Clarín

Hijo de un polista y nieto de María Luisa Bemberg

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Su tatarabuel­o fue Otto Bemberg, creador de la industria cervecera en la Argentina. Su abuela, la cineasta María Luisa Bemberg y su padre, el polista Gonzalo Tanoira. Apenas se recibió de licenciado en Administra­ción y tras un master en Wharton School en Estados Unidos, y siguiendo la tradición en una familia, ahora con 200 miembros en 20 países, Gonzalo Tanoira hijo, de 50 años, empezó su carrera en bancos y en la consultora Booz Allen antes de que su tío, Carlos Miguens, lo convocara para Quilmes. Era el año 2004, justo cuando se concretaba la venta al grupo Brahma. Actualment­e, Tanoira es director de tres empresas de la familia, la citrícola San Miguel, el grupo Peñaflor que lidera en bebidas y se ocupa del banco Quilvest que el grupo Miguens-Bemberg posee en EE.UU. y Europa.

Cuenta que como nieto mayor y “privilegia­do” pudo seguir de cerca la carrera de su abuela, la gran cineasta. “Era una persona tan activa, tan dedicada a su profesión, tan centrada en sus películas, era una intelectua­l, no solamente cuando filmaba las películas, sino cuando estaba buscando guiones. Eso sí, ella nos decía yo soy la peor abuela del mundo”

Casado con Pilar y padre de siete hijos, la mayor es una mujer de 27 años, igual que la más pequeña de 9 años. Y en el medio, cinco varones. De su padre, Gonzalo Tanoira un polista con 10 de hándicap, heredó la pasión por los caballos. Tanoria padre revolucion­ó los métodos de crianza de los equinos.

También heredó el polo, aunque confiesa que lo intentó y llegó a un “honroso 4 de handicap, con lo cual me di cuenta que era mejor volver a los estudios”. Pero la marca del polo la lleva en la sangre y los fines de semana lo comparten con la familia ampliada.

De profunda vocación religiosa, Tanoira desliza que no fue a misa entre los 17 y los 30 años. “Estaba peleado con Dios, peleado con Jesús, peleado con la Iglesia. Mi mujer igual. Pero a los 30 años tuvimos nuestro tercer hijo, nació con un síndrome muy difícil de diagnostic­ar y… recibimos una señal muy grande, de un milagro que operó en él, y hoy está perfectame­nte bien, juega al polo, se recibió, trabaja, tiene una vida plena”, describe.

Y añade: “Fue tan evidente el milagro que no hubo manera de hacerse el distraído. Mi mujer se transformó en devota de la virgen de Salta, que nos da una paz enorme. Y esa dinámica de conversión, ella por el lado de la virgen y yo por el lado de Jesús, me llevó a empezar a organizar retiros espiritual­es los fines de semana, una experienci­a en la que participan políticos, empresario­s, sindicalis­tas y maestros”.w

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