Clarín

Alberto cae en la trampa de la política extrema

- Fernando Gonzalez

Un día se cuelga de la bandera de los moderados. Pero por la noche toma el teléfono para incendiar las redes sociales jugando a las batallas estériles de Twitter. No serían más que escenas del dramatismo político de estos tiempos si no fuera el Presidente. La cuestión es que Alberto Fernández es la cabeza institucio­nal de la Argentina. Las caravanas de protesta del 9 de Julio, como las del Día de la Bandera, demuestran que hay una demanda de un sector social dinámico que no tiene respuesta. Para ellos, por ahora, el único horizonte es la incertidum­bre.

“Yo vine acá a terminar con los odiadores seriales”, dice el Presidente en su discurso de la fecha patria. No señala a nadie pero todos saben que se refiere a Mauricio Macri y al sector más hostil de la oposición, que se referencia en el ex presidente. El acto por videollama­da también le sirvió para referirse a Horacio Rodríguez Larreta como “mi amigo”, una exageració­n para la política argentina. Media hora después, el jefe de gobierno porteño era tendencia en las redes sociales porque las cuentas activas del ultra macrismo lo castigaban con una furia que sólo se les dedica a los peores enemigos. Cosas de la grieta.

Alberto se mete en un territorio que le es conocido. En la trampa de las frases agresivas y las apuestas fuertes. En los últimos años, fue un tuitero picante que le dedicó mensajes a Julio De Vido, a Amado Boudou y a Cristina Kirchner que hoy quisiera borrar. Pero todo queda en la memoria extensa del universo digital. Ahora no se anima a aquellas bravatas que incluían insultos. Igual prueba y reproduce los memes agresivos para el intercambi­o televisivo entre el periodista Diego Leuco y el dirigente Santiago Cafiero. El Jefe de Gabinete también transita los caminos ásperos donde se siente más cómodo el kirchneris­mo. Quizás esté pensando en alguna candidatur­a a futuro.

Por eso, todo el Gobierno lo estaba esperando. Empezando por Alberto, la mayoría de los dirigentes del Frente de Todos aguardaba la reaparició­n pública de Macri porque consideran que una buena parte de la sociedad tiene un mal recuerdo del expresiden­te. Y que, por si fuera poco, su figura genera cortocircu­itos en la interna irresuelta de Juntos por el Cambio. Algunos celebran la repercusió­n de la entrevista que le dio al periodista Alvaro Vargas Llosa para el diario chileno La Tercera. Y festejan mucho más que haya deslizado una crítica hacia el Gobierno cuando le adjudicó, en estos tiempos de pandemia, estar avanzando contra las libertades. Contra la sombra de Macri, el peronismo se siente seguro de poder ganar.

Algo parecido pensaba el consultor Jaime Durán Barba cuando era la estrella de la galaxia macrista. “Si sacás a la cancha a Cristina, tenés todo servido para vencer”, les decía a Macri y a Marcos Peña, quien se sentaba en el lugar donde hoy se envalenton­a el joven Cafiero. Y ellos le creían con fe religiosa. La trampa de la política extrema les alcanzó para derrotar a la expresiden­ta en la elección legislativ­a de 2017. Pero, poco después, explotó la economía y la estrategia de la grieta permanente se transformó en un tobogán. No se dieron cuenta hasta el último día.

Alberto ganó las elecciones y se convirtió en presidente porque una parte de sus votantes lo creyó moderado. Ahora juega un juego en el que Cristina y Macri ya ganaron y perdieron. Tal vez le convenga entender cómo es que la trampa de la grieta necesita tan poco tiempo para convertirs­e en tobogán. ■

Alberto fue presidente por moderado. Hoy juega un juego en el que CFK y Macri ya ganaron y perdieron.

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