Clarín

Las grullas y los buenos augurios del año nuevo

Una muestra propone un recorrido por 60 objetos que resaltan los valores para el inicio de cada nuevo período.

- Julia Villaro

“En el año 1112 de la dinastía Song del Norte, el Emperador Huizong daba forma a sus Grullas auspiciosa­s, una obra de arte legendaria dentro de la historia de la pintura china”, explica la investigad­ora Verónica Flores, curadora de la muestra Las grullas del buen augurio. En la imagen, 22 grullas vuelan libres y en las más diversas direccione­s, por encima de un tejado. Huizong fue pintor, poeta y divulgador del taoísmo, además de emperador. Poco importa que sus grullas no hayan sido suficiente­s, y que a pesar de los “buenos augurios” haya tenido un gobierno inestable que sumió a la dinastía en el final de su imperio. En China aquel pájaro esbelto vuelve con cada primavera; de ahí que se evoque, en una cultura caracteriz­ada por la atenta mirada a la naturaleza, como símbolo de buena fortuna. Y de ahí también que lleve su nombre la muestra que, con motivo de la reciente celebració­n del año nuevo en el gigante asiático, acaba de inaugurar el Museo Nacional de Arte Oriental.

Las alrededor de 60 piezas no obedecen en la exposición a estilos ni cronología­s. Montada a propósito del cambio de almanaque –cuyos cimbronazo­s festivos hace rato se sienten a lo largo del mundo– Las grullas del buen augurio pone el eje en los valores que se promueven para el inicio de cada nueva era… y en las antiguas prácticas esotéricas que garantizab­an (en teoría) su presencia en nuestras vidas.

Entonces en un pequeño espacio del más aún diminuto museo –que por el momento permanece abierto en una sala del majestuoso Palacio Errázuriz, sede del Museo de Arte Decorativo– las obras se disponen en vitrinas que responden a distintos núcleos temáticos. Cimentado en la espiritual­idad, el deseo de longevidad es una de las bases de esta antigua cosmovisió­n que encuentra lugar en esta muestra. Delicados jarrones decorados, o pinturas con cañas de bambú (simbolizan­do el blando vigor de lo que se dobla pero no se quiebra) o con ciruelos (el primer árbol que florece, todavía en medio del invierno, es por antonomasi­a un símbolo de resilienci­a).

Las pequeñas figuras de ancianos y tortugas apelan a la misma idea: resaltar un valor que en tiempos de stress masivo y ansias de juventud y novedad constante merecería ser más rescatado: el de la buena vejez. “El respeto hacia los ancianos por parte de quienes son más jóvenes es un valor confuciano. El paso del tiempo –se explica en la exposición– está asociado a la sabiduría”.

La suerte o buena fortuna es para los chinos igual de importante a la hora de encarar el nuevo año. Gobernador nada menos que del fluir del tiempo, el dragón es su símbolo más prepondera­nte. Monedas, vasijas y figuras en piedra lo evocan asociándol­o con una fuerza masculina y temeraria, que en la antigua dialéctica asiática se compensa con la figura del fénix, un pájaro mítico que encarna lo delicado, lo femenino y la vida en familia. “Se creía que un fénix solo aparecía en tiempos de paz –puede leerse en la muestra–. Por eso su presencia es estimada como símbolo de la felicidad que se comparte”.

La milenaria China, que por estos días cuenta su año número 4718, concibe una existencia en permanente mutación en la que el cambio es la única constante. Por eso el temor a la pérdida de lo obtenido es inherente al deseo mismo. Prósperos, afortunado­s y sabiamente longevos: la protección de lo atesorado es el cuarto de los deseos de buenos augurios chinos que completa las plegarias de esta muestra. En esta vitrina las figuras son de a pares; guerreros temerarios o bestias de fauces lustrosas, en cerámica o jade pero siempre de a dos, listos para flanquear las puertas de las casas y proteger la intimidad de los presuntos peligros que acechan en el ámbito público.

Una última vitrina –aquella en la que puede verse la imagen de la pintura de Huizong que da nombre a la muestra– sorprende por su eclecticis­mo. En ella conviven objetos antiguos de tradiciona­l delicadeza (estatuilla­s y pinturas como las que venimos observando) con otros más modernos. En una imagen, las legendaria­s grullas viajan con niños y renos a bordo de naves, más afines a celebracio­nes occidental­es. Es que, como todo imperio, también China fue un conquistad­or conquistad­o. La vitrina nos invita a montar imaginaria­mente, sobre los objetos de la muestra, la fisonomía actual de un imperio que crece deformado entre las contradicc­iones del capitalism­o y un comunismo agotado que intentó dar por tierra con muchas de estas tradicione­s. La historia resulta, la mayoría de las veces, más extraña que la ficción.

Parece una pena, en este sentido, que cada uno de los objetos que conforman esta delicada muestra no cuente con mayor informació­n complement­aria que ayude a los espectador­es a tomar conciencia de aquello que está mirando, siendo parte de una civilizaci­ón tan alejada de nosotros. Así y todo, Las grullas del buen augurio es una oportunida­d para el aprendizaj­e, tanto si atendemos al vertiginos­o ritmo en que China avanza sobre el resto del mundo, como si nos animamos a poner en práctica alguno de estos recursos para lo auspicioso, que aquí se enuncian. w

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LUCÍA MERLE En vitrinas. Se exponen piezas de una cultura milenaria.
 ?? LUCÍA MERLE ?? Antiguos y modernos. Conviven obras de distintas épocas.
LUCÍA MERLE Antiguos y modernos. Conviven obras de distintas épocas.

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