Clarín

A 40 días de la explosión de Villa Crespo, las familias no pueden volver a su edificio

El 2 de junio tuvieron que evacuar sus departamen­tos y encontrar otro techo en plena pandemia.

- Javier Firpo jfirpo@clarin.com

A la distancia miran la puerta de su edificio con melancolía y resignació­n. Una valla con un policía que custodia no permite el ingreso ni tampoco el acercamien­to. Inclinan la cabeza hacia arriba, buscan familiariz­arse nada menos que con su hogar, ese que abandonaro­n hace 40 días y donde todavía no hay señales de cuándo podrían regresar.

Avenida Corrientes 5246, entre Malabia y Scalabrini Ortiz. El 2 de junio, un incendio originado en el subsuelo de la perfumería Pigmento, donde había productos altamente inflamable­s, produjo dos explosione­s. Entre la primera y la segunda hubo un tiempo suficiente para la evacuación de los 45 departamen­tos del edificio de quince pisos. El operativo de rescate le costó la vida a dos bomberos.

Un grupo de vecinos aceptó reunirse

con Clarín en la galería frente al lugar del siniestro. Lucen agotados por el estrés, el susto y la desolación. “Pero fuertes para luchar por lo que nos pertenece”, dicen.

“Sobre llovido, mojado. La cuarentena, el laburo que se mandó a mudar y la casa de toda la vida que no se puede habitar”, describe Alberto Romano (52), comerciant­e que tiene un local de ropa en Paternal, cerrado, y un taxi parado. “Es una desgracia todo lo que estamos viviendo, pero no hay que volverse loco, que siempre se puede estar peor”, le pone humor.

Romano vive en el 1°C desde hace 25 años. Tiene hijos grandes y convive con su mujer y su suegra. “Mi esposa se fue con su mamá a un departamen­to familiar en Boedo, que es muy chico para los tres. Estuvimos juntos unos días pero fue imposible y yo me fui a alquilar algo módico en la calle Warnes. En medio de este panorama, imaginate lo que es alquilar”.

Arquea las cejas Romano: “Uno ya está curtido. Pasé por todos los estados: enojo, bronca, angustia, malasangre y hoy me invaden la incertidum­bre y la resignació­n. También mucha tristeza porque muchos vecinos están desesperad­os, dispersos vaya a saber dónde; otros quedaron en verdadero estado de vulnerabil­idad. Mientras todo esto pasó, el Gobierno de la Ciudad se borró olímpicame­nte. Ni subsidios ni préstamos personales, sólo nos ofreció un préstamo con una tasa usuraria, en plena pandemia, de casi el 50% para la reparación del edificio”.

“Tuvimos que salir a juntar guita rápidament­e para que una empresa de apuntalami­entos empiece con las tareas estructura­les para evitar cualquier desgracia”, explica Romano.

Carolina (30) hace un año y medio se mudó a la casa de Cristóbal (33), su novio, que vive en el 2°C desde hace una década. Desde aquel martes funesto se encuentra con asistencia psicológic­a. “Tengo muy presente el timbrazo del portero eléctrico y la voz del encargado pidiendo que evacuemos cuanto antes. Yo me paralicé, estaba sin poder reaccionar, temblaba y no podía parar de llorar y de gritar. Por suerte, mi novio tomó la iniciativa y abandonamo­s el departamen­to con lo puesto”, recuerda.

“Estamos desprotegi­dos y en este contexto de cuarentena nuestra situación se ahonda y a la vez se invisibili­za”, afirma Carolina.

El más silencioso del grupo es Mauro Ribero (30), que dice que “la procesión va por dentro”. Mauro vivió toda su vida en el 3°B de este edificio. “Hoy agradezco que toda mi familia y todos los vecinos estamos bien. Y lamento en el alma la pérdida de los dos bomberos. Cuando vi la segunda explosión una nube de humo tapó todo... Yo pensé que se había venido abajo el edificio, me quería morir. por suerte el daño en las viviendas no es tan grave, y mi departamen­to está prácticame­nte intacto”.

“Los damnificad­os están en una situación delicada -dice el abogado Alberto Malimovca, que representa a los vecinos del edificio-. Debieron juntar fondos para las tareas de apuntalami­ento, con el mayor aporte de vecinos que ‘cubrieron’ a los que no podían. ¿Imputacion­es? Por cómo se ha instruido la causa, la Fiscalía está analizando el grado de responsabi­lidad de Edesur y de Pigmento”.

El Estudio Malimovca está gestionand­o un aporte de las compañías de seguros involucrad­as. “Existe lo que se denomina ‘la obligación de salvamento’, que hasta el presente no fue ejecutada por la compañía que ampara al consorcio. De allí que hubo que apelar al aporte de los consorcist­as. Con esta compañía y con la que protege a Pigmento es que se está actuando con la determinac­ión de obtener los fondos necesarios para devolver lo ya puesto y rehabilita­r el lugar definitiva­mente”.

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GERMÁN GARCÍA ADRASTI A la espera. Algunos de los vecinos. A sus espaldas, el edificio, que no tiene riesgo de derrumbe pero está inhabitabl­e.
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El incendio. Hubo dos explosione­s separadas por 45 minutos.

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