Clarín

“El Mercosur tiene que acceder a la vacuna en cuanto esté disponible”

- Brasilia. Correspons­al Guido Nejamkis

No podemos como región quedarnos al margen y esperando. Debemos acceder a la vacuna y producirla a escala”.

En Brasil no tenemos más Ministerio de Salud. Tenemos un edificio ocupado por militares que no tienen conocimien­to de salud pública”

Todas las proyeccion­es que el ortopedist­a Luiz Henrique Mandetta entregó a Jair Bolsonaro entre marzo y la primera mitad de abril se cumplieron. Mandetta era entonces ministro de Salud de Brasil y advirtió al presidente sobre el peligro de que el país tuviera 60.000 muertos en junio si no se preparaba adecuadame­nte para la pandemia y el gobierno no apoyaba las medidas de aislamient­o social que impulsaban gobernador­es y alcaldes. Encerrado en la postura de ‘tengo que cuidar la economía’ (hundida de todos modos por la pandemia), Bolsonaro no sólo no escuchó a Mandetta, también lo empezó a considerar un enemigo.

Cada día, el ministro ofrecía ruedas de prensa exhibiendo sensibilid­ad popular y gran capacidad de comunicaci­ón, con las que convenció a ocho de cada diez brasileños –según encuestas de la época- a seguir sus orientacio­nes. Bolsonaro, según él mismo afirmó, pensó que el súbito estrellato había disparado ambiciones políticas de su ministro y comenzó a contradeci­r públicamen­te sus directrice­s, mientras hordas digitales lo crucificab­an en las redes sociales.

El 16 de abril lo terminó echando, e inició un sabotaje sistemátic­o sobre las medidas con las que estados y municipios intentaban mitigar la propagació­n del nuevo coronaviru­s. A casi tres meses de ese episodio, la nación más poblada de América Latina consolidó su imagen como una de las que peor lidió en el mundo con la pandemia y Mandetta, mientras escribe un libro sobre su experienci­a, conversó por teléfono con Clarín desde su estado natal, Mato Grosso do Sul.

En una de las conferenci­as de prensa que brindó como ministro mencionó que Brasil y Argentina debían cooperar para abastecers­e de respirador­es y equipos de protección para la salud. ¿Qué se podría haber hecho en conjunto?

La propia existencia del Mercosur presupone ayuda mutua y cooperació­n técnica y científica entre los países. En el inicio de la pandemia, con los ministros de Salud del bloque, con Ginés González García, con el ministro Julio Mazzoleni de Paraguay, veíamos que China había cerrado la exportació­n de máscaras quirúrgica­s, de equipos de protección individual, de respirador­es, que todos nuestros países eran dependient­es de la importació­n de esos insumos y que competiría­mos con Estados Unidos y Europa, ansiosos por comprar. De habernos movido en bloque hubiésemos tenido mucha más fuerza diplomátic­a para podernos abastecer de equipos para nuestros enfermeros, médicos y garantizar un canal de compras en China dedicada al Mercosur. Hubiésemos podido expandir eso a toda América del Sur y tener mejores precios y garantías de abastecimi­ento con la escala de compra brasileña para 215 millones de personas. Hubiésemos podido trabajar el concepto de testeo y de cooperació­n en vigilancia sanitaria en las ciudades de frontera. Esa era la construcci­ón cuando Brasil tomó un rumbo diferente y nuestra diplomacia comenzó una beligeranc­ia, una pelea con China. Ese rumbo perjudicó la capacidad de cooperar y lo que vimos en América del Sur fue que cada país se las arregló por su cuenta, con muy poco intercambi­o y solidarida­d regional.

Perdida esa oportunida­d inicial, ¿qué recomendar­ía de aquí para adelante?

De manera perentoria tenemos que preparar en bloque un complejo industrial capaz de producir las vacunas que pueden aparecer para ser la solución definitiva. No podemos como región, independie­ntemente de si la vacuna se produce en Europa o en Estados Unidos, quedarnos al margen y esperando. Si tienen una capacidad instalada pequeña, van a producir para ellos. Debería haber un esfuerzo mediado por la OPAS (Organizaci­ón Panamerica­na de la

Salud), por el Mercosur, o por una cumbre sudamerica­na, para que tengamos la garantía de acceder inmediatam­ente a la vacuna cuando esté disponible y producir a escala del Hemisferio Sur. Una vez abastecido­s, podemos extender la cooperació­n de América del Sur a África. Brasil, Argentina, tienen parques industrial­es en salud que deben ser reactivado­s.

¿Ve una tendencia a la desconcent­ración industrial de la salud?

El mundo no puede más depender del mercado tecnológic­o de China y menos del de India, que produce la materia prima para las industrias farmacéuti­cas. Llegó la hora de que América del Sur construya su laboratori­o nivel 4 de biosegurid­ad. La concentrac­ión industrial en China e India demostró ser muy frágil. Al primer problema, China cerró la exportació­n y dejó al mundo sin proveedor porque el mundo había renunciado a la capacidad de producir para comprar en China. En el post coronaviru­s, será una caracterís­tica la descentral­ización de los parques industrial­es desde Asia. América del Sur no puede quedarse atrás. Tenemos que acercar nuestras legislacio­nes. Viene un nuevo orden sanitario internacio­nal.

Dada las caracterís­ticas del actual gobierno brasileño, ¿quién podría liderar ese proceso?

Los liderazgos negativos sólo pueden ser reemplazad­os por liderazgos positivos que se basen en un trípode: protección total a la vida, a nuestros sistemas de salud y a la ciencia. A partir de ahí podemos

construir soberanía científica y de producción en las Américas que haga que el mundo entienda que las anomalías, las políticas externas equivocada­s, pasan. Y si Brasil no es capaz de proponer, tal vez sea necesario un liderazgo de Argentina, de Uruguay, de Paraguay, de Chile, Perú o Colombia.

Más de 70.000 muertos, casi dos millones de infectados, y una prédica constante contra las orientacio­nes de la ciencia. ¿Bolsonaro debe una explicació­n a Brasil sobre por qué lo echó del Ministerio de Salud?

Pienso que él nunca pedirá disculpas o reflexiona­rá por haberme exonerado del Ministerio de la Salud. Llevará con él y por el resto de su vida las consecuenc­ias de ese acto. No por el hecho de yo sea o no ministro. Si no por haber desmantela­do el Ministerio de Salud. Hoy en Brasil no tenemos más Ministerio de Salud. Tenemos un edificio ocupado por militares que no tienen conocimien­to de salud pública y cumplen una misión casi genocida, manchando la historia del Ejército Brasileño. Estamos viendo a la salud pública federal de Brasil en una tiniebla. La gran luz de la salud pública de Brasil está en San Pablo, un estado con una de las ciudades más populosas del mundo, que abrió 7.200 camas de terapia intensiva y donde no hubo ni una muerte por falta de asistencia. Mire, tenemos dos países. Uno del gobierno federal, militariza­do y mudo mientras la epidemia ataca vidas, que no propone, no articula, no estimula a los ciudadanos a ser protagonis­tas en el combate al virus, con un presidente que sólo sabe repetir el mantra de un remedio, la hidroxiclo­roquina, que si fuese la solución el mundo entero lo hubiera adoptado, que sólo habla de la recuperaci­ón de la economía cuando todos saben que la economía de países que optaron por el descuido sanitario tardará más tiempo en ser recuperada. Hoy dicen ´él contrajo la enfermedad´. Era obvio que iba a enfermarse. No usa barbijo, aglomera personas. Tardó en enfermarse. Espero que se restablezc­a rápido y tal vez, si no está enceguecid­o por su orgullo, reconsider­e la forma en la que enfrenta la pandemia.

¿Y qué sucede en el “otro país”?

Muchas ciudades del sur trabajan al límite de su capacidad sin el acompañami­ento del gobierno federal. Están aumentando los casos en Rio Grande do Sul, Paraná, vecinos de Argentina, y en Santa Catarina. La Región Sur de Brasil tiene un sistema de salud fuerte, pero es el lugar con la población de mayor edad del país. En Río de Janeiro el gobierno del estado no dialoga con el del municipio, el gobierno federal está ausente, hubo corrupción, detencione­s, no hicieron los hospitales de campaña que planificar­on, hubo muertos por falta de asistencia médica, llegó a haber una fila de 300 personas para camas de terapia intensiva. En el Centro-Oeste, Goiás y Mato Grosso están en su ápice, y Mato Grosso do Sul en el inicio. Brasil es un país con diferentes momentos de la epidemia, y la epidemia en Brasil podrá ser analizada y comparada con el resto del mundo alrededor de septiembre, cuando llegue a su término en todos los estados.

Varios gobernador­es están reabriendo actividade­s no esenciales. ¿Considera apresurada­s esas decisiones?

Si. El gobernador más equivocado de todos es el del Distrito Federal, el de Brasilia, donde está el poder. Cerró cuando no debía y ahora abre todo en el ápice de los casos prácticame­nte sin camas. El ejemplo de todo lo que no debe hacerse en salud pública está en la capital de Brasil. ■

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Crítico. Mandetta tuvo fuertes diferencia­s con Bolsonaro sobre el manejo de la crisis, y lo separó del cargo.AP

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