“Ante la pandemia, los brasileños han perdido toda la confianza en la palabra del presidente Bolsonaro”
Católico, tenaz opositor a la legalización del aborto, partidario del liberalismo económico, el escritor y periodista Reinaldo Azevedo es, antes que nada, un fenómeno de audiencia. Su público está compuesto tanto por políticos y empresarios influyentes como por choferes de Uber o empleados de oficina, encantados por su lengua sin filtro, su adhesión a los principios del Estado de derecho y su defensa intransigente del buen uso del idioma.
En tiempos del gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, fue un pertinaz crítico del Partido de los Trabajadores (PT): publicó el libro “Petralhas”, una suerte de juego de palabras entre PT y los canallas que roban dinero público, e inventó la palabra “izquierdópata”, que utiliza para describir la pulsión de cierta izquierda por análisis izquierdistas incluso cuando la realidad no los sustenta. Hoy es uno de los más enfáticos críticos de Jair Bolsonaro. Desde su casa, donde trabaja sin salir desde marzo, conversó con Clarín sobre la turbulenta realidad de Brasil.
¿Cómo recibió la noticia de que el presidente está infectado de coronavirus? ¿Coincide en que no provocó conmoción popular pese al impacto en los medios y en la política?
No hubo consternación. Estamos con casi 70.000 muertos, vamos hacia los dos millones de infectados y tenemos un presidente que dijo frases como “todo el mundo muere un día”; o, indagado sobre el número de muertos, “yo no soy sepulturero”; o que, ante la evidencia de un aumento en el número de muertes, respondió “¿Y qué?”. No es el comportamiento de alguien que despierte compasión. No hay ninguna razón para que los brasileños tengan más compasión por el presidente que consigo mismos, con sus parientes o con otros brasileños. Es grave tener un presidente en cuya palabra ya nadie confía.
Usted dice que es irrelevante si Bolsonaro tiene o no Covid-19. ¿Por qué?
Lo relevante es la política pública de salud, que es desastrosa. El gobierno destinó unos 40.000 milloAhora nes de reales (7.500 millones de dólares) para combatir la pandemia y gastó poco más de 12.000 millones de reales, menos de un tercio. Creó un solo hospital de campaña. Entregó 11% de los equipos para unidades de terapia intensiva que prometió. Los respiradores están en el orden de 5% de lo prometido. Tenemos un gobierno federal inerte.
Fuera de la situación sanitaria, hubo en estos meses de pandemia dos hechos notorios: la renuncia de Sergio Moro como de ministro de Justicia y la reacción de la Corte Suprema a agresiones a la democracia. ¿Cuál es su evaluación de esos hechos?
Moro rompe no porque no esté de acuerdo con la actuación autoritaria del gobierno. Es tan autoritario como Bolsonaro. Rompe porque veía su autoridad contestada. Antes de eso, endosó todas las acciones autoritarias de Bolsonaro. Ya el hecho de haber asumido el Ministerio de Justicia fue un acto indecente. Aceptó el cargo ocho meses después de detener a Luiz Inacio Lula da Silva, al que condenó en una sentencia que nació sin pruebas. Lula fue condenado sin pruebas. No digo que Lula sea inocente. Quien declara la inocencia es la justicia. Condenar con pruebas o sin pruebas es lo que interesa al Estado de derecho. Moro tuvo una actuación ilegal en su alianza con el Ministerio Público y funcionó como un jefe de la acusación. busca reinventarse.
¿Rescata algo de la operación Lava Jato?
El Lava Jato nace después la aprobación de la ley que nos trajo la delación premiada aprobada por Dilma Rousseff y con ella un número impresionante de ilegalidades. Claro que combatió la corrupción. Pero el combate a la corrupción debe ser hecho sin la destrucción del Estado de derecho. El Lava Jato llevó a la opacidad a las instituciones brasileñas. El odio a la política, a las instituciones y a la democracia llevaron al poder una figura marginal como Bolsonaro.
¿Y en relación a los límites del Supremo al gobierno?
Sobre el Supremo Federal, digo, felizmente la reacción ocurrió. Abrió una investigación legal (sobre la organización para diseminar noticias falsas y amenazas contra sus miembros) que puso un freno a personas que estaban haciendo actos golpistas en los que participaron ministros que son militares. Y mostró que hay financiamiento clandestino de algunos empresarios en favor de campañas para el cierre del Congreso y la Corte. La democracia debe defenderse de aquellos que quieren imponer una dictadura.
Bolsonaro bajó el tono de enfrentamiento al Congreso y el Supremo tras la detención de su amigo, ex funcionario de su hijo mayor y ex policía Fabricio Queiroz, supuestamente operador de actos ilícitos. ¿Ve peligro para su continuidad en el poder post Covid?
Bolsonaro cambió el discurso. Como dice nuestro escritor Guimaraes Rosa, no fue “por boniteza”, por gusto, sino por necesidad. Queiroz remite a la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro y a la cercanía de la familia presidencial con las milicias. Si se estableciera un vínculo delictivo entre el presidente y las milicias –pese a que la ley no permite investigar a un presidente por hechos cometidos antes de su mandato-, él no resistiría políticamente.
¿Podrá de esta manera mantenerse en el poder?
Tenemos 70 mil muertos con 2 millones de contagios y un presidente que dijo frases como ‘todo el mundo muere un día’”.
El presidente aceleró la formación de una base política. Busca tener 200 diputados para que un proceso de juicio político no pueda prosperar. Si la situación de hoy se mantiene podrá terminar su mandato. Pero si aparece algo muy grave en el terreno penal o una prueba cabal de ilegalidad en la justicia electoral, no habrá condescendencia.
A partir del Plan Real, Brasil se modernizó. El ministro de Economía, Paulo Guedes, hizo críticas recientes a ese plan. Sus previsiones de crecimiento y privatizaciones para la post pandemia parecen promesas de milagros. ¿Cómo ve su papel?
No hubo conmoción por el coronavirus de Bolsonaro (...) Es grave tener un presidente en cuya palabra ya nadie confía”.
Paulo Guedes no es un liberal, es un reaccionario como Bolsonaro. Brasil es uno de los países más desiguales del mundo. Guedes no tiene ningún compromiso con eso. Ve toda asistencia a los más pobres como una disfuncionalidad. Tiene una visión atrasada del liberalismo. Vende un Brasil que va a disparar, un crecimiento en V. Es un vendedor de terrenos en la luna, aunque tiene apoyo del mercado financiero y de empresarios. ■