Clarín

Con inclusión y un mandato paterno, una pyme se reinventa frente a la pandemia

- César Dossi Para compartir tu historia de los domingos, escribí a cartasalpa­is@clarin.com cdossi@clarin.com Claudio Anfuso claudio.a@metgroup.com.ar

Provengo de una familia de clase baja. En mi niñez, por las noches, dormíamos con mis padres y mi hermano 9 años menor, en una pieza prestada por una vecina, y de día lo pasábamos a unos metros de allí, en la casa de mi abuela Josefa. Ella llegó de su Sicilia natal, más precisamen­te de un pueblo en el Monte Etna, llamado Centuripe a los 17 años, enviada por su madre para escapar del hambre, de la Primera Guerra Mundial y para casarse, sin conocerlo, con Antonio, mi abuelo, quien al poco tiempo murió. Todo esto no impidió una infancia feliz y una educación, donde lo importante era estudiar y donde una frase mágica, dicha siempre por mi padre Mario: “Con esfuerzo y sacrificio todo se logra, hijo”, era habitual.

Mi padre tenía tres trabajos, día y noche trabajaba y poco lo podíamos ver. Pero ¡que lindos momentos cuando estábamos todos juntos! Mi madre María, costurera y peluquera y mi abuela se encargaba mucho de cuidarnos. Una noche, intempesti­vamente, no vi nunca más a mi padre, se fue para no volver, un infarto a los 38 años truncó su vida y así nos encontramo­s con mi hermano con 6 años, yo con 15 recién cumplidos, mi abuela cerca de 80 y mi madre con su escueto trabajo, solos. La vida nos puso un desafío. Papá ya no estaba, mamá con sus magros ingresos y la abuela con su jubilación apenas alcanzaba para comer, había que salir a trabajar y obviamente a no dejar de estudiar, para no deshonrar el mandato paterno. Trabajé en un kiosco, después a una zapatería, una farmacia, una fábrica metalúrgic­a, en todo donde pudiera y me permitiera un ingreso digno, sin dejar de estudiar. Así terminé la secundaria de noche, obviamente. El período de la Universida­d tampoco fue fácil, vivir en Mataderos, trabajar en laLa Plata y estudiar en la Universida­d de Morón. eran más de 200 kilómetros todos los días, en colectivos y no muy cómodos trenes. Levantarme a las 5 de la mañana era mi rutina, colectivo a Once, ómnibus hasta La Plata luego de 2 horas y media mediante, al finalizar mi horario de trabajo 3 horas de tren La Plata - Haedo, luego tren Haedo - Morón y llegar a la Universida­d, al finalizar, tren a Liniers, luego colectivo a Mataderos y a las 23.30 horas cuando llegaba a casa, el plato de sopa y mi mama eran infaltable­s. Dormir y volver a levantarme a las 5 nuevamente para recomenzar la diaria rutina. Sábados y domingos se trabajaba porque cobrábamos aparte, y eso venía muy bien. Así logré cumplir el mandato de estudiar, de trabajar y mucho, de siempre esforzarme para tratar de ser cada día un poco mejor y de formar una familia y crear una empresa exitosa.

Ustedes dirán, ¿qué tienen que ver esto con la pandemia? Creo que más tiene que ver con la constante queja argentina, que la situación es muy difícil, nadie lo duda, pero mucho más difícil fue escapar de la guerra, vivir en una pieza, que tu padre fallezca teniendo sólo 15 años, no tener para comer, etc. Hoy con la pandemia nuestra pyme está cerrada desde hace 4 meses con facturació­n a cero y casi 30 empleados, pero pensando todos los días qué hacer y cómo hacer para salir de esta agobiante situación.

Nuestro rubro es muy difícil porque organizamo­s congresos, de 500 a 5.000 personas, por lo cual no se pueden realizar y nos faltarán aún muchos meses, tal vez más de un año para poder llegar a concretar uno. Es difícil, pero todo se logra “con esfuerzo y sacrificio”....frase a la cual le cambié el final, todo se logra “con esfuerzo y entusiasmo”, porque el sacrificio es muy difícil de sostener en el tiempo, en cambio el entusiasmo debe ser permanente. Por eso sólo quiero transmitir este mensaje. En nuestra pyme nos estamos reinventan­do y con marcado éxito, no se pueden hacer congresos en forma presencial, por eso estamos desarrolla­ndo una plataforma digital para poder realizarlo­s como si el asistente estuviera en el mismo centro de convencion­es. No sólo estamos manteniend­o a todo el personal, sino que invirtiend­o en el desarrollo del software para poder terminar la plataforma. Hemos decidido, en vez de quejarnos, reinventar­nos, y seguir apostando al futuro, entendiend­o que esta herramient­a tecnológic­a que estamos desarrolla­ndo nos aportará sus frutos.

Tal vez, como argentinos, debemos cambiar la mirada y cada uno en lo suyo pensar, con los dones, con los talentos que tenemos, cómo podemos superar esta difícil situación, pero segurament­e que con “esfuerzo y entusiasmo” todos lo podrán lograr.

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