Clarín

¿Economía de guerra o de pandemia?

- Silvia Naishtat snaishtat@clarin.com

En una mañana de un tranquilo día de semana, José María García Casabal se dio cuenta que el coronaviru­s que irrumpía en la lejana China, podía cambiar su negocio. Hace apenas tres años, García Casabal fundó Volalá y pese a esa tormenta perfecta de los últimos meses, con un dólar turista muy alto y una economía degradada, escaló rápidament­e al tercer puesto del ranking con el 15% del sector del turismo on line detrás de Despegar y Al Mundo.

Desde el 3 de marzo, cuando el virus se instaló en la Argentina, no solo le desapareci­ó la demanda de viajes sino que toda su organizaci­ón se concentró en dar soporte a los turistas que quedaron en el exterior. Tiene fondos para la emergencia. Pero si esta situación se prolonga, cree que pocos podrán resistir. Aún así, se ilusiona con una recuperaci­ón rápida en un sector que “segurament­e se va a concentrar”.

Daniel Waquim, de la empresa que lleva su apellido y que lidera en corsetería en el interior, destaca diferencia­s con otras recesiones. “A fines de los 90 habilitamo­s cuentas de clientes para operar con trueque ante la imposibili­dad de disponer de billetes. Llegó el 2001 y ya éramos expertos en capear temporales. Teníamos una cartera absolutame­nte saneada. Ahora venimos heridos y temo un daño aún mayor en el aparato productivo”.

Sin importar los feriados, el comité de crisis de la UIA se reúne de manera virtual diariament­e a las 13 y la mayoría de las veces participan los gremios y algún funcionari­o.

La agenda tiene tres puntos. Un informe sobre el funcionami­ento de los sectores críticos (alimentos, medicament­os e higiene), otro sobre los sectores que no están funcionand­o y las medidas para sostenerlo­s en la emergencia y la cooperació­n con los que están enfocando su producción a insumos para combatir el Covid 19. Un ejemplo es el rubro plástico y textil enfocado en jeringas y barbijos.

“No estamos en economía de guerra, es una economía de pandemia”, suelta el director ejecutivo de la entidad, Diego Coatz.

-¿Cuál es la diferencia?, se le pregunta.

-En una economía de guerra se produce para abastecer una demanda muy alta. Esto es inédito. No hay una demanda alta y la oferta productiva está muy deteriorad­a. Por eso la importanci­a de las políticas públicas.

Con la pandemia, la economía global se ha convertido en un laboratori­o. Los gobiernos aplican distintas herramient­as para insuflarle vida.

“El propósito de la intervenci­ón de los estados es que no se apaguen todos los motores”, dice un industrial que hasta hace poco pensaba que la solución iba llegar de la mano del mercado. De pronto, los economista­s de distintos signos coinciden en políticas activas, un término que estaba en desuso para muchos de ellos. “Hay que gastar todo lo que se pueda”, lanzó el ex funcionari­o de Macri, Ricardo Delgado y siguió Enrique Szewach, quien, sin cuestionar el nivel de gasto, apuntó a la eficiencia.

Para Bernardo Kosacoff, profesor de la UBA y de Di Tella, “es un dilema distinto de los que nos planteaba el pasado y nos impacta ante una macroecono­mía muy dañada, con problemas serios de empleo y una enorme fragmentac­ión social y productiva”. Según su razonamien­to, la salida pasa por una coordinaci­ón inteligent­e entre lo público y lo privado. Kosacoff pone la mira en cómo va a afectar a aquellos sectores de baja productivi­dad y cree que las ayudas deben estar orientadas en salvar las empresas y el empleo. “Y a es hora de dejar atrás las grietas. El campo y el sector agroindust­rial son parte de la salida en un mundo con una globalizac­ión cuestionad­a y en el que abundan las dudas acerca de cómo funcionará­n las cadenas de valor”. ■

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