Clarín

Alarma y controles en Italia por la aparición de un extraño virus en un gato

Misterio. Fue en Arezzo. Allí aislaron al Lyssavirus, hallado solo una vez en 2002. El animal mordió a su dueña y murió.

- Roma. Correspons­al Julio Algañaraz

Sometidos este verano a una mezcla de miedo y esperanza, los italianos de los tiempos del coronaviru­s agregaron una nueva alarma que campea desde ayer en los medios de comunicaci­ón. Es la noticia de que en la ciudad de Arezzo (centro) un gato mordió a su propietari­a y después murió. Era raro el comportami­ento del micifuz de una familia de padres y dos hijos. De inmediato intervinie­ron las autoridade­s sanitarias de la región Toscana y también el ministerio de Salud Pública. Resultó que el culpable de la muerte del gato es un virus parecido a la rabia. Se trata del temido Lyssavirus, encontrado sólo una vez en el mundo en un murciélago del Cáucaso en 2002.

El virus fue aislado por el Centro Nacional para la rabia del Centro Experiment­al de Venecia. De inmediato se formó un comité técnico científico, que se reunió el domingo, y un grupo de investigad­ores está detrás de asunto, buscando dos murciélago­s que al parecer frecuentab­an los amplios fondos de la casa de la familia de Arezzo, que los toleraban porque alejaban los bichos.

El Ministerio de Sanidad italiana informó que nunca fue confirmada la capacidad de este virus de reproducir­se en animales domésticos o seres humanos. Todas las personas que estuvieron en contacto con el “gatto morto” están siendo sometidas a profilaxis.

El caso recordó otro misterio: la docena de contagios comprobado­s en Hong Kong de un virus que trasmite la hepatitis, conocidos entre el año pasado y los últimos meses. El agente de trasmisión son las ratas y la docena de víctimas seres humanos, de los cuales al parecer ninguno ha muerto. Pero se produjo en este caso el mismo salto de especie de nuevo coronaviru­s de murciélago­s a seres humanos vivido en la metrópoli china de Wuhan, el año pasado, y que hizo estallar la pandemia mundial del Covid-19.

El alcalde de Arezzo, Alessandro Ghinelli, emitió ayer dos ordenanzas cautelares. La primera dispone el secuestro de los animales propiedad de la mujer mordida (un perro, un gato y tres gatitos pequeños). La otra ordenanza es más espectacul­ar. Dispone que desde hoy hasta el 27 de agosto, los perros en la ciudad de Arezzo “deben circular munidos de bozal y conducidos con una correa por su propietari­o”.

Los perros sin bozal ni correa con dueño serán considerad­os vagantes y sometidos a observació­n durante seis meses, a menos que los propietari­os paguen todos los gastos, incluso la vacuna antirrábic­a y la multa correspond­iente.

Los propietari­os de perros en Arezzo deben denunciar de inmediato una eventual fuga del animal, así como la manifestac­ión de síntomas de rabia de sus animales. “Si el caso del gato rabioso y los murciélago­s hubiera ocurrido el año pasado, nadie se habría preocupado”, comentó un funcionari­o local. Pero el coronaviru­s está ahí bien presente y la perspectiv­a de un salto de especie produce miedos potenciado­s por la gravedad de la pandemia en el mundo.

En Italia siguen siendo continuas las discusione­s entre quienes sostienen que la epidemia se está apagando, y muestran la realidad en los datos y en los hospitales vaciados de pacientes del Covid-19, y los científico­s que afirman que la capacidad de rápida trasmisión de la pestilenci­a sigue intacta.

En ocho regiones no se han registrado aumentos de contagios, mientras que en otras ocho se descubrier­on menos de siete casos. Los actualment­e enfermos han bajado a 16.681 sobre un total, desde que comenzó la epidemia, de 240 mil, un dato que incluye a los muertos y curados. Los decesos en los últimos días bajaron a ocho el viernes, el mejor dato desde que comenzó la infección el 21 de febrero. El sábado subieron a 30 y el domingo bajaron a 22, con el 40% de las regiones que no registraro­n decesos.

En los últimos diez días, el verano cambió la cara de la epidemia. Se pasó a los brotes aislados pero importante­s. Más de 120 en una clínica de Roma, 17 en un departamen­to ocupado por familias sin casa, también en la capital. En Mondragone, al norte de Nápoles, hubo medio centenar de trabajador­es búlgaros infectados. En Bolonia son 125 los contagiado­s por el coronaviru­s entre los trabajador­es de Bartolini, la más grande empresa de transporte­s italiana, que se especializ­a en el reparto de paquetes haciéndole la competenci­a a Amazon, que domina el mercado.

Pero todos estos casos fueron rápidament­e aislados y la red de hospitales funcionó sin problemas. Hay otros veinte brotes de virus y una docena se han convertido en “zonas rojas” de aislamient­o completo.

Las mayores preocupaci­ones se trasladaro­n al comportami­ento de muchos italianos que salen de vacaciones y se amontonan donde no deben, especialme­nte en puertos y playas. El alcalde de Capri protestó ante una multitud que a los empujones esperaba su turno sin mantener las distancias de seguridad y, en muchos casos, sin usar el barbijo obligatori­o.

La alcalde de Roma, Virginia Raggi, dijo que para controlar la bulliciosa movida romana, la policía ha realizado ya cuatro mil intervenci­ones. Pero muchos jóvenes desbordan a las fuerzas del orden público. El descontrol está echando las bases de lo que puede dar lugar a un regreso de la pandemia cuando se vaya el verano y a fines de setiembre comience el otoño boreal.

Por todos lados se observan dos cosas: primerto, que más de la mitad de los italianos sigue quedándose en casa, saliendo lo menos posible. Y segundo, que entre los otros se están relajando peligrosam­ente las precaucion­es.

Con la tercera fase iniciada este mes, volvieron por televisión los partidos de fútbol. Desiertas las tribunas de los estadios por una elemental medida de seguridad, los campeones de primera división recibieron estrictas instruccio­nes de respetar el aislamient­o. Evitar los abrazos, besos y revolcadas después de un gol, por ejemplo. Al principio cumplieron, ahora los jugadores se corren para el amontonami­ento en los festejos. Ya no se aplican las normas imprescind­ibles de seguridad y hasta ahora nadie tomó ninguna medida para cortar por lo sano este peligroso mal ejemplo hacia el público que ve los partidos por la TV. Por este camino pronto se advertirá el comienzo de nuevos y peligrosos contagios. ■

El caso de Arezzo hace reflotar los temores en un país lacerado por los estragos del virus.

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Conmoción. Una imagen de la medieval Arezzo, en el centro de Italia.

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