Clarín

Odisea y algo más en la Cordillera

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Henri Guillaumet fue uno de los pilotos más destacados de los inicios de la aviación francesa. Fue, también, compañero de ruta y amigo de Antoine de Saint Exupéry. Juntos se tutearon con la vida y la muerte surcando distintos cielos, entre ellos los nuestros, volando para la Compañía Aeroposta Argentina, allá por 1930. A bordo de su avión, Guillaumet cruzó 393 veces la Cordillera de los Andes. En uno de sus viajes, en medio de un temporal de nieve, no pudo seguir la ruta conocida, agotó su combustibl­e y logró un aterrizaje de emergencia.

El avión quedó inutilizad­o. Saint Ex y el piloto Deley lo buscaron durante cinco días. “Los Andes en invierno no devuelven a los hombres”, les decían. Saint Ex,- escribiría después en Tierra de hombres, el libro que le dedicó, sentía no ya que lo buscaba sino que velaba su cuerpo en esa catedral de nieve. Al séptimo día, mientras almorzaba en un restaurant­e de Mendoza, escuchó “Guillaumet...vivo”. Diez minutos después volaba a rescatarlo. “Lo que hice, te lo juro, ningún animal lo hubiera hecho”, se enorgullec­ió Guillaumet. Había caminado cinco días y cuatro noches, y había resistido las tentacione­s. “En la nieve se pierde todo instinto de conservaci­ón. Después de dos, tres, o cuatro días de marcha sólo se desea el sueño. Yo lo deseaba, pero me decía: si mi mujer cree que vivo, cree que camino. Los compañeros... Todos tienen confianza en mí y soy un canalla si no camino”.

Debía impedirse pensar. Más de una vez sintió que su fin estaba cerca. “Lo que salva es dar un paso. Otro paso...”. “Un esfuerzo más”, le pedía a su corazón.

Un pastor de quince años lo encontró al quinto día. En la vida hay que aprender a luchar también contra toda esperanza. ■

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