“No nos une el amor, sino el espanto”
De repente todo cambió. Las cosas importantes, si las hay, le dieron lugar a las urgentes. Desde Siberia a Tierra del Fuego hay una sola palabra: coronavirus (Covid 19). Nunca vi algo igual. Ni cuando se juega un Mundial de Fútbol, con los Juegos Olímpicos o durante la asunción del Papa. Llegó el virus más democrático de la historia. No respeta clase social, raza o religión. Ataca a todos por igual. Y acá es donde se termina el enfrentamiento. Estados Unidos y Rusia tienen un enemigo en común. Como así también lo tienen los israelíes, los árabes, iraníes, capitalistas, veganos, abortistas, providas, republicanos, demócratas, peronistas, liberales, comunistas, ortodoxos, laicos. Así podemos continuar con todos los enfrentamientos habituales que vivimos día a día.
La Argentina no es la excepción, el discurso de hace una semana de Alberto Fernández fue muy bien recibido por la población debido en gran parte a que a su lado estaban los dirigentes de la oposición apoyándolo. Los medios están cumpliendo una gran labor. Más allá de que vivimos en este país y nos hemos acostumbrado a que nos mientan, esta vez creemos. Creemos en la prevención, creemos en un sistema sanitario que pueda abastecer a todo el que lo necesite, pero fundamentalmente creemos en la gente. En el auto cuidarse, más allá de algunos irresponsables, la gran mayoría de la población acata las órdenes del gobierno y está en cuarentena absoluta.
Tal vez las cosas no sucedan de casualidad. Y este momento sirva
para reflexionar. Para mirar al que tenemos al lado y considerar que piensa distinto, nada más que eso. Que no es un enemigo. Solo piensa distinto en política, en fútbol, en religión o valores. No tiene vacuna para el coronavirus como no la tengo yo y eso nos iguala. Pese a todas las diferencias.
Esta vez la grieta fue vencida por un virus y estamos todos del mismo lado. Como dijo Jorge Luis Borges: “No nos une el amor sino el espanto”.
Gustavo Szpigiel gustavo@visavis.com.ar