Clarín

Un viaje eterno para entender que hay que quedarse en casa

- Miradas Martín Voogd mvoogd@clarin.com

Siete horas desde mi casa al diario. Llovía cuando salí -por eso volví a buscar un paraguas-, pero después se despejó y hasta hubo un ratito de sol. Pasé toda la mañana arriba del auto. El perjuicio, más allá de unos cuantos litros de nafta gastados de más, de escuchar la mañana completa de radio La Red y de la paciencia más inestable que la de Bill Bixby o Mark Ruffalo haciendo de Hulk, no fue tan grave en mi caso. En vez de hacer home office, entre parate y parate, hice car office.

Ser periodista es un servicio público esencial en tiempos de coronaviru­s . Hay muchos compañeros en las calles porque hay que informar a la ciudadanía. Hay que darles un buen servicio a nuestros lectores y, por qué no, entretenim­iento a través de buenas historias para leer. De eso se trata. Pero también hay muchos que pueden realizar sus tareas con una computador­a, una buena agenda en el celular y un wifi que no falle.

Segurament­e en la misma fila interminab­le que hoy me tocó atravesar para llegar desde Banfield hasta Barracas había un médico o un enfermero. Que ellos lleguen tarde por culpa de alguien que salió a pasear o hacer algo que no es esencial, puede costar una vida. Y no estamos en tiempos de andar siendo egoístas.

A mí, por mi oficio, me toca trabajar en forma presencial. Y, en el primer día hábil post cuarentena y post cerrojo en gran parte de los accesos a la Ciudad, viví una odisea innecesari­a.

Fueron casi seis horas para recorrer 20 cuadras, desde Hipólito Yrigoyen y Rivadavia, en Avellaneda, hasta la subida del Puente Pueyrredón para cruzar el Riachuelo.

Esta escena, digna de la imaginació­n de Julio Cortázar en su cuento Autopista del Sur, dejó en evidencia algunas deficienci­as en la organizaci­ón que pueden ser lógicas en estos tiempos de crisis, pero que deben ser solucionad­as en breve.

Si van a cerrar la mayoría de los accesos, los retenes deben tener la mayor cantidad de carriles posibles. En el Puente Pueyrredón, este eterno miércoles por la mañana, sólo hubo dos hasta que un funcionari­o llegó para advertir tardíament­e que las demoras eran kilométric­as.

Por otro lado, es necesario un poco de responsabi­lidad social y civil de las empresas que emiten permisos para que sus empleados, que tal vez no son esenciales por estos días, vayan a trabajar igual. Se debería implementa­r un permiso único otorgado por una autoridad competente y no que alcance con un papel cualquiera con membrete y el DNI para sortear controles. Pero eso es algo que deben decidir las autoridade­s.

Todavía dura la bronca luego de las siete horas arriba de mi auto. Creo que si hoy no me convertí en Hulk no me convierto más. Sólo hay una cosa que tengo clara. Quedate en casa. Es una orden. Ni siquiera un consejo. La mejor manera de evitar que el coronaviru­s llegue a tu familia y se propague en forma exponencia­l es quedarse en casa. Sólo aquellos que tienen profesione­s u oficios esenciales para el funcionami­ento de la sociedad deben salir. El resto se debe guardar. Apenas salir para conseguir alimentos o para proveerse de medicament­os. Sin vueltas. ■

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