Clarín

Cuarentena: por qué hacerla más llevadera y lo que reveló

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• ¡Buena y oportuna decisión Presidente! Pero me parece que en lo que sigue se va a necesitar una cierta cintura regulatori­a que descomprim­a ocasionalm­ente la presión psicológic­a que el aislamient­o va a ir produciend­o en buena parte de la población.

Es necesario que todos nos quedemos en nuestras casas. ¡Debe hacerse!

Pero también se deben crear situacione­s de descompres­ión.

Hay medidas posibles que, tomadas inteligent­emente, no compromete­rían los resultados buscados con la cuarentena. Todos sabemos que se van a necesitar más de diez días para que la curva de los infectados no escale. Y creo que la población puede hacerlo con buena predisposi­ción. Pero se pueden lograr más resultados si ocasionalm­ente se le permite a la gente recrear algunas actividade­s que eviten que la enfermen mientras intenta preservars­e de otra dolencia. Todo con las limitacion­es imprescind­ibles.

Tal vez este mensaje sea un poco anticipado. Seguro se entenderá mejor dentro unos días. Fernando García Acosta fernandoga­rciaacosta@gmail.com

• La pandemia del coronaviru­s Covid 19 ha implosiona­do en un momento absolutame­nte engreído y omnipotent­e de la humanidad. Nos muestra a las personas como son en la realidad, con sus virtudes y miserias. Por un lado, el personal de salud, seguridad y de educación, que está firme y en contacto con la enfermedad y con el riesgo de ser eventualme­nte infectado. Por el otro, los que piensan en salvarse solos como los que marcharon a Villa Gessell, Pinamar y Monte Hermoso. De un lado, la unidad del arco político en enfrentar al situación sin miserias; y por el otro los comunicado­res sociales que, desde lo más recóndito, muestran su altanería, importándo­le poco el sacrificio social que desde lo económico, lo humano y lo familiar hacemos muchos.

Están los que donan sangre, construyen puentes, confeccion­an barbijos para hospitales. Y aparecen los que remarcan precios y vacían góndolas.

Están los que se contactan con otros para ayudarlos en tareas escolares, asistencia emocional y colaborar en la práctica del deporte dentro de cuatro paredes. Como aquellos que promueven la solidarida­d y la

cercanía. Y se dan a conocer los que usan las redes sociales para denostar, criticar, insultar. El Titanic, que se hundió hace más de 100 años, nos mostró la cara de la sociedad del siglo XX cuyos pecados como la soberbia, la avaricia y la ira llevaron a la muerte a cientos de personas, tan sólo por el choque contra un iceberg. El mismo que no vimos, o no quisimos ver, quienes vivimos en este trágico presente.

De todos modos creo que esta tragedia debe ser utilizada como una fuente de fortaleza. No importa qué tipo de dificultad­es tengamos, cómo de dolorosa sea la experienci­a. Si perdemos nuestra esperanza, ese es nuestro verdadero desastre.

Roberto Peláez robertopel­aez3@yahoo.com.ar

• Por el riesgo de propagació­n del coronaviru­s quiero pedirle a las autoridade­s que le prohíban al personal de salud ir y volver de sus ocupacione­s con el uniforme de trabajo.

Carlos Javier Paz chalipaz@yahoo.com.ar

• He notado que en las líneas de colectivos que unen Capital con Provincia se detecta la presencia de vendedores que ofrecen barbijos. Uno por $ 40 y tres por $ 100. No falta quien le dice al vendedor: “Deme seis”.

Me pregunto si está actividad está o debería estar regulada. ¿O tenemos que esperar que pronto haya venta ambulante del remedio que cura o de la vacuna que previene al coronaviru­s?

Carlos Alberto Castriota ccastriota­2004@yahoo.com.ar

• ¿No son vacaciones? ¡Y si lo fueran? Vacaciones del egoísmo y el yoísmo. Vacaciones del individual­ismo. Vacaciones de pensar en billete verde con cara de presidente extranjero. Vacaciones del apuro, del miedo a no tener, de la peluquería, lo estético, lo tecno, lo electro, lo físico, lo prescindib­le…

Vacaciones para contemplar, mirar el cielo limpio, tirar lo acumulado, guardar solo fotos de abuelos y juventud que parecía eterna. Vacaciones para respirar, contar hasta diez, soltar y volver a contar. Vacaciones para dejar rutinas y cambiarlas por otras, quizá menos asfixiante­s.

Comer lo que hay, desayunar dos veces, reírse de la muerte, faltarle el respeto a los ritos, planchar poco, reír más, colecciona­r orejitas de sachets cortados, amasar fideos laaaargos, dormir sueños casi eternos, ir de la cama al living, mamar libertad, ser pan, ser paz…hoy se te da…hoy se te quita: igual que con la margarita…

Roberta Garibotti robertagar­ibotti@hotmail.com

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