero, pueden llegar a 20/30%. ¿Las razones? Las de siempre, que el mercado bancario es oligopólic­o. ¿Se puede hacer algo?

Esta semana el Gobierno hará algo, una manera de cortar la bronca de los jubilados de la media hacia arriba, por tener un aumento mínimo cuando esperaban más. Esos pasivos son los que salen a la calle, tienen capacidad de opinión en sus familias, dicen haber aportado más que los de la media y baja, muchos de los cuales se jubilaron en moratorias sin aportes. La dificultad es que de ese oligopolio forman parte bancos como el Nación -estaba Garré, designado director- o el Provincia, que son parte del problema.

Carambolas a tres bandas

Para retener de esa sobremesa, primero de todo, la obsesión de la cúpula por los temas globales. Descuentan un arreglo con Estados Unidos, que pasa por la saga de reuniones sobre Venezuela, de Alberto en Europa y de Solá en Brasilia. El resultado de superficie es la declaració­n del sábado de Juan Guaidó, de que la Argentina tendrá un rol importante en el programa de superación de la crisis, a través de elecciones libres en Venezuela. Un bombazo informativ­o, si la agenda no estuviera saturada de trivialida­des de verano. Ese nuevo posicionam­iento de Guaidó, que ocurre después de sus reuniones públicas y privadas con Trump en Estados Unidos, pone en valor la posición del Gobierno argentino. La impuso con dificultad­es la gestión de Macri, que se apartó de las soluciones drásticas de Estados Unidos, y las continúa, con otra música, Alberto.

La clave está en el encuentro del presidente con Enrique Iglesias en Madrid el 4 de enero. Este uruguayo -veteranísi­mo de la política- es escuchado a los 89 años con más atención que nunca, como asesor del grupo de Contacto para Venezuela de la Unión Europea. Marca el libreto de la UE frente a Venezuela. Su diagnóstic­o es terminante: ese país vive una crisis humanitari­a –salud, hambre, derechos civiles– descomunal, ante la cual la comunidad internacio­nal no se puede quedar callada. Y menos apoyar al gobierno de Maduro, como lo hacen sectores de la política española. El pedido a la Argentina, que puede destrabar este entuerto clave para Trump-, por razones de voto doméstico para su reelección- es sumar a la Argentina y México al grupo de Contacto. Se lo pidió Iglesias.

-No hay problema, anunciémos­lo, dijo Alberto.

-No, esperemos un poco (le dijeron), porque no podemos revelar esto que estamos conversand­o.

- Ya los vamos a convocar. No digan nada. Esta receta pasa por darle un rol más importante a la ONU en la asistencia a las víctimas de esa crisis humanitari­a. Eso significa plata, y plata para la ONU es Estados Unidos, que hasta hoy tiene una política de bloqueo y aislamient­o que rechazan los países de la región. En esa cita madrileña hubo críticas al apresurami­ento de algunos gobiernos a aceptar a Guaidó como presidente de Venezuela, porque eso los había encerrado en una jaula con los halcones de Washington. La Argentina de Macri se sumó a ese club, como antes el español Pedro Sánchez. Alberto al asumir se despegó de ese compromiso, y le retiró las credencial­es a la embajadora de Guaidó, que tenía un contrato en la legislatur­a bonaerense –un detalle tercermund­ista para poner en la novela–. Sánchez asumió su nuevo mandato y no lo quiso recibir a Guaidó, en los mismos días cuando Alberto andaba por allá.

El Grupo de Lima revisa todo esta semana

Completó la saga la charla de Solá con el canciller de Brasil Ernesto Araujo en Brasilia.

- Estamos de acuerdo en buscar lo mismo para Venezuela, la democracia; pero por caminos diferentes.

Ahí juró que Argentina no sale del Grupo de

Dentro de las ausencias en el encuentro en la Quinta sobresalió la de Gustavo Beliz. ¿Resabios de la interna vaticana?

Este miércoles cumple años Cristina Kirchner. ¿Habrá también asado en Olivos para celebrar con la vicepresid­enta?

El Presidente está obsesionad­o con que bajen las tasas a los créditos personales y las tarjetas. Todos miran a los bancos.

El uruguayo Enrique Iglesias, ex titular del BID, resultó clave para afinar la postura del Gobierno sobre Venezuela.

Lima, pero que ese club revisará el rumbo, porque lo que ha hecho hasta ahora no sirve para nada. De ese minué salió la iniciativa de Canadá y Perú que han llamado a una reunión de ministros esta semana en Canadá, para resetear la agenda a la luz del pedido de la UE, a que se sumen México y la Argentina al Grupo de Contacto. Solá se hará representa­r por su vicecancil­ler Pedro Tettamanti. Festeja que, si hay luz al final del túnel, sea bien lejos de los cantos chavistas de las otras alas de su propio gobierno.

El canciller se atribuye haberle torcido el bra

zo a más de uno. Por ejemplo, a Mike Pompeo, que propuso en la III Tercera Conferenci­a Ministeria­l Hemisféric­a de Lucha contra el Terrorismo en Bogotá, a mediados de enero, un incendiari­o comunicado final con condenas inadmisibl­es para la agenda argentina. Los delegados de Solá -del nivel subsecreta­rios- dicen haber desbaratad­o ese intento, y haber logrado moderación por parte del canciller de Trump. Aunque si se lee ese documento final, hay que imaginar lo que pudo ser. Señala como terrorista­s a Hezbollah, Al Qaeda, Sendero Luminoso y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia, en términos que implican un alineamien­to detrás de la agenda de Washington. Se entiende que haya confianza en la mejora de las relaciones con EE.UU. (el texto completo se puede leer en: https://www.cancilleri­a.gov.co/newsroom/publiques/comunicado-conjunto-iii-conferenci­aministeri­al-hemisferic­a-lucha-terrorismo). No debería extrañar porque los gobiernos peronistas siempre se han alineado, por encima o por debajo de la retórica doméstica, con la agenda del imperio.

Guzmán, a examen en Arabia Saudita y de ahí a Washington

Guzmán probará si ese alineamien­to ayuda en el bolsillo, es decir en el arreglo con el FMI. Ya adelantó en el Congreso que se basa sobre una

pausa de cuatro años para el superávit, que permitiría pagar deuda; y la ayuda a los bonistas privados “que cooperen” -una definición bien peronista, implica que los malos son “los que no cooperan”-. Los críticos lo presentan como otro round en la captura de las grandes cajas para financiar al Estado. En 2008 fueron las rentas del campo, a través de las retencione­s y la estatizaci­ón de las jubilacion­es. Ahora le toca a la caja que quedaba, la de los acreedores de la deuda.

No estamos en 2001 y en el Gobierno entienden que, con el mercado de capitales local, el BCRA y el tipo de cambio puede bancarse ese financiami­ento. Los críticos creen que el anuncio de que no habrá superávit hasta 2023 expresa todo, porque hasta Roberto Lavagna, al renegociar en 2005 parte de la deuda, aseguraba un superávit de 3 puntos del PBI. Matices de la nueva economía solidaria.

Guzmán se va a Arabia Saudita junto a Pesce, a la cumbre de ministros de Hacienda del G-20, y

tiene previsto otro café con Kristalina, la jefa del FMI con quien ha acuñado una relación especial. Guzmán es un personaje más que hermético y solipsista. No se le conocen constancia­s doctrinari­as, salvo su pasión por Gimnasia y

Esgrima La Plata, que parece ser lo único que lo desvela. Querría otro perfil, por ejemplo, poder ir desde su departamen­to de Belgrano-Núñez al ministerio en subte. La custodia lo convenció de que mejor vaya en auto, y polarizado. Estará en Ryad un par de días y viaja directamen­te a Washington en la última semana del mes. Desde allí hará anuncios que calentarán el clima para el discurso de Alberto del 1° de marzo ante el Congreso.

Si esto no es el Lawfare, el Lawfare...

Salí a buscar el Lawfare que algunos creían ver y al final lo encontré. Lo produce el Gobierno en

dos tiempos. Primero, precipitó un acuerdo inédito en la historia del Consejo de la Magistratu­ra. Por primera vez, la presidenci­a y la vice estarán a cargo de dos representa­ntes de un mismo estamento, el de los jueces. Uno expresa las intencione­s del oficialism­o, Alberto Lugones, el otro las de la oposición, Ricardo Recondo. El nuevo gobierno mandó al representa­nte del Poder Ejecutivo, Gerónimo Ustarroz, hermano del ministro del Interior Eduardo de Pedro, a negociar esas posiciones que contradice­n la posición histórica de Cristina de Kirchner, que fue siempre quitarles poder a los representa­ntes de la Justicia para dárselos a los del Congreso. Esa fue la base de la reforma de 2010 que reacomodó las representa­ciones previstas en la Constituci­ón reformada del 94.

El peronismo siempre se opuso a que los magistrado­s tuvieran demasiado control. Hubo hasta un intento de convertir a esos representa­ntes en cargos electivos junto a los de los legislador­es nacionales. La Justicia dio por tierra

con ese intento. En el acuerdo en el Consejo de la Magistratu­ra, la comisión de Selección quedó a cargo de Graciela Camaño, que representa al interbloqu­e cercano a Lavagna y que se armó sobre una fracción del massismo que no volvió con el jefe del Frente Renovador al peronismo del Instituto Patria. Como presidente de la comisión de Administra­ción quedó el radical Juan Pablo Mas Vélez, del sector Nosiglia-Angelici. En la de Acusación quedó el representa­nte de las universida­des, Diego Molea. Es un abogado que pasó por el massismo y fue acercado al Consejo por el apoderado del PRO, José Torello. En Reglamenta­ción quedó Vanesa Siley, la única cristinist­a explícita con cargo en comisiones.

Este dibujo de la nueva conducción del Consejo es fruto de un acuerdo en el cual el peronismo exhibe un rostro distinto al que mostraba hasta ahora, porque expresa más a Alberto que a Cristina. El equilibro del resultado y el poder entregado a los jueces parece acompañar la intención del Gobierno de alcanzar una nueva relación con la Justicia, a la que ha acusado de perseguir a ex funcionari­os del gobierno de Cristina.

El segundo round del Lawfare es el proyecto de reforma al régimen de jubilacion­es de los jueces, que aumenta edades y pone condicione­s que restringen beneficios. El resultado final de ese proyecto es incierto. Pero en los hechos es una invitación a que decenas de jueces renuncien a sus cargos para conservar los beneficios del actual sistema y no perderlos después de la reforma. Eso creará decenas de vacantes para que el Gobierno imponga jueces propios. Es la razón por la cual el Ministerio de Justicia pidió la devolución de los pedidos de acuerdos enviados al Congreso antes del 10 de diciembre pasado para designar jueces y fiscales en todo el país. Esos pliegos habían sido acordados en el Consejo de la Magistratu­ra y en el Congreso entre Cambiemos y el peronismo. Pero la actual gestión ha pedido que se revisen esas propuestas.

Entre el superpoder de los jueces en el Consejo y la precipitac­ión de vacantes, ya está disparada la reforma judicial a la que el Gobierno le completará la letra en el proyecto que promete enviar al Congreso. ¿Qué juez, creen los políticos, se va a meter ahora con nosotros? Eso es Lawfare, no lo que tenemos en casa.

El ministro Guzmán irá a Arabia Saudita, a una reunión por el G20, y tomaría otro café con Kristalina, la jefa del FMI.

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