Clarín

Una insólita Miami, encerrada y desértica en pleno verano, acorralada por la pandemia

Clarín recorrió una ciudad irreconoci­ble, sumida en el silencio, sin autos. Y con un toque de queda que oscurece todo desde las 22 para intentar frenar a la epidemia.

- Paula Lugones plugones@clarin.com

Es un paisaje muy extraño, insólito. Este lugar tan vibrante, donde la gente suele caminar amontonada para mirar y ser visto, donde la salsa y el reggaeton penetra por los poros y se apilan cuerpos musculosos en autos descapotab­les a paso de hombre, hoy está desierto, apagado, muerto. El coronaviru­s puso a Miami en un freezer, en pleno verano.

Ya pasaron de las 10 de la noche en Miami y Ocean Drive, el rincón de South Beach que siempre está de fiesta y repleto de turistas, y hoy está vallado. No se puede circular en auto. No hay vecinos, no hay visitantes, todo está cerrado, no hay vida. Donde la música inundaba todo, hoy solo se escucha el lento vaivén de las olas.

Es que la ciudad del sol, la fiesta y la playa hoy está golpeada por un brote desenfrena­do de coronaviru­s y un inédito toque de queda nocturno frenar los contagios. Con escasas excepcione­s, nadie puede salir desde las 10 de la noche a las 5 de la mañana. Muchas de las medidas de reapertura han sufrido una marcha atrás.

Con picos de hasta 10.000 casos diarios, Miami se ha convertido en el epicentro de la pandemia en EE.UU., junto con Estados como Texas, Arizona y California. En el país los contagiado­s de Covid 19 sobrepasar­on el miércoles los 3 millones.

Aquí en el estado de Florida, con 224.000 casos y 3.890 muertos, las terapias intensivas de 42 hospitales se quedaron sin camas. En Miami Dade, el condado más turístico, quedan libres 17% de plazas en terapia. En el centro de convencion­es de Miami Beach se instalaron 450 camas para aumentar la capacidad.

Todos temieron que el fin de semana pasado, el festivo del 4 de julio, desatara una más dramática catarata de contagios, con jóvenes sin barbijo en los bares, y con chicas arriba de los parlantes o bailando un sexy “lap dance”. Por eso el alcalde tomó drásticas medidas: cerró las playas por cuatro días, prohibió la venta de alcohol, se estableció el uso obligatori­o de barbijos e instaló el toque de queda. Pero la curva todavía no baja.

De noche está todo cerrado, aunque de día la ciudad resurge con cuentagota­s, algo sin precedente­s en uno de los centros más turísticos del mundo, que alguna vez ha sufrido feroces huracanes, pero que hoy le toca lidiar con un extraño y mortal virus.

El martes se reabrieron las playas. Estos días el sol brilló, pero no se vio la costa desbordada de jóvenes tomando cerveza de a grupos como hace poco. Apenas algunos mayores que se levantaron temprano a caminar a la vera del mar y algunos turistas estadounid­enses que se atrevieron a viajar al foco de la pandemia. Hasta la playa hay que llegar con barbijo pero por ahora es posible sacárselo en la arena, donde hay que mantener distancia social de casi dos metros. En los balnearios que suelen estar concurrido­s de jóvenes , hay vigilancia para que las reglas se cumplan.

Pero igualmente el alcalde de Miami Dade dio marcha atrás con algunas medidas de reapertura: los gimnasios, que iban a abrirse libremente, ahora deben tener cuidados más estrictos; los casas y departamen­tos no podrán ser alquilados para más de 10 personas; los restaurant­es, que hasta el miércoles trabajaban a un 50% de su capacidad, ahora solo podrán atender clientes al aire libre o, caso contrario, deberán volver al delivery.

Lorena es la cajera de Banchero, una de las más famosas pizzerías de Buenos Aires, que abrió en agosto una sucursal en la avenida Collins de Miami Beach. Con la pandemia llegó el cierre, pero luego de una tibia apertura las últimas semanas, hoy todo vuelve para atrás: “Vamos a tener que cerrar otra vez la atención en las mesas”, se lamenta ante Clarín. Estuvieron trabajando solo con delivery y para llevar hasta el 27 de mayo, cuando el condado autorizó abrir el local con un 50% de la capacidad, con distancia social. Ya no se podrá. “La mesa nosotros tenemos 25- es lo que suma y te da todo: la bebida, el cafecito, el postre. Vivimos del comensal en el salón. Es un golpe tremendo”.

Ellos no tienen lugar afuera así que no tienen opción. “Es muy fuerte,

muy complicado. Si bien nos manejamos con muchos argentinos que viven en la zona todos los restaurant­es de Miami Beach vivimos del turismo. Es una situación difícil, pero los dueños son siempre optimistas”.

Las cifras muestran el golpe: hay 53% menos de turistas provenient­es de otros estados del país y 73% menos de otras partes del mundo, explicaron a esta correspons­al desde el Greater Miami Convention and Visits Bureau, una organizaci­ón que monitorea el turismo. Se nota la ausencia de canadiense­s, europeos, brasileños y argentinos, impedidos de salir de sus países o de ingresar a EE.UU.

El elegante shopping de Aventura, uno de los lugares de compras favoritos de los argentinos, es hoy territorio desconocid­o. Cuando en las vacaciones de julio suelen verse los pasillos y los negocios abarrotado­s de turistas, ahora se ve poca gente y la mayoría de la zona. Los locales están abiertos, pero casi nadie los visita.

El coqueto gimnasio Equinox de South Beach cierra a las 9 de la noche, poco antes del toque de queda. La encargada cuenta a Clarín que a partir de este jueves todo el mundo que ingresa a las clases o a las máquinas se le controla la temperatur­a y debe usar barbijo, algo que antes no se exigía. El negocio funcionará al 50% de su capacidad y no están habilitado­s los vestuarios. “Es muy difícil correr con máscara con este calor”, cuenta Sylvia, de 29 años. “Pero al menos abrieron porque creíamos que todo volvía para atrás”, agrega.

A las 10 de la noche, otra vez se implanta el toque de queda para evitar las reuniones, las fiestas y el alcohol que relaja el alerta ante el virus. En la avenida Collins solo se pasean algunas chicas, ajustadas con tacos altos, que lanzan miradas furtivas a los escasos vehículos que se ven por la zona. En el puerto se amontonan los inmensos cruceros que tienen vedado su acceso al mar, a oscuras, vacíos, sin fiestas, flotando inermes en una ciudad desconocid­a.

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AFP Limpieza. Una empleada desinfecta una de las mesas del restaurant­e KYU, en la zona de Wynwood, en Miami. Las autoridade­s pidieron que se cierre el servicio interno por el Covid.
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AFP Servicio. Ordenes para delivery en el Sparky’s Jerk de Miami.

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