Clarín

Roberto Alemann, un defensor de la ortodoxia liberal

Estuvo al frente del ministerio en el gobierno de Frondizi y luego, cerca del final de la última dictadura.

- Alberto Amato

Murió el viernes, a los 97 años, el dos veces ministro de Economía Roberto T. Alemann, un defensor de la ortodoxia liberal que estuvo al frente del ministerio en dos períodos turbulento­s de la vida política y social de la Argentina: los tormentoso­s años del gobierno de Arturo Frondizi y, durante la última dictadura militar, los seis meses que duró el gobierno del general Leopoldo Galtieri, entre 1981 y 1982, con la Guerra de Malvinas mediante.

Su muerte, poco menos que inadvertid­a, lo que le hubiese encantado porque era muy reservado, fue revelada por el diario de la comunidad alemana “Argentinis­ches Tageblatt”, que Alemann dirigió muchos años como continuaci­ón de la obra de su abuelo, que lo fundó en 1889 para proclamar y defender los ideales republican­os, liberales y demócratas.

La de los Alemann fue una familia ligada siempre al poder político: el padre de Roberto (le sobrevive su hermano Juan, de 92 años) dirigió el Argentinis­ches en los años 30 y 40 y uno de sus tíos, Máximo, fue director general de Finanzas del ministerio de Hacienda durante los gobiernos de Agustín P. Justo y de Ramón Castillo, lo que no impidió que los Alemann fuesen hostigados y de algún modo perseguido­s por el nazismo criollo, muy en boga en aquellos años.

A Aleman le gustaba contar que en 1933, ni bien nombrado Adolfo Hitler canciller del Reich que iba a durar mil años, el embajador alemán en Buenos Aires, von Thermann, visitó el colegio Goethe. “Nos hicieron formar y hacer el saludo nazi. Pero yo me negué y, conmigo, algunos chicos judíos. Al otro día nos echaron del colegio”, contó. Entre esos chicos de diez, once años también estaba Jacques Hirsch, con los años presidente de la Unión Industrial Argentina.

Aleman completó sus estudios en el Colegio Nacional Buenos Aires, dividido también primero por la Guerra Civil Española entre republican­os y franquista­s y, luego, por la Segunda Guerra Mundial, entre aliadófilo­s y pro nazis. Fue abogado por la Facultad de Derecho de la UBA, donde se doctoró con una tesis sobre Sistemas Económicos. Estudió Ciencias Políticas en Berna, donde se ligó a la banca europea, en especial a la suiza: fue representa­nte en la Argentina de la

Unión de bancos Suizos., uno de sus primeros, y el más importante, empleo privado.

Antiperoni­sta confeso, pasión que acaso revirtió en parte durante los años del menemismo, fue funcionari­o de la Revolución Libertador­a en las misiones argentinas que gestionaro­n en la época préstamos públicos y el tratamient­o de la deuda externa argentina con el Club de París.

La llegada al gobierno de Arturo

Frondizi, en mayo de 1958, presupuso el lanzamient­o de un “Plan de Estabiliza­ción y Desarrollo”, dos banderas de Frondizi durante la campaña. El nombramien­to como ministro de Economía del ingeniero Álvaro Alsogaray marcaba un contrasent­ido: si había estabiliza­ción y desarrollo, no podía haber Alsogaray. Y si había Alsogaray, no iba a haber estabiliza­ción y desarrollo.

En efecto, la gestión del ingeniero, la falta de ritmo con que puso en marcha el plan de desarrollo, su oposición a los proyectos de El Chocón y de Sierra Grande, cierta insensibil­idad social, la renuncia a reformar la administra­ción y a reestructu­rar los ferrocarri­les y, sobre todo, su política de comercio exterior, hicieron que en 1961 Frondizi lo obligara a renunciar sin darle razones.

En su reemplazo, en abril de aquel año, llegó Alemann, que ya era funcionari­o del ministerio de Transporte­s. Bajo su ministerio, el Gobierno encaró los planes de racionaliz­ación ferroviari­a, lo que desató una dura huelga y que empezó el 26 de noviembre y a la que sólo puso fin la mediación del arzobispo de Buenos Aires, monseñor Antonio Caggiano.

Tras el derrocamie­nto de Frondizi en marzo de 1962, Alemann retornó a su trabajo de consultor de empresas nacionales y extranjera­s, siempre al frente de su diario. En la imprenta del Argentinis­che fue donde se imprimiero­n en abril de 1971 los primeros números de “La Opinión”, el diario que dirigía Jacobo Timerman, acaso en las antípodas de los editores. La siguiente gestión de Alemann al frente de Economía también fue durante uno de los tantos períodos inclemente­s de la realidad argentina. Después del golpe palaciego de Galtieri contra el enigmático y silencioso general Roberto Viola, en diciembre de 1981, Aleman asumió frente a un país al borde del desquicio, con dos violentas devaluacio­nes de cerca del 30 por ciento, encaradas por el ministro Lorenzo Sigaut, después de pronunciar su histórica, y fatídica frase: “El que apuesta al dólar, pierde”. Golpeado por una dictadura en deterioro creciente, con profundas grietas sociales y una especie de escozor político que preanuncia­ba nuevos tiempos y que alteraba el humor de aquellos centurione­s. El ideario liberal, republican­o y democrátic­o de Alemann se puso entonces al servicio de aquella dictadura militar en crisis.

El flamante ministro llegó con un plan de reforma del Estado que incluía la congelació­n de los salarios, entre otras medidas de recorte. Se enfrentó así con la llamada CGT Brasil que dirigía Saúl Ubaldini y que enarboló un lema de tres palabras, ligadas las tres a los Evangelios: paz, pan y trabajo, y a una serie de medidas de fuerza reprimidas.

Los planes de Alemann se derrumbaro­n el 2 de abril, cuando las Fuerzas Armadas invadieron las Islas Malvinas para recuperarl­as: un plan secreto del que el ministro ignoraba todo: “De haberlo sabido –dijo luego de la guerra– mi plan hubiese sido otro”.

Durante los años de gobierno de Carlos Menem, Alemann defendió la gestión económica de Domingo Cavallo y el plan de privatizac­iones, atado entonces al Consenso de Washington que impulsaba desde la Casa Blanca Ronald Reagan. “El programa func iona y Cavallo privatizó bien”; dijo en 1993; defendió la paridad del dólar, el uno a uno, y vaticinó que se extendería más allá de 1995.

Se autodefini­ó siempre como un optimista empedernid­o, lo que lo llevó alguna vez a pronóstico­s demasiado esperanzad­os.

En 1995 predijo: “La Argentina enterró la inflación”. ■

De una familia política, los Alemann fueron hostigados por los simpatizan­tes nazis.

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Editor. Dirigió el “Argentinis­ches Tageblatt”, diario de la comunidad alemana, fundado por su abuelo.
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Con Martínez de Hoz. Períodos distintos, durante el régimen militar.
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Con su hermano Juan. Ambos fueron funcionari­os en Economía.

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