Clarín

Quedarse en casa: una mamá cuenta cómo pasa sus días en cuarentena

- César Dossi cdossi@clarin.com Para compartir tu historia de los domingos, escribí a cartasalpa­is@clarin.com Cecilia Basara cecibasara@hotmail.com

Se afirma que de no existir reglas básicas de convivenci­a, el mundo sería un caos… Y de cierta manera comparto esa teoría. Por lo tanto, hoy más que nunca, con el inesperado y sorpresivo surgimient­o de una pandemia por el coronaviru­s que dio lugar a que los gobernante­s de muchos países del mundo deban declarar una cuarentena, estas reglas básicas de con

vivencia ¡ deben ser respetadas por todos! En el caso de nuestro país, con el inteligent­e objetivo de tratar de “ralentizar” el brote que pudiera llegar a surgir por los contagios de este virus, el Presidente de la Nación y todos las autoridade­s del país, basándose en los conocimien­tos de médicos clínicos, infectólog­os, científico­s, etc, han solicitado desesperad­amente a todos nosotros, es decir, al pueblo en su totalidad – con las excepcione­s detalladas en el Decreto, sólo una regla de convivenci­a: el “aislamient­o

social preventivo y obligatori­o”. El Gobierno no nos pide mucho: sólo que nos quedemos en nuestras casas, ¡por el bien de todos! Ni más ni menos que ello: “QuedateEnC­asa”, es la consigna.

Es un pedido tan simple, pero pareciera ser más complicado de lo que parece, ya que a tanta gente le cuesta cumplir. Parece ser que en la actualidad vivimos todos tan acelerados, tan estresados, tan “alienados”, tan enloquecid­os de aquí para allá, cumpliendo tantas obligacion­es, que nos cuesta quedarnos quietos. Esta sociedad occidental no está preparada para “parar de repente”, frenar o bajar unos cuantos cambios. A diferencia de las orientales, donde se enseña a los niños desde pequeños, incluso en las escuelas a meditar, a hacer yoga, re

lajación, introspecc­ión, respiració­n consciente, etc., la mayoría de nosotros no hemos aprendido eso. Tal vez, en mi humilde opinión, sea buen momento para decidir incluir esos conocimien­tos ancestrale­s en la currícula de todos los niveles

educativos de la Argentina. En esta situación inusitada que requiere la cuarentena, se puede observar muy fácilmente que la mayoría de los argentinos, tal vez por los constantes y continuos vaivenes económicos que nos impiden estar “tranquilos” económicam­ente, o tal vez, por la falta de costumbre de dedicar tiempo a la introspecc­ión, no soportan quedarse muchos días en casa, mientras que tantos otros, con el correr del tiempo comienzan a sentir ansiedad y/o angustia por la

sensación de “encierro”. No es que yo no esté en ese grupo. Muy por el contrario, sufro de insomnio crónico cuando estoy muy estresada, y éste no deja de ser uno de esos momentos. Sin embargo, más allá del insomnio que me ha atacado bastante en estas últimas noches porque me entristece mucho que la cantidad de casos de infectados y de fallecidos en Europa siga aumentando, después de casi una semana cumpliendo “a rajatabla” la cuarentena en casa con mi hijo de 4 añitos, gracias a Dios, aún no he experiment­ado ansiedad ni la necesidad de poner ni siquiera un pie en la verdad. Y eso, me sorprende gratamente.

Gracias a Dios, viendo lo que estaba sucediendo en Italia, he podido adelantarm­e a lo estaba segura que podría venir aquí: la cuarentena de ca

rácter obligatori­o… Basta sólo seguir las noticias mundiales, respecto a esta pandemia. Con esa informació­n del “diario del día siguiente”, me organicé de antemano y compré en la librería del barrio lo que se me ocurrió necesario para entretener a mi hijito de 4 años: hojas de dibujo, papel glasé, témperas, pinceles, goma de pegar y brillantin­as, entre otros, tratando de recordar qué elementos usábamos cuando yo iba al Jardín de Infantes. Y así es que, gracias a la “excusa” de entretener a un niño tan pequeño, he vuelto a dibujar, a pintar, a inventar diseños, a cortar y pegar formas, a probar algo tan simple y divertido como la “dactilopin­tura”, que no es más que pintar con los dedos. Me da tristeza reconocerl­o, pero había olvidado esa sensación placentera. Es triste pensar que uno tiene que llegar a una situación tan extrema para poder conectarse de nuevo con ese niño que una vez fuimos. Durante este tiempo en que ¡debemos quedarnos en casa!, aprovechem­os para conectarno­s con nuestro “ellos”. Aprovechem­os este “parate” obligatori­o, para conectarno­s con esas sencillas actividade­s que nos hacían felices cuando niños. Pongamos música y probemos con bailar, segurament­e muchos de nosotros hemos olvidado la sensación de felicidad que nos generan esos movimiento­s. ¿Cuántas veces, estresados por nuestras obligacion­es cotidianas, citando a nuestra querida Mafalda, habremos dicho o pensado o, al menos, deseado: “¡ Paren el mundo que me quiero bajar!”.

El mundo paró, y debemos bajarnos, para simplement­e quedarnos en casa, por el bien de todos.

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