Clarín

La tarde en la que falló el ídolo y nació una leyenda en el arco

- Daniel Lagares dlagares@clarin.com

Apretaba el verano europeo aquella tarde del 30 de junio de 1990. Más de 30 grados cantaba el termómetro en Florencia y segurament­e mucho más sobre el césped, seco y reluciente. Casi como un juego de espejos, Bilardo y

Osim poblaron la mitad de cancha. Jugaron al peón por peón con Olarticoec­hea sobre el 10 rival, Stojkovic, la estrellita yugoslava bien asociado con un joven que prometía llamado Prosinecki, quien luego haría historia. Sabanadzov­ic fue sobre Diego quien, con su inteligenc­ia habitual, lo obligó a cometerle faltas. Ala media hora su marcador vio la roja y Argentina jugó el tiempo reglamenta­rio y el alargue con un hombre más. Diego mantenía el récord de ser el jugador que más falta había recibido.

La Selección hacía lo que podía, Yugoslavia, con jugadores muy técnicos, tenía la posesión sin audacia. Se conformaba­n con estirar el partido y esperar alguna chance que nunca tuvieron. Recién en el alargue hubo situacione­s claras, dos del defensor Hadzibegic y de Diego, Dezotti y Troglio para los argentinos. No dio para más y se resignaron a ir a los penales. Bombazo de Serrizuela, travesaño en el de Stojkovic, el que “no podía fallar”. Acertaron Burruchaga y Prosinecki y llegó el primer gran momento. Ikovic se lo atajó a Diego. En octubre del ‘89, en un partido de Copa Uefa entre Sporting Lisboa y Napoli había ocurrido lo mismo. “Te juego 100 dólares a que no me lo hacés” había desafiado el arquero a Maradona. Le ganó los 100 dólares y en Florencia repetía la hazaña. Dejan Savicevic puso el 2-2. Quedan dos penales por bando. Suerte y verdad. El aire se cortaba con cuchillo, no volaba una mosca salvo por los italianos que gritaban “Ca-me-rún” como para recordarle­s a los argentinos el oprobio del debut.

Una piedra de los hinchas locales que tendría efecto boomerang, unos días después.

Troglio estrelló su remate en el palo izquierdo. ¡Oh, no! Todo parecía perdido. Y entonces nació la leyenda. Sergio Goycochea evitó el gol del volante Brnovic, con un manotazo sobre su palo derecho. Quedaba un penal por equipo. Más dramatismo, imposible. Era volver a casa o pasar a la semifinal del Mundial.

Dezotti, que había entrado por Calderón, no falló. Fuerte y seco, sin chances para el arquero. El número 5, Hadzibegic fue tranquilo al punto de sentencia. Tomó poca carrera y anunció la dirección de su disparo. Goycochea voló al palo izquierdo. Y empezó a hacerse mito. ■

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