Un vivo que aviva vivos
Que levante la mano el que nunca se equivocó. Sí, un error lo tiene cualquiera, hasta el más “pintado”. Si no, pregúntenle a Messi cuando erró el penal contra Islandia en el último Mundial; o a Bill Gates, a quien se le colgó Windows, uy… justo cuando estaba lanzando la versión 98. Todos nos equivocamos, y también le puede pasar a un docente frente a un pizarrón. Pero sobre todo le puede pasar, si ese pizarrón no está en un aula -como es costumbre- sino en un estudio de TV. Y si la clase, además, se televisa, en vivo, para todo el país, como les ocurrió a los docentes que participan del ciclo “Seguimos Educando” en la TV Pública. ¿Esto, sólo esto, pone en cuestión la formación docente en la Argentina? Para algunos sí, aunque una mirada más razonable pondría la cuestión en su justa medida. Desde ya que hay múltiples motivos para cuestionar la política estatal de formación docente en el país. Muchas de esas razones vienen siendo señaladas por los expertos, e incluso por las familias, desde hace años. Pero convengamos que dar clases en la escuela no es lo mismo que hacerlo en la TV. Son habilidades bien distintas las que se ponen en juego cuando uno enseña en un aula a 20 o 30 alumnos que cuando lo hace frente a una cámara, para un público masivo. Y en vivo y en directo, sin apelar a un más lógico “falso vivo”. Cualquiera que hace tele en vivo sabe que la posibilidad del error siempre está. La cuestión es gambetearlo, corregir rápido y seguir adelante. Vale reírse de la “metida de pata”. A esas personas de la televisión todo le es perdonado, pero a un docente no. Y las miradas anónimas de las redes sociales siempre están al tiro para la burla despiadada. Por eso, si realmente se quiere debatir sobre la formación docente, mejor mirar otro canal. Y más aún en momentos de pandemia, donde docentes y familias hacen un gran esfuerzo para mantener la continuidad educativa. Es tiempo de cuidar a los maestros. Cuidarlos de las redes y también de un vivo que, a todas luces, resulta innecesario. ■