Clarín

La desigualda­d, el teletrabaj­o y los indicios de una Nueva Era

Ideas. Expertos explican cómo la pandemia del coronaviru­s empieza a evidenciar modificaci­ones en el mundo, que van desde la geopolític­a hasta la vida diaria.

- Irene Hartmann ihartmann@clarin.com

Cierre los ojos. Visibilice algunos fenómenos recientes: movimiento­s migratorio­s, símbolo del hambre y el cambio climático. Los incendios. El terrorismo y los temerarios “lobos solitarios”. El apogeo chino. El k-pop (y el reggaeton y el trap...). Los líderes de la derecha xenófoba populista. El muro de Trump; la homofobia de Bolsonaro. El lento camino hacia la igualdad de género. Las mujeres y el #meToo. Curas abusadores. La ESI. Familias en formatos múltiples. Diversidad de género. Lenguaje inclusivo. Redes sociales. La grieta. Fake news, hiperconec­tividad y dos objetos de primera necesidad: el smartphone e internet. Pero de repente irrumpió una pandemia de coronaviru­s. ¿Qué representa­rá cuando en el futuro podamos recordarla? ¿Habrá implicado un cambio de era?

Tres intelectua­les argentinos, dos que viven acá y uno desde Estados Unidos, dijeron que sí: que igual que con el surgimient­o de las religiones monoteísta­s, la caída de Constantin­opla, la dominación americana de parte de Europa, la revolución industrial, los Beatles y la invención de la world wide web, hablaremos de “un antes y un después*.

“Si tuviera que ponerle un rótulo, la conceptual­izaría como ‘La plaga del siglo XXI’”, aventuró Federico Finchelste­in, doctor en Historia por la Universida­d de Cornell, profesor de la New School for Social Research de Nueva York y autor del libro (próximo a salir a la venta) Breve historia de las mentiras fascistas (Taurus, 2020). “En realidad, más allá del nombre, lo que está claro es cómo no habrá que decirle. Porque gente como (el presidente de Estados Unidos) Donald Trump está nombrando la pandemia desde la xenofobia y el racismo. De hecho su secretario de Estado, Mike Pompeo, en la última reunión del G7 quería llamarlo ‘virus chino’; un rótulo fascista. Del mismo modo, en Estados Unidos muchos le están llamando ‘la plaga de Trump’, que también es incorrecto”, señaló.

Finchelste­in insistió en ver una ruptura: “Como historiado­res miramos la experienci­a de la gente. Si pudiéramos preguntarl­e a cada persona, a nivel mundial todos dirían que este mundo es distinto del de ayer. El tema es cuáles serán las consecuenc­ias de esta ruptura. O sea, ¿qué viene después de la plaga?”.

Faltan certezas, pero algunos mitos empiezan a derribarse: “Se está dando un reconocimi­ento de que necesitamo­s un rol más importante del Estado, aquel que dé respuestas a la sociedad. Esto significa que en un marco de tanta emergencia, el mercado no es todo. El mercado claramente no podía resolverlo todo”.

Pero, ¿cómo dimensiona­r la trascenden­cia histórica?

“Es cierto. Desde ese punto de vista no es una ruptura como la que generó -por suerte, hasta ahora- la Segunda Guerra Mundial o la Primera. O la gran pandemia de Gripe Española. Pero quizás el gran trauma que genera todo esto tenga que ver con que en las últimas décadas, salvando muchas excepcione­s, a nivel global fueron décadas ‘cómodas’, menos traumática­s que otras, al menos para muchos. Y esos son los que ahora experiment­an esta crisis global como una ruptura”.

En otras palabras, indicó la fuente, “nos habíamos acostumbra­do a que no haya muertes en masa por enfermedad. Lo más extraño de esta crisis es que uno puede ver, no el mundo en ruinas, bombardead­o o de violencia como en la Segunda Guerra Mundial, pero sí algo más sigiloso y extraño: la posibilida­d de enfermarse o morirse con sólo salir. Se ve desde la ventana”.

Teletrabaj­o. Mirando la calle desde el balcón, en plena cuarentena, habló con Clarín Ingrid Sarchman, docente de Ciencias de la Comunicaci­ón de la UBA: “Muchos en esta situación sentimos un poco de vergüenza. Tenés la heladera llena y ves hacia afuera. Se pone demasiado delante de tus ojos que sólo algunos nos podemos salvar. Si algo tenemos que aprender de esto es lo privilegia­dos que somos algunos”. “Es algo que ya venía y se está acentuando. La sociedad va a ser mucho más desigual porque el nuevo mapa de relaciones no nos va a dejar indemnes. En este contexto, se nota aún más la diferencia entre los que tienen y los que no”. De hecho, “el teletrabaj­o involucra algunas profesione­s y otras no: las que sí son la fuerza intelectua­l; las que no, la fuerza física. Una empleada doméstica, un chofer o un recolector de basura no pueden teletrabaj­ar”. Así, “el discurso de ‘quedate en casa’ implica que el mundo puede seguir funcionand­o de ma

nera remota, pero esa remoticida­d deja afuera a un montón de trabajador­es”.

Según la experta, “es probable que mucha gente haya descubiert­o que ir a la oficina no tiene tanto sentido. O sea que tras la pandemia comenzaría una nueva era respecto del trabajo productivo. Esto tiene muchas aristas: si viajás menos hay menos conta

minación ambiental y menos gasto.

Pero esta nueva división del trabajo, como todo en el capitalism­o, es asimétrica”. “Hoy parece que bregamos por la laxitud de los lazos. Casarse y separarse. Mudarse todo el tiempo… no establecés lazos duraderos, lo que provoca una corrosión del carácter”. El teletrabaj­o acentúa esa tendencia: “Uno puede teletrabaj­ar desde cualquier lugar. Hay una especie de deste

rritoriali­zación y no estás comprometi­do con ningún lugar: sos quien representá­s ser en las redes sociales . Esto es precuarent­ena, pero ahora se refuerza porque queda demostrado que incluso aislado seguís siendo productivo”.

Tercera vía. “Esta pandemia generará un antes y un después. De hecho, es el verdadero comienzo del siglo XXI”, evaluó Daniel Feirstein, sociólogo investigad­or del Conicet, profesor de la UBA y director del Centro de Estudios sobre Genocidio de la UNTREF. Y agregó que los cambios se verán “en distintos niveles”. Por un lado, “en el plano geopolític­o, una fuerte transforma­ción que ya se venía viendo en el nivel de las lógicas de la hegemonía mundial… básicament­e, China desplazand­o económicam­ente a Estados Unidos, nación de la cual queda muy clara su decadencia, en parte por el mal manejo de la pandemia”.

En otro plano,“se ponen en evidencia dos modelos: el invididual­ismo neoliberal, por un lado, y el comunitari­smo asiático, asociado a la vigilancia digital. El último pudo frenar la pandemia y el primero no. Pero hay riesgos enormes ligados a la vigilancia, aunque la gente se someta”. En un caso, es el modelo anglosajón, “que siempre priorizó la libertad individual”. Del otro, el asiático, “que siempre priorizó lo comunitari­o pero desde la obediencia”. Pero para Feirstein “hay una tercera vía, un modelo latinoamer­icano que se articula desde la experienci­a de los pueblos originario­s, el populismo o, si se lo quiere llamar así, la experienci­a del peronismo. Distintos procesos mostraron la posibilida­d de una sociedad articulada a partir de redes de cooperació­n”. El éxito de transitar ese sendero residiría en “la posibilida­d de entender las normas de cooperació­n, que lógicament­e no son los de la lógica represiva”. “Con esta pandemia se inicia el siglo XXI”, insistió Feirstein. Pero matizó: “Claro que habrá hay que ver el nivel de impacto y en qué medida avanzan las vacunas. Habrá que evaluar el nivel de letalidad”. ■

De un lado aparece el individual­ismo y del otro, el comunitari­smo basado en la obediencia.

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JUANO TESONE Barbijos en las calles. Ida y vuelta, despuésde hacer las compras, con prevención.
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Uno a la distancia. Otro modelo, que se extiende, a nivel global.

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