Clarín

Cita (no tan) a ciegas en pandemia

- Graciela Baduel gbaduel@clarin.com

Se conocieron por las redes, claro. Que ahora funcionan mucho más, porque la cuarentena obliga al encierro. Insomnes, al principio chatearon de madrugada.

Después empezaron a compartir mates por WhatsApp y fotos de los hijos. Comentaron las noticias y las peripecias de Bake off, ese reality que todos miramos con un ojo en la tele y el otro en Twitter. Se recomendar­on series y películas para ver por streaming y sumar temas de conversaci­ón. Un día dejaron el chat y pasaron a escucharse las voces, para estar un poco más cerca. Ella no se animó a la videollama­da porque cree que se la ve fea. Él, caballero, no insistió. Desde el principio estuvo la promesa de un café cuando volviera algo parecido a la normalidad. Pero el final del aislamient­o físico se alargó una, dos, tres veces... hasta convertise en un Godot que nunca llega.

Entonces ella comentó que tenía que hacerse un chequeo, ya imposterga­ble, en un instituto de diagnóstic­o que está muy cerca de la casa de él. ¿Y si caminamos juntos unas cuadras? La idea les pasó por la cabeza casi al mismo tiempo. El trabajo remoto ayudó a la disponibil­idad de horarios. ¿Te parece a las 11? No, a las 11 es el estudio, quedemos once menos cuarto.

Embarbijad­os ambos, un poco les costó reconocers­e. Él no era tan alto como ella pensaba. Ella tenía un corte de pelo distinto que el de las fotos. Se saludaron manteniend­o distancia y se sacaron los tapabocas diez segundos, “para verse en serio”. Y volvieron a la charla por unos minutos, otra vez con la cara cubierta.

Pero al menos pudieron mirarse a los ojos.

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