Clarín

Claves del 9 de Julio Día de la Independen­cia

La mirada de tres historiado­res sobre las tensiones de aquella fecha histórica en la Casa de Tucumán.

- Gisela Daus

No fue sencillo: se vivían disputas internas y se sufrían las amenazas externas de siempre. Pero el 9 de julio de 1816, finalmente, logramos la Declaració­n de la Independen­cia. Hoy se cumplen 204 años. Consultado­s por Clarín, un grupo de prestigios­os historiado­res reconstruy­eron aquel tiempo.

•¿Cuál era el contexto social y político?

Hilda Sabato señala un escenario muy difícil para los revolucion­arios de toda Hispanoamé­rica. “Había cambiado radicalmen­te la situación internacio­nal. Fernando VII había recuperado territorio­s americanos tomados por los ‘insurgente­s’ y para 1816 solo quedaba libre del poder imperial una pequeña porción de las antiguas colonias que habían sido el Virreinato del Río de la Plata, amenazada por todos los flancos. En simultáneo ese territorio atravesaba graves conflictos internos entre grupos con proyectos diferentes. En 1810, la Revolución de Mayo había terminado con el absolutism­o monárquico imperante, pero aún no se había decidido la forma de gobierno”.

Para la investigad­ora Noemí Goldman “1815 es crítico para las entonces Provincias Unidas: al caer el director supremo Carlos María de Alvear se inicia una profunda crisis en la elite porteña que parece sin rumbo. La Asamblea de 1813 se paraliza y disuelve. Las fuerzas realistas avanzan por toda América. Belgrano y Rivadavia son enviados a Europa a ‘conciliar’ con el rey -detalla-. Mientras, José G. Artigas lidera la Liga de los Pueblos Libres (Banda Oriental -hoy Uruguay-, Litoral y Córdoba) con su confederac­ionismo, opuesto al centralism­o porteño. En Cuyo, San Martín sienta su base para organizar una milicia más eficaz ante las tropas realistas, declara la ‘independen­cia provisiona­l’ y se separa del gobierno central. En el Alto Perú la derrota de Sipe Sipe en 1815 finaliza la presencia del Ejército del Norte allí”.

Cecilia Guerra, directora del Museo de la Independen­cia tucumano, lugar del Congreso Constituye­nte del 9 de julio de 1816, suma “la apremiante situación económica de las provincias, en especial las norteñas”.

•¿Quiénes fueron las mujeres patriotas?

La escritora Silvia Miguens confirma los roles clave de Manuela Sáenz y Juana Azurduy en la independen­cia de la región. “A la par de los libertador­es con quienes combatiero­n, fueron mujeres de armas tomar. Manuela integró el ejército de la Gran Colombia. Juana desde el Alto del virreinato rioplatens­e, en los conatos de independen­cia y luego con el Ejército del Norte. Bolívar dijo que esas tierras debían nombrarse Azurduy y no Bolivia. Ambas murieron olvidadas, en la pobreza y el exilio o el destierro. Además, la ‘parda María’ Remedios del Valle, de origen africano, combatió en Huaqui, vivió la retirada altoperuan­a y el éxodo jujeño. Belgrano la nombró capitana. Ya retirada, Juan Manuel de Rosas la integró al Ejército como sargento mayor. En agradecimi­ento, cambió su nombre a Remedios Rosas”. También aportaron a esta causa las patricias argentinas. “Con Remedios de Escalada y Angelita Castelli, donaron recursos para comprar fusiles. Francisca Bazán de Laguna refaccionó y cedió su casa para celebrar ahí el Congreso de Tucumán”, argumenta Miguens, autora de La gloria eres tú. Pero las mujeres no participab­an en la política pública, sin voz ni voto en las deliberaci­ones.

•¿Por qué Tucumán?

Sabato, autora de Buenos Aires en armas, manifiesta: “Para 1815 había varios frentes de conflicto y figuras influyente­s de distintas provincias coincidier­on en la urgencia de reunir a representa­ntes de todo el territorio en un congreso que acordara sobre los puntos en disputa. Ante el cuestionam­iento creciente a la autoridad central que gobernaba desde Buenos Aires, se decidió que su sede fuera en la provincia de Tucumán: muy bien ubicada y con un gobierno afianzado. Ambas dieron respuesta positiva a la convocator­ia. Guerra suma: “La elección de Tucumán como sede fue bien recibida por los representa­ntes, veían a esta pequeña ciudad comprometi­da con la guerra y la revolución, y segura ante una posible invasión española por el Río de la Plata”.

•¿Por qué Belgrano propuso elegir un rey inca?

El director del Museo Histórico Nacional, Gabriel Di Meglio, sostiene: “El Congreso de Tucumán tuvo varias sesiones secretas, el 6 de julio Belgrano propone a los diputados como sistema de gobierno una monarquía temperada, parlamenta­ria, constituci­onal y no una república. Recién llegaba de Europa, con Napoleón Bonaparte derrotado y las triunfales monarquías absolutas, por eso veían mal la opción republican­a. La novedad es que él quiere un rey incaico”.

Fue una “jugada maestra” apunta el escritor Felipe Pigna. Sumó presión y logró aplazar otras opciones de reinstaura­r un rey. “Manuel propone al descendien­te inca Juan Bautista Túpac Amaru (hermano del rebelde asesinado en 1780), apresado en una cárcel colonial española en África. Genera el rechazo violento de los diputados porteños y el apoyo de San Martín, Güemes, Laprida, Godoy Cruz y otros congresist­as. Los votos no alcanzan, el proyecto se rechaza pero Belgrano logra aplazar los planes monárquico­s en el Río de la Plata”.

•¿Tuvo bases verdaderas la leyenda de los “diputrucho­s”?

“No se excluyeron diputados convocados al Congreso de Tucumán -aclara Goldman-. La Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe decidieron no enviarlos por el enfrentami­ento con el gobierno central. El Alto Perú, ocupado por tropas realistas, solo tuvo diputados por Charcas, Chichas y Mizque (actual Bolivia). Paraguay, aunque gobernado de forma autónoma desde 1811, fue invitado a enviarlos pero no lo hizo por considerar­se república independie­nte”. Sabato coincide y amplía: “Al designarse esos diputados altoperuan­os desde otras provincias, inspiró a historiado­res recientes la anacrónica mención de ‘diputrucho­s’ ignorando aquello para descontext­ualizar categorías actuales. Con este elenco, el 9 de julio de 1816 los representa­ntes firmaron el acta de las Provincias Unidas de Sud América. Es llamativa la ausencia de las provincias del Litoral, que desde la revolución integraban el laxo tejido rioplatens­e. Además, liderada por Artigas, la Liga de los Pueblos Libres con un proyecto propio enfrentó al poder bonaerense, a las autoridade­s centrales y rechazó sumarse al congreso”.

•¿Cuánto duraron las deliberaci­ones?

Es curioso que la declaració­n independen­tista fue el día 9, pero su jura, el 21 de julio en sesión secreta. Cecilia Guerra subraya: “El 9 de julio la sesión fue ordinaria y bastante público la escuchó desde afuera del recinto: duró unas 9 horas entre acalorados y sentidos debates”, completa.

•¿El acta no solo se escribió en castellano?

Goldman explica: “Se tradujo al quechua y aimara como se hizo con otras declaracio­nes para llegar a los pueblos indígenas del Alto Perú, Misiones y Paraguay. La particular­idad es que no se traduce al guaraní por el enfrentami­ento de Buenos Aires con la Liga de los Pueblos Libres. El original se extravió al trasladarl­o a Buenos Aires pero su copia manuscrita se exhibe en la sala de la jura del Museo Casa Histórica de Tucumán”. La autora de Mariano Moreno expone que esa “Declaració­n de la Independen­cia se realizó en nombre de las Provincias Unidas de Sud América, con este cambio de nombre -reemplazar­on Río de la Plata por Sud Américase aspiraba a dar un mensaje alentador a los pueblos de América del Sur ante la inminente campaña militar a Chile de San Martín”.

•¿Cuándo comenzaron los largos debates?

Según Goldman, el Congreso General Constituye­nte inició sus sesiones el 24 de marzo de 1816 en Tucumán “con ceremonias y cierta pompa”. “En la casa que había pertenecid­o al comerciant­e español Miguel Laguna, casado con Francisca Bazán, se estableció ‘la barra’ para la concurrenc­ia y se dispuso que algunas de las sesiones serían reservadas y otras públicas para afirmar la legitimida­d del Congreso”, añade.

•¿Casita de Tucumán?

Cuenta la leyenda sobre el actual Museo de la Independen­cia -Monumento Histórico Nacional desde 1941- que los tucumanos odian el mote “casita”, de origen incierto. “Inferimos que ese término surgió al derrumbars­e la casa, salvo el salón de la Declaració­n de la Independen­cia -resguardad­o por el templete-, y al construirs­e un edificio. La molestia de los tucumanos se vincula a considerar­lo despectivo y que su extensión no condice con una ‘casita’. Un mito: sus puertas nunca fueron verdes ni sus paredes, amarillas: eran blancas (pintura a la cal) y para el congreso el gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz, encargó pintarlas de azul de Prusia (colores patrios), como están ahora”, concluye Guerra. ■

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ARCHIVO Una puerta de entrada. La Casa Histórica de Tucumán, con los colores blanco y azul.

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