Clarín

Majdalani, la ex jefa de espías que lanzaba dardos en su despacho

Señora Ocho. La “Turca” fue íntima de Menem y, tras el triunfo de Kirchner, empezó a trabajar con Macri. Ahora afronta una causa por supuesta inteligenc­ia ilegal.

- Héctor Gambini hgambini@clarin.com

Nadie describirí­a a Silvia Cristina Majdalani (61) -la ex subdirecto­ra general de Inteligenc­ia citada para el lunes en la causa que investiga presunto espionaje ilegal-, por su debilidad de carácter ni por sus indecision­es.

"Pegame, maricón... pegame si te animás". La Turca -como aún la llaman sus compañeros de militancia­tocaba timbres en Pilar para su campaña a diputada nacional por el Pro, en 2009, cuando se cruzó con un grupo de dirigentes barriales del kirchneris­mo que la increparon por “invadir” su trinchera electoral. El más exaltado se acercó, le tiró una trompada desde atrás justo cuando ella se daba vuelta y le partió el labio. Mientras algunos de los hombres que la acompañaba­n retrocedie­ron, ella increpó a sus atacantes y no se movió un centímetro. Los agresores huyeron.

Después del triunfo electoral, ella misma le pidió a Macri ir a la AFI. Fue la primera mujer en la historia del organismo en ocupar un puesto en la cúpula (aunque Cristina Caamaño, la intervento­ra actual, será ahora la primera mujer en ser la número uno). El jefe, Gustavo Arribas, fue el Señor Cinco. Majdalani, su segunda, la Señora Ocho. En "la casa", como llaman los espías a su sede central de 25 de Mayo 11 -la dirección formal de tres edificios independie­ntes, pero comunicado­s por dentro-, dicen que el número de la clave correspond­e al piso donde cada uno tiene su oficina. Pero la Señora Ocho había instalado su despacho en el piso nueve. Cosas de espías

La ex funcionari­a que ahora cita la Justicia por la causa de las presuntas escuchas ilegales durante el macrismo -y que será indagada el lunes, un día después que su ex jefe Arribas- toma Coca Light con limón, usa alcohol en gel desde mucho antes de que existiera el coronaviru­s y es inseparabl­e de su bolso Louis Vuitton y de sus dos celulares. Uno de ellos tiene un estuche personaliz­ado, con las iniciales SM en dorado. Como fondo de pantalla, solía usar una foto de ella junto a su papá.

Majdalani es la hermana del medio de tres mujeres. Tiene tres hijos y seis nietos. Se crió en una familia libanesa de costumbres férreas para la crianza de las hijas. Su papá tenía un emporio de empresas textiles que en los 50 y los 60 incrementa­ron la fortuna familiar con su producto estrella: medias de mujer. Por eso la ex subdirecto­ra pasó los veranos de su infancia en el más exclusivo balneario marplatens­e de Playa Grande. Cuando su casa de verano estaba inhabilita­da por algún arreglo, todos iban a ocupar la suite presidenci­al del Hotel Provincial. Un lujo entre los lujos de la Argentina emergente.

¿Y cómo fue que aquella adolescent­e de buen pasar se interesó por la política? Los que la conocen dicen que cuando su padre quedó internado poco antes de una muerte prematura (a los 52 años), Silvia lo hacía divertir parándose en un banquito de la clínica y jugando a dar discursos. Tenía 13 años cuando se acercó como voluntacho­s ria a la Cooperativ­a COAS.

Pasaron unos años, Menem irrumpió en la escena nacional y Majdalani empezó a militar en el peronismo porteño. La Turca quedó fascinada con El Turco, pero ella siempre ha jurado que hubo algo más que el magnetismo del riojano para sus comienzos peronistas. "Yo amo enormement­e a Evita", dice aún hoy, si le preguntan.

En el auge de los 90 fue intervento­ra en la obra social de dos sindicatos, de donde salió investigad­a en dos causas por el presunto manejo irregular de los fondos. Terminó sobreseída.

Después, estuvo en el círculo íntimo de Menem cuando él tomó la decisión de no enfrentar a Néstor Kirchner en la segunda vuelta. A aquel día lo recuerda como a uno de los peores de su vida política: Menem tuvo que grabar tres veces su mensaje diciendo que se bajaba del balotaje. No podía hacerlo. Se quebraba. "Esto que voy a hacer, abandonar, es algo que en política no se hace nunca", le dijo el riojano, que acaba de cumplir 90 años.

Ya con Kirchner presidente, Macri llamó a Majdalani para que se sumara al Pro en la Capital. Aceptó y fue legislador­a de la Ciudad y luego diputada nacional.

Llegó a la AFI con varios cursos heen la Escuela Nacional de Inteligenc­ia. Nunca terminó la carrera de Comunicaci­ón Social y cada vez que llegaba a un despacho (en la Legislatur­a, en el Congreso o en la AFI) acomodaba en su escritorio nueve estatuilla­s de la Virgen y una imagen de la Madre Teresa de Calcuta.

¿Y cómo siendo libanesa no es musulmana? “El Líbano tiene 18 religiones, y yo soy católica apostólica romana”, ha dicho alguna vez.

Majdalani seguro recordó aquellas palabras de Menem -que en política no se abandona- cuando asumió en la AFI y empezó a recibir los topetazos de Elisa Carrió. Lilita tenía entonces un enorme poder de influencia en el nuevo gobierno de Macri, pero Majdalani siguió en su puesto. Era 2016 y ya Carrió la acusaba de hacer espionaje ilegal, lo mismo por lo que ahora la citan como imputada en el juzgado federal de Lomas de Zamora a cargo de Juan Pablo Auge, aunque con diferencia­s.

Carrió la acusaba de espiar al entonces titular de la Aduana Juan José Gómez Centurión. Ahora la acusan de haber mandado a espiar a Cristina Kirchner en el Instituto Patria, en una causa que tiene origen vidrioso: se la sacaron al juez Villena porque él habría ordenado escuchas y, si fue así, el espionaje ya no sería ilegal.

Fue lo que sostuvo el espía Alan Ruiz, procesado y excarcelad­o. Majdalani deberá dar explicacio­nes sobre el tema porque era la jefa directa de Ruiz.

En aquel pico de su enfrentami­ento con Carrió, la entonces Señora Ocho le mandó a decir que tomaran un café.

Majdalani fue del círculo íntimo de Menem y con su marido aportó a su fianza cuando fue preso.

Lilita justo se internaba para aplicarse unos stents y jamás le respondió a la invitación. Tampoco lo hizo cuando le dieron de alta.

Majdalani suele cortar su día con un licuado de frutas, aún en medio de fuegos cruzados. Carrió también la acusaba de ser socia de Francisco Larcher, hombre fuerte de la Side en la era K, luego reemplazad­o por el delfín de Cristina, Juan Martín Mena. Majdalani decía que conocía a Larcher porque sus hijos son íntimos amigos desde la infancia, pero que con él “nunca hablamos de La Casa”. Que le crean es otra cosa.

Como fuese, pasó de ser acusada de parte del Pro por sus vínculos con los espías K, a ser acusada por el kirchneris­mo por espiar a Cristina, la acusación que enfrenta ahora.

Sus vínculos familiares con los servicios de inteligenc­ia le llegan, incluso, de más atrás. Muy pocos saben que comparte nietos con Hugo Anzorreguy, el Señor Cinco de la época de Menem. Anzorreguy fue amo y señor de la SIDE durante 10 años seguidos.

Majdalani está casada con el empresario y martillero público Jorge Olivero, que a fines de los 90 fue condenado a cuatro años de prisión por estafas -según la Justicia, participó en una maniobra fraudulent­a en favor de una tercera persona para quedarse con la herencia millonaria de un terratenie­nte cordobés que murió soltero-, pero la pena le fue conmutada

por Menem y esa decisión lo sacó de la cárcel. Menem decidió esa conmutació­n de pena el último día de su mandato. Majdalani y Olivero se habían conocido cuando eran adolescent­es, en aquellos veranos familiares de Playa Grande.

Como en política una mano lava la otra, Majdalani y su marido aportaron para la fianza de Menem en 2005, cuando el ex presidente fue preso acusado de tener cuentas secretas en Suiza.

Mientras era la Señora Ocho también fue denunciada por el legislador Gustavo Vera, por entonces portador compulsivo de su amistad con el Papa, quien la acusó de lavar dinero con propiedade­s. Ella sólo respondió que la denuncia era "cómica",

mientras hacía instalar en su despacho un blanco móvil, esos de círculos concéntric­os, donde se relajaba lanzando dardos. A veces lo usaba cuando iban a visitarla sus nietos. A veces, sola.

El regreso al llano aparece difícil. A los allegados que le acercan pedidos de entrevista­s periodísti­cas les dice que no va a hablar, pero que no se esconde: “Tengo el mismo número de teléfono hace más de 20 años”, argumenta.

Majdalani tiene las manos repletas de anillos -suele usar ocho, cada uno con su historia- y en sus muñecas tintinean las pulseras. "A las turcas nos adornan desde chicas", bromea con sus amigos. Tres de ellas llaman la atención. Son un pequeño círculo negro dentro de una esfera celeste. La misma imagen de la pulsera la ha llevado consigo a los diferentes despachos que ocupó.

Son ojos otomanos: los artesanos de Anatolia, en Turquía, combinan desde hace dos mil años el fuego con diferentes materiales para crear lo que consideran un poderoso talismán contra el "mal de ojo". La ex subdirecto­ra de la AFI que el lunes será indagada por un juez federal usa amuletos para la buena suerte. Quizá los necesite en los días que se avecinan. ■

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A indagatori­a. Silvia Majdalani, ex número dos de la AFI durante la gestión macrista, irá a indagatori­a en la causa por inteligenc­ia ilegal.

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