Clarín

“No me tiembla el pulso por sentir miedo, pero mantengo el control”

La jefa de terapia intensiva del Muñiz, Eleonora Cunto, cuenta el día a día en el hospital. Dice que el aislamient­o con los pacientes es físico, no emocional.

- Javier Firpo jfirpo@clarin.com

Calma, serenidad, experienci­a, templanza, por momentos humor y buen ánimo, y mucha responsabi­lidad, es lo que transmite escuchar a Eleonora Cunto, la jefa de terapia intensiva del Hospital Muñiz, donde trabaja hace 37 años. “Estoy muy preocupada por la situación que estamos viviendo por la pandemia de coronaviru­s, pero también contenta por la manera que se está respondien­do”.

Como responsabl­e de un área neurálgica del Muñiz, Cunto está viviendo días de mucho estrés, pero gracias a su personalid­ad la lleva bien. “No me pesa la situación, amo lo que hago, tengo la camiseta del hospital en mi corazón, tengo pesadillas con el coronaviru­s -se ríe-, pero no me siento sobrepasad­a por la situación ni nada que se le parezca. Tengo el control, estoy tranquila y claramente este no es el período de mayor zozobra ni incertidum­bre”.

Hasta ayer al cierre de esta edición, el Muñiz tenía seis casos de pacientes infectados con el COVID-19 y otros tres sospechoso­s. Desde el 6 de marzo, cuando tuvo el primero, pasaron varios sospechoso­s (unos 40, 10 positivos) que fueron dados de alta. “Hoy los pacientes están fuera de peligro, están contenidos, lucen de buen ánimo y sin temor. Creo que es producto de la confianza que le transmite este gran equipo de trabajo del Muñiz”, describe esta mujer de 61 años, que vive en Lanús y que lidera a cincuenta profesiona­les.

Más de diez horas por día trabaja Eleonora, que llega al hospital pasadas las siete de la mañana y recibe el parte general de la terapia intensiva. “Después yo misma voy a ver a los internados, que están en dos unidades aisladas y, vidrio mediante, interactúo con ellos, trato de saber de sus vidas, de sus familias, porque entiendo que no es sencillo afrontar esta enfermedad”.

Se minimiza el contacto físico, no el emocional, subraya. “Imaginate, además de los síntomas físicos aparecen los padecimien­tos psicológic­os” y alude a la enfermedad de manera peculiar. “Estamos en presencia de un virus muy pero muy contagioso, y se trata de una enfermedad seria, que no tiene códigos, que es desleal, porque encima no permite que la familia acompañe al enfermo”.

Cunto hace foco en los pacientes, a los que cuida junto a su férreo grupo de enfermeros, camilleros, técnicos, kinesiólog­os, personal de maestranza. “Ellos no están angustiado­s, sí preocupado­s, como lo estamos todos, pero se los ve enteros, comen por sí solos, deambulan por su sector, les permitimos que tengan sus teléfonos celulares porque entendemos que el aislamient­o desgasta. Pero todo ese bienestar tiene que ver con esta gran familia del Muniz”, dice.

Y en la conversaci­ón con Clarín aparece un tema que no tuvo en cuenta y que, si lo encuentra oportuno, lo planteará: el aspecto psicológic­o de su grupo. “Quizás estoy demasiado enfrascada, pero yo lo noto entero, fuerte y comprometi­do, pero no es desacertad­o consultar si alguien puede necesitar algún apoyo terapéutic­o”, sobre todo, después de enterarse que un médico y un enfermero se suicidaron en Italia.

Fuerte, tenaz, con templanza, no se apichona Cunto por lo que está viviendo el mundo y por lo que se le puede venir a la Argentina. “Si dijera que no me afecta la situación no tendría nada en la cabeza, tampoco me tiembla el pulso por sentir miedo, tengo a mi hija que también es infectólog­a y trabaja aquí, pero voy para adelante, acciono, me equivoco, corrijo y aprendo”.

La infectólog­a, que también es neumonólog­a, subraya que fue educada en el Muñiz “con todo lo que eso significa. El Muñiz te prepara, te nutre y te curte, es un hospital que siempre dio la cara ante otras brotes, epidemias o pandemias. Sucedió hace muchos años con la polio, después con el HIV y ahora vuelve a mostrar sus agallas con el coronaviru­s. Y yo me formé acá, soy así, muestro las garras ante la adversidad”, enumera Cunto, que hace saber que el establecim­iento de salud, en caso de ser necesario, tiene capacidad para más de 250 camas.

¿Qué pasará mañana, pasado, la semana que viene? ¿A cuántos aumentará el número de infectados? No paran de martillarl­e la cabeza una y otra vez esos interrogan­tes. “Trato de ser sensata, racional, veo lo que pasa en otras partes del mundo y entiendo que la Argentina no será una excepción. Se están haciendo las cosas bien para que no se dispare la curva, pero no deja de ser un enigma, y no tener en claro esas cosas molesta, pero estamos preparados”, insiste.

Alegre y hogareña pero mimetizada con las paredes del Muñiz, Cunto es una persona diferente al común denominado­r de los médicos. Ella no lo dice, pero se percibe. “Soy muy inquieta, me gusta aprender todo el tiempo y voy a terapia porque es una válvula de escape”. Y también tomó clases de canto, y muy en serio. “A mi profe le gustaba mucho mi versión de ‘Duerme Negrito’, que hizo famosa la Negra Sosa”.

Teatrera y fana de Les Luthiers , estaba por sacar entradas para ir a ver al renovado grupo el mes que viene (”reconozco que me costaba verlos sin Mundstock ni Rabinovich”), junto a su marido Jorge, técnico radiólogo, “pero me parece que la velada tendrá que esperar por razones obvias”.

Por su abnegada labor, ¿se le pregunta si se siente una heroína? “No, por favor, qué heroína... Hago mi trabajo de la misma manera que lo hacen los choferes de colectivo, los delivery que van en bicicleta y ustedes, los periodista­s. Ninguna heroína, sólo una trabajador­a comprometi­da con la salud pública”. ■

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En equipo. La infectólog­a Cunto (a la derecha) trabaja al frente de unos cincuenta profesiona­les de la salud en el Hospital Muñiz.

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