Varias ciudades de Brasil retroceden en la flexibilización de la cuarentena
Problemas. Son Belo Horizonte, Porto Alegre y municipios de San Pablo. Brasilia, en “estado de calamidad”.
Aumento brusco de muertes y contagios, y unidades de terapia intensiva al límite de la capacidad. Ese fue el resultado de la prematura reapertura de actividades en varias ciudades de Brasil, como Belo Horizonte y Porto Alegre, que permitieron, pese a las altísimas tasas de transmisión del coronavirus en el país, el funcionamiento de comercios y actividades no esenciales.
El reinicio de las actividades, decidido por derrumbes en la recaudación de impuestos y presiones de empresarios y trabajadores desesperados, no llevó a una recuperación del consumo, totalmente deprimido por la pandemia y que siguió en caída libre, pero sí disparó el número de contagios y muertes en hasta cinco veces en pocas semanas.
En el estado de Minas Gerais, en la rica región sudeste del país y segundo en población después de San Pablo, la flexibilización tuvo como correlato un aumento exponencial de la ocupación de camas en las unidades de terapia intensiva, hoy en torno al 90%. El gobernador Romeu Zema, un ultraliberal de buena relación con el presidente Jair Bolsonaro que había inicialmente logrado mantener bajo control la propagación del virus mortal, dijo que “él éxito se terminó”.
En la semana entre el 19 y el 26 de junio, Minas pasó a 833 muertes desde 600, aumentando las posibilidades de un estrangulamiento total en el sistema de salud en julio, según reconoció el propio mandatario regional.
La situación llevó al alcalde de la capital estatal, Belo Horizonte, a retroceder a la fase que permite apenas el funcionamiento de servicios esenciales. Brasil es el segundo país en el mundo con más muertos e infectados por el nuevo coronavirus, sólo superado por Estados Unidos.
El gobierno del presidente Jair Bolsonaro, que minimizó los riesgos de la pandemia y boicoteó los esfuerzos de alcaldes y gobernadores para el cumplimiento de cuarentenas estrictas en sus distritos, está hace casi dos meses sin ministro de Salud, cargo para el que colocó interinamente a un general.
El ex ministro de Salud Luiz Henrique Mandetta, despedido por Bolsonaro en abril en medio desacuerdos por las medidas de distanciamiento social, denunció que el Ministerio de Salud se encuentra “bajo ocupación militar”. Un juez de la Corte Suprema, incluso, debió obligar a esa cartera a restaurar el sistema informativo sobre el Covid-19 en medio de sospechas y denuncias sobre manipulación de datos.
En el sur de Brasil, Porto Alegre, que había permitido reabrir actividades, volvió atrás por las mismas razones: un aumento brusco de muertes y contagios, verificados a partir del día 14 de reapertura. La capital de Rio Grande do Sul determinó la restricción de actividades luego que el estado sureño, fronterizo con Argentina y Uruguay, alcanzara la semana pasada un récord de 25 muertos en 24 horas.
Así, el alcalde de Porto Alegre, enfrentando un aumento de cinco veces en el número de internaciones en unidades de terapia intensiva, retornó al modelo de cuarentena estricta que había decidido en marzo y ordenó el cierre de todos los establecimientos no esenciales. También en el sur del país, en el estado de Santa Catarina, la ciudad de Blumenau, una de las primeras en permitir la apertura de shoppings y todo tipo de comercios, asistió a una explosión de casos de Covid-19 en las últimas semanas.
La adopción de medidas más rígidas también se repite en municipios del estado de San Pablo (que concentra el mayor número de infectados y fallecidos del país, con 280.000 contagiados y casi 15.000 muertos) debido al rápido aumento del número de hospitalizaciones y decesos.
En el Distrito Federal, que alberga a Brasilia, el gobernador Ibaneis Rocha, quien bregó en la justicia para permitir la reapertura de shoppings y otros comercios no esenciales que jueces de primera instancia bloquearon, declaró ayer “estado de calamidad pública” debido a la pandemia.
Brasilia y sus ciudades vecinas registraban hasta la noche del domingo 548 muertes y casi 45.000 contagiados. ■