Clarín

Leopoldo Luque La historia inédita de su secuestro

Unos meses después de haber sido clave en el título mundial de Argentina, el por entonces delantero de River vivió una noche de terror que 41 años más tarde se animó a contar.

- Mariano Verrina mverrina@clarin.com

“Esto no lo conté nunca”, arranca Leopoldo Luque del otro lado del teléfono y después de más de una hora de entrevista. “Al principio no dije nada por miedo. Después fue pasando el tiempo y, qué se yo, lo tenía ahí como una cosa más. Pero me da bronca cuando dicen que salimos campeones gracias a la dictadura. Dicen que andábamos con los milicos y a mí los milicos me secuestrar­on, me robaron y no me mataron de milagro. Ya te digo: cuando empecé a caminar y a encarar para el descampado, en mi cabeza solo esperaba el sonido del disparo, el ‘¡puum!’ que me matara”.

Año 1979. Estadio Monumental. El mismo lugar en el que unos meses antes la Selección conseguía su primera Copa del Mundo. Allí estaba otra vez Leopoldo Jacinto Luque. Dice que era un día de semana, cree que un miércoles. Y que el entrenador de River, Ángel Labruna, había decidido cuidarlo para el siguiente encuentro.

“Fui a la cancha a ver al equipo, a mis compañeros. Era un partido de noche. Yo vivía por Martínez. Volvía solo. Agarré la avenida y ya cuando estaba cerca de mi casa y tenía que doblar, vi por el retrovisor que tenía un auto bastante cerca. Yo veía que aceleraba fuerte y se me pegaba”, cuenta.

El 9 de River y una de las figuras de la reciente consagraci­ón argentina empezó a manejar con miedo. Dobló, estaba a unas seis cuadras de su destino. El auto que venía atrás también dobló en la misma dirección. Entonces él decidió dejarlo pasar. Se corrió hacia un costado y le cedió el paso. Ahí se invirtiero­n los roles y Luque quedó atrás. A la cuadra siguiente el auto que lo había pasado se detuvo abruptamen­te. Y empezó el terror.

“Veo que se baja un tipo corriendo. En una mano levantaba una chapa de policía y en la otra tenía una pistola. Se me acerca y me pide los documentos. Yo le dije que sí, que se los daba. No entendía nada. Los tenía en la guantera, dentro de un sobre. Y el tipo me amenaza: ‘Quedate quieto porque te arranco la cabeza de un tiro’. En ese momento otra persona entró por el asiento del acompañant­e, abrió la guantera, agarró todos los papeles que tenía y se me sentó al lado”, relata.

Hubo un auto más en la escena. Luque no lo había advertido pero acompañaba al de los secuestrad­ores. El futbolista viajó acostado en el asiento de atrás de su vehículo con dos asaltantes que lo llevaban sin un rumbo cierto. Uno manejaba; el otro lo tenía quieto y le apuntaba con el arma.

“Yo estaba acostado atrás y lo único que veía era el reflejo de la luz de afuera. Hasta que quedó todo oscuro. Se habían metido por el medio de un campo, era una cosa terrible. El que me apuntaba, me decía: ‘No levantes la cabeza porque te la vuelo’. Hasta que en un momento indicaron: ‘Ahora bajate’. Y me bajé”, sigue. “’Caminá’, fue la orden”.

Y Luque encaró hacia el lado iluminado, hacia la Panamerica­na. ‘No, para el otro lado’ -le retrucaron-. ‘No te hagas el pícaro’.

“Y me fui caminando por el descampado. En ese momento apreté los dientes. Sentía que iba a venir el disparo, que iba a ser boleta. Caminé, caminé, había yuyos… Hasta que siento que se va un auto; me doy vuelta y era el mío. Y me quede ahí. Respiré”, recuerda.

Pasado el shock volvió a caminar hacia la Panamerica­na. El primer lugar abierto que vio “era un piringundí­n, un cabaret”, explica. Pidió ayuda. “Me dijeron que no, que no querían tener problemas con la Policía”, añade.

Volvió a la Panamerica­na. Les empezó a hacer señas a los autos que pasaban hasta que uno frenó.

‘¿Vos no sos Leopoldo Luque?’, preguntó el conductor. Y lo llevó hasta la casa. Donde arrancó la segunda parte

de la historia.

“Justo tenía una comisaría a tres cuadras de casa así que fui a hacer la denuncia”, recuerda el ex delantero.

‘¿Te apuntaron con un arma como esta?’, le preguntó el comisario y apoyó una pistola sobre el mostrador.

‘Qué se yo. No conozco de armas, nunca tuve una’, fue la respuesta.

El comisario dominó la escena como si ya la hubiera visto. Para sorpresa de Luque, llamó a otro policía que estaba adentro de la comisaría y lo puso frente al futbolista.

‘Mirá, vení. ¿Los que te asaltaron tenían el pelo así, como él?’, lo volvió a interrogar

‘Sí. Pero, ¿cuál es el tema?’, volvió a preguntar

‘Bueno, ahí está. Fueron policías o militares’, le explicó.

Dos meses después del secuestro estaba concentrad­o junto con sus compañeros de la Selección en la quinta de José C. Paz, el mismo lugar en el que Argentina se había concentrad­o para consagrars­e en 1978.

Ahora la Selección se preparaba para realizar una gira por Europa. Era el mediodía y los jugadores se entrenaban cuando un patrullero estacionó en la puerta y un oficial pidió hablar con Luque.

‘Creemos que encontramo­s el auto; tiene que acompañarn­os a la comisaría’, le dijeron.

“Yo ya no quería saber nada” -recuerda otra vez-. “Me obligaron a ir y dijeron que había unos sospechoso­s de haber sido quienes me asaltaron. Hice el reconocimi­ento por una mirilla. Yo los veía, pero ellos no me veían a mí. Hasta que en un momento, cuando los fueron rotando y los pusieron de perfil, me di cuenta que uno era él. Y era un milico. Pero no dije nada. No sé, me dio miedo, pensé que sería peor”.

“Era un milico. Pero no dije nada. No sé, me dio miedo, pensé que podía ser peor”.

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 ?? MARCELO CARROLL ?? Saludo. Luque recibe la ovación del Monumental, el escenario en el que se consagró en 1978, en una visita junto a otros ex futbolista­s de River y la Selección
MARCELO CARROLL Saludo. Luque recibe la ovación del Monumental, el escenario en el que se consagró en 1978, en una visita junto a otros ex futbolista­s de River y la Selección

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