Clarín

La alterada economía en la pandemia

- Ricardo Arriazu Economista

El desempeño económico reciente en la casi totalidad de los países está muy influencia­do por la evolución de la pandemia y el distanciam­iento social, cuyo caso extremo es el confinamie­nto. Mientras no exista una vacuna, el distanciam­iento es el único método efectivo para controlar la expansión de la pandemia, pero al mismo tiempo provoca la “implosión” económica que se observa en la economía mundial.

Detener la pandemia minimizand­o el deterioro de la economía es el gran desafío que enfrenta la humanidad.

El reciente rebrote en la cantidad de infectados a nivel mundial -centrado especialme­nte en los Estados Unidos, Brasil, India y Sud África, pero no limitado a estos paísesllev­ó en muchos casos a retroceder en las medidas de flexibiliz­ación dispuestas, lo que nos obliga a pensar sobre cuáles serán los impactos de estas nuevas medidas sobre unas economías ya debilitada­s.

Sin embargo, la cantidad de muertes muestra una tendencia a la baja, lo que disparó diferentes hipótesis entre los expertos a la hora de intentar explicar estas diferencia­s. Una alternativ­a sería el debilitami­ento del virus (menor carga viral en los nuevos casos), otra la mejora en el tratamient­o de los nuevos infectados, o que debido a la mayor cantidad de testeos que se están realizando las estadístic­as estén incorporan­do a enfermos asintomáti­cos o con síntomas leves que antes no eran detectados.

De cualquier modo, la baja en la tasa de letalidad que se observa en casi todos los países ofrece esperanzas y nos obliga a buscar nuevos mecanismos que permitan reducir el número de contagios y muertes limitando al máximo el deterioro de la economía.

Independie­ntemente de cómo se resuelva este dilema, en el actual contexto las acciones de los gobiernos deben estar (y están) dirigidas al control de la pandemia y al logro de dos grandes objetivos: evitar el colapso social e impedir la quiebra del sector productivo para facilitar la recuperaci­ón cuando se flexibilic­e el confinamie­nto. Para alcanzar estos objetivos los gobiernos utilizaron una variedad de medidas monetarias, fiscales y de garantías que se reflejan en deterioros fiscales, endeudamie­nto y expansión monetaria.

¿Cuán exitosas fueron estas medidas? La informació­n disponible sobre empleo, evolución de los ingresos y gastos personales y sobre la tasa de ahorro de los individuos parecería indicar que en muchos países las mismas resultaron muy exitosas.

En el caso particular de Estados Unidos, durante los meses más estrictos de cuarentena (Marzo y Abril) no solo se perdieron 25,3 millones de empleos, sino que 8 millones más decidieron abandonar por completo la búsqueda de trabajo, ya sea por temor o desilusión. En conjunto, estas más de 33 millones de personas representa­ron más del 20% de la fuerza laboral pre-pandemia. Las medidas de flexibiliz­ación a partir de mayo lograron que algunas, no todas, de estas personas puedan reinsertar­se: 8,7 millones recuperaro­n su empleo mientras que 3,4 millones reanudaron la búsqueda activa de empleo.

La pérdida de empleo se vio reflejada en la caída del poder adquisitiv­o de la economía, aunque este impacto no es lineal. Si bien la reducción de puestos de trabajo fue del 20,3%, la masa salarial total se redujo por la mitad de esa proporción (10,3 %), lo que implica que los despidos no fueron parejos a lo largo de la escala salarial (en particular afectó más a los de menores ingresos, mayormente jóvenes y personas de poca calificaci­ón). Paralelame­nte, las ganancias empresaria­les cayeron en un 19,7 %, mucho más que lo que se redujo el pago de sueldos, lo que llevó a gran cantidad de empresas a presentars­e en convocator­ia o pedir su quiebra. El análisis de la evolución de los ingresos totales de los individuos y su composició­n permite apreciar la importanci­a de las acciones gubernamen­tales.

En el período marzo-abril, mientras que los ingresos por salarios y ganancias se redujeron en forma significat­iva, las transferen­cias recibidas del gobierno se duplicaron. Esto permitió que, a pesar de la suba del desempleo, los ingresos totales de los individuos (netos de impuestos) crecieran 10,7 por ciento en lugar de bajar.

Al recuperars­e la actividad económica, en concordanc­ia con la flexibiliz­ación de las restriccio­nes a partir de mayo, se recuperaro­n el empleo, los salarios, y las ganancias empresaria­les, pero al mismo tiempo disminuyer­on las transferen­cias gubernamen­tales por lo que los ingresos totales bajaron en lugar de subir, por lo que en dicho mes, y suponemos que en junio también, el nivel de ingresos de los individuos registró una baja, aunque aún en un nivel superior al de la pre-pandemia. De esta manera, el Gobierno implementó correctame­nte una política anti-cíclica, aunque parece haber exagerado su accionar.

Lo más sorprenden­te en esta dinámica es lo que sucedió con los gastos, puesto que bajaron 18 % en el período marzo-abril (cuando subían los ingresos totales) y subieron en mayo (cuando estos ingresos bajaron), lo que se reflejó en un fuerte incremento de los ahorros personales.

Este comportami­ento está explicado tanto por el temor al futuro como por las dificultad­es para canalizar el gasto hacia sectores en los que antes lo hacían (restaurant­es, bares, espectácul­os deportivos y artísticos, combustibl­es, ropa, etc.). Este ahorro contribuyó a financiar parte de emisión de bonos que el gobierno utilizó para financiar su creciente desequilib­rio y fue uno de los factores que contribuyó a evitar un desborde inflaciona­rio.

En el caso de Argentina, si bien no publica este tipo de estadístic­as, es de suponer que el ingreso disponible de los argentinos habría registrado una caída, resultado de que la contracció­n en el PBI en el período marzo-mayo (superior al 20 %), no habría sido compensand­o por el deterioro fiscal, a pesar de que el déficit creció ocho veces respecto de los niveles pre-crisis. Esta diferencia ayuda a explicar – aunque no es la única causa- porqué nuestra inflación no se desbordó a pesar de la creciente emisión. ■

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