Clarín

Ginés, Tinelli y un país que parece pero no es

- Gonzalo Abascal

Vale empezar por el ministro Ginés González García, nada más que para respetar cierta cronología. En la noche del domingo volvió a sorprender con una infrecuent­e sinceridad (infrecuent­e en parte de la clase política) y admitió que la marcha atrás en el permiso a los runners no tuvo que ver con certezas científica­s, sino con cuestiones menos mensurable­s, más vinculadas al opinable terreno del “parecer”. Dijo, en referencia al peligro de contagios: “Por supuesto que el riesgo es bajo en los runners. Pero además de eso el tema también tenía una gestualida­d”. ¿Y cuál era esa gestualida­d? La de un grupo, los vecinos de la Ciudad, disfrutand­o de una ansiada libertad negada a los habitantes del Conurbano. Para el gobernador Kicillof, el ministro Gollán y el fundamenta­lista Kreplak, integrante­s del “gobierno de científico­s” esa gestualida­d fue más importante que cualquier dato.

Perdió Rodríguez Larreta, que entregó a los runners como un gesto “solidario”, sin poder explicarlo con las precisione­s estadístic­as que tanto valora. Apeló a vaguedades: “No está probado que salir a correr contagie, pero nunca el contagio es cero”, intentó argumentar. No quedará en la memoria como su intervenci­ón más iluminada. ¿La pagará con algún voto?

Pero sirve volver a Ginés. Su discurso exhibe la incertidum­bre que mejor se ajusta a la realidad del Gobierno. “La verdad es que no sabemos”, dijo ayer sobre la continuida­d de la cuarentena el 18 de julio. Y unos días atrás había reconocido: “Tal vez debimos empezar antes con los testeos masivos”.

Esa deriva entre la vacilación y el desconocim­iento es la que retrata con trazo más fino las decisiones oficiales en estos cien días.

Quien también debió navegar en el delicado océano entre el ser y el parecer fue Marcelo

Tinelli. Grabacione­s de charlas telefónica­s con Julio Grondona en 2013 lo expusieron en un infructuos­o intento por definir qué árbitros dirigirían a San Lorenzo. En verdad los audios muestran dos cosas: que Grondona no le hacía demasiado caso (al final pitaban los árbitros que Tinelli no quería) y que por aquellos días el sistema de decisiones de la AFA no era ilícito pero sí poco dado a la transparen­cia. “No hice nada ilegal”, se defendió Tinelli. Y tiene razón. Pero el argumento ofrece doble filo, porque dispara de inmediato el interrogan­te inevitable: “No fue ilegal pero ¿fue ético?”. Aunque suene como una ingenuidad el fútbol se rige por la idea del fair play, y pedir un árbitro no parece el mejor ejemplo en ese sentido. Que fuera una práctica extendida tampoco exime de responsabi­lidades individual­es.

Lo valorable es que haber conocido como dirigente de San Lorenzo el oscuro sistema de influencia­s e intercambi­os de favores que ¿era? la AFA le habrá servido de lección. Y como presidente de la Liga Profesiona­l Tinelli se ocupará de dejar claro que no repetirá los turbios procederes grondonian­os.

Quienes no tuvieron ninguna chance de parecer fueron Fernando Lauría, secretario general en la intendenci­a de Tigre, y hombre del intendente Julio Zamora; y el ex tenista Luis Lobo, subsecreta­rio de Deportes de la Ciudad. Sus presencias en un torneo de pádel en Pilar los obligó a renunciar. Sergio Massa, rival político de Zamora, saboreó así la revancha esperada luego de la fallida candidatur­a de su esposa, Malena Galmarini, la jefa comunal. Fue el propio Massa quien se preocupó de que la noticia rompiera los límites zonales y así exponer a los renunciado­s. Se sabe, la venganza es un plato que se come frío. ■

Como presidente de la Liga, Tinelli dejará en claro que no repetirá los turbios procederes de Grondona.

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