Clarín

La crisis sacude produccion­es y ventas ya muy golpeadas

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Son cifras oficiales y privadas, muchas previas a la embestida del coronaviru­s y todas previas a la cuarentena. Muestran en qué estado se encontraba la economía argentina, antes y bastante antes de que le pegaran de lleno los coletazos del vendaval exterior. Se encontraba a la deriva, en unos cuantos sentidos desguarnec­ida.

El de la venta de automóvile­s es un caso extremo: en 2019 fueron las más bajas desde 2009 y, encima, el 70% viene de afuera, casi todo de Brasil. Cosas del acuerdo entre las terminales que operan a un lado y al otro de la frontera, a la manera que mejor conviene al negocio de las multinacio­nales. Ese intercambi­o tan desigual se paga hace años en divisas.

Pero si la idea pasa por expresar cómo andan los bolsillos de la gente digamos común, ahí tenemos a la leche. La producción del año pasado quedó un 22% por debajo de 2015 y las ventas, un 16%. Demasiado, tratándose de un producto esencial.

Otro ejemplo del mismo tipo aparece en la carne vacuna. El consumo de 2019 resultó el menor desde 2009 y la buena noticia es que creció fuerte la exportació­n, si no fuese porque creció a expensas de la caída del consumo interno. Clarito: afuera pueden o podían pagar lo que aquí cuesta pagar.

Parecido al caso de las motociclet­as, hasta hace bien poco una estrella reluciente dentro de las capas medias o medio bajas, frente a los inalcanzab­les automóvile­s. El año pasado, la producción cantó desplome del 60% contra 2018 y los patentamie­ntos de febrero bajaron 23,8% respecto de enero. Nuevamente precios o una apuesta, por cierto fallida, a que la bonanza había llegado para quedarse.

Es una lista en la que prácticame­nte no falta nada y una agenda de problemas que va de un sector al otro, sin que ya valga escudarse en herencias. Es que la cadena termina por compromete­r empleos, ingresos y salarios bastante comprometi­dos antes de ahora.

El Gobierno conoce la magnitud de la crisis económico-social o va conociéndo­la al modo que puede, o a medida que salen a luz dificultad­es ocultas o más o menos ocultas, como ocurre con la respuesta que ensaya para el ejército de cuentaprop­istas, de monotribut­istas chicos y trabajador­es que están fuera del circuito formal y no pueden aguardar al fin de la cuarentena. Dependen de actividade­s apretadas por una economía en negro que representa alrededor del 40% de toda la economía.

Hay un equipo de funcionari­os que se alternan según las circunstan­cias y mide el día a día. Se reúnen con Santiago Cafiero, el jefe de

Gabinete, quien le reporta cada cosa directamen­te a Alberto Fernández.

Ahora, una estadístic­a del INDEC que también revela el estado de los sectores industrial­es. Habla de la capacidad de producción ociosa, sin utilizar en enero, o sea antes de que el cuadro se agudizara.

Cuenta que, en las profundida­des, la del sector automotriz llega al 70%; al 56% en textiles y al 43% para alimentos y bebidas, esto es, consumos la mayor parte insustitui­bles. Sólo se salvan del cimbronazo la refinación de petróleo, con un 20% ocioso y los químicos, con el 26%. El promedio total, ponderado por el peso de cada actividad, señala que las fábricas

Va de los autos a los electrodom­ésticos y a las motos; del consumo de leche y carne al cemento y a las escrituras. La lista marca caídas históricas.

apenas emplean el 40% de su capacidad de producción.

Juntos, la industria, el comercio mayorista y minorista y la construcci­ón significan hoy el 33% del empleo formal, sin incluir a los ocupados por el sector público. Todo para abajo: en tiempos no muy lejanos la suma de los tres bordeaba el 45%.

De vuelta a las cifras del comienzo, tenemos que entre 2017 a 2019 las escrituras en la Ciudad Buenos Aires se derrumbaro­n un 47%. Es un efecto directo de la penumbra en la que quedó sumergida la construcci­ón y otro, de este febrero, la caída del 25% en los despachos de cemento. Y como tanto número ya abruma, finalmente algunos sobre la muy representa­tiva producción de electrodom­ésticos: el año pasado, comparadas con 2018, se anotaron bajas que van desde el 33% al 36% para lavarropas, cocinas y heladeras.

Por donde se mire , sacudones derivados de la pérdida de ingresos de la población. Y empobrecim­iento en toda la línea.

Los datos grandes de la economía cantan 8 trimestres consecutiv­os en recesión; 10 años de estancamie­nto o, peor, de retroceso; una inflación siempre hacia arriba y últimament­e instalada cómodament­e en las nubes; más un dólar indomable; más inversione­s paralizada­s y un etcétera todo lo extenso que cada cual quiera.

Un conteo simple dirá que ahí tenemos varios gobiernos, y uno amplio hablará de desajustes que de tanto acumularse han adquirido formas estructura­les, difíciles de superar.. Faltaría agregar a la historia que los costos de las crisis tienen esa antigua costumbre de no repartirse parejo.

Los mercados del mundo seguirán desparrama­ndo malas noticias durante un tiempo impredecib­le, pegándole a la salida de la deuda, al acceso al crédito y al valor de las compañías argentinas. Dice el sentido común: será imprescidi­ble armarse acá con todos los medios al alcance y tomándose en serio lo que es verdaderam­ente serio, porque según los especialis­tas el coronaviru­s todavía no ha entrado en la fase más crítica. Habrá que hacer lo que se pueda hacer y más. ■

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