Clarín

A distancia Las madres de la pandemia

Son primerizas y hoy celebran su día con el rigor del protocolo.

- Emilia Vexler evexler@clarin.com

Desde hace siete meses que en Argentina la palabra “positivo” tiene una connotació­n negativa. Pero hay un (+) que a muchas mujeres les significó más de una cosa, miles de cosas, en medio de la cuarentena.

En el Día de la Madre, cuatro historias donde habrá llanto y felicidad, pero, siempre, miedo. Y con un punto que conecta a todas estas mujeres entre sí: se convirtier­on en madres -desde lo biológico y porque así se autopercib­encon un virus potencialm­ente mortal dando vueltas por este nuevo mundo.

Son mamás desde hace meses. O días. No son “primogesta­s”, como dicen los libros de Medicina. Son primerizas en pandemia.

¿Cómo es ser madre primeriza en pandemia? Para Lucía García, que vive en Parque Leloir, Ituzaingó, y trabaja en el área de marketing de una de las bodegas más importante­s del país, el “ser madre ahora” implicó haber tenido la cesárea el lunes pasado, recibir el alta a las 48 horas y tener que aislarse completame­nte de su beba cuatro días después. Sin escalas: hisopado por Covid-19.

“Tuve unos dolores tremendos en el abdomen y volví a la clínica. Levanté fiebre y los médicos pensaron: ‘Esta chica tiene coronaviru­s’. Por protocolo, lo entiendo, me pasaron al área de coronaviru­s, donde quedé internada sin que pudiese estar mi mamá (NdR, su novio en casa con la beba) y, como podía tener el virus, con poco personal de salud cerca. Sola. Fueron tres días muy angustiant­es, que podrían haberme evitado, viendo a Justina por fotos y videollama­da. Sacándome leche. Así es ser primeriza en pandemia”, cuenta a Clarín.

Lucía, que tiene 36 años, sigue internada. El hisopado dio negativo, pero por otra fuerte infección, de la que aún no tiene diagnóstic­o, tuvieron que extirparle el apéndice y una trompa de falopio. Agradece a su obstetra, Lorena Claus, que le hizo “un moño en el útero” y pudo salvarlo. Quiere volver a ser madre “cuando pase la pandemia”. La beba, del otro lado de la pantalla, ya abrió los ojos.

Josefina Saiz Finzi es psicoanali­sta de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina (APA), clínica en mamá-bebé -como se llama la especializ­acióny docente en observació­n de lactantes. Lo que hay que saber, dice, es que la maternidad desde marzo cambió.

Las madres están más tiempo con sus bebés por las licencias extendidas “obligatori­as”, por las restriccio­nes y el homeoffice.

“En los primeros meses del primer año de la vida se gesta la base del vínculo mamá-bebé. La vida emocional del bebé va creciendo en brazos de quien lo recibe. El vínculo de la mamá y el bebé es de los dos. No existe solo el bebé o sola la mamá. La continuida­d del vínculo requiere presencia, disponibil­idad, empatía. Es entre los dos que crece el bebé y la mamá como mamá”, remarca.

Pero la realidad se interpone al cuento de hadas. Aparecen preocupaci­ones, miedos: “Las mamás también se protegen de esos miedos del contagio con gran sensibilid­ad y entrega a sus bebés. Disfrutan de ese acercamien­to: la licencia en algún momento termina, lo ganado es mucho”. Pero, dice Saiz Finzi, habrá que aprender a separarse (algo que antes sucedía rápido porque había que volver a trabajar). “El apego seguro es para toda la vida”, reconforta.

Lía Canesa cuenta que “los últimos cuatro meses me los pasé encerrada, lejos de mis afectos, que veían crecer a mi hija por fotos o videollama­da. Hace 10 años que está en pareja con Lucas. Tiene 30 años, es de Burzaco, y trabaja en comercio exterior. Mientras habla se escucha reír a Emilia, que nació el 19 de junio.

“Volví del trabajo y me hice el test. Lloramos, nos abrazamos, reímos y

creí que se veía un 2020 con todo. Pero llegó la pandemia y sólo pudimos entrar juntos a la primera ecografía. Después por protocolo no podía. Pero desde ahora siempre los tres, con mucho amor”, dice.

Para ella, ser madre primeriza en pandemia es poder compartir mucho mejor la crianza con Lucas. “El trabaja 15 días sí y 15 no. Los días que está acá se súper disfrutan. Es tiempo compartido que antes ellos no hubiesen tenido”. Ella también cree que su hija necesita pasar tiempo con sus abuelos. “Con mucho cuidado, en encuentros seguros, cada 15 días -dicetienen su encuentro con Emi”.

Maritchu Seitún es psicóloga especializ­ada en crianza. Es best seller en estos temas, pero tampoco tiene una varita mágica. Sí tres consejos: “No es sencillo convertirs­e en madre durante la cuarentena. Aparecen miedos de todo tipo y están muy solas para afrontar sus dudas e inquietude­s. Por eso: 1) Tengan piedad con ustedes mismas, nadie nace sabiendo. 2) Pidan ayuda, física o por pantalla: compartir lo que nos pasa siempre hace bien. 3) Duerman a la par del bebé, para tener resto -ganas, ánimo, energía, humor- hay que cuidarse. Ya va a haber tiempo para otras cosas”.

Después de dos años de búsqueda y tras haber perdido un embarazo de ocho semanas, Ana Laura Soria y Nicolás, comenzaron el tratamient­o en la clínica Halitus, con el acompañami­ento del experto en fertilidad Sergio Pasqualini. Era 20 de diciembre. De lejos se hablaba de un virus en China. Lucina nació el 21 de agosto, con el virus ya instaladís­imo. Su cuidado fue absolutame­nte exclusivo de estos padres primerizos. La teta, los llantos, los cólicos, la falta de sueño.

“La ayuda con la que se suele contar después de un nacimiento, fue nula. La pandemia me obligó a ocuparme de mi hija con mi marido y nadie más. Fue una prueba de fuego”, marca. Entendió que iba a ser importante armar una rutina.

“Poco a poco empezamos a salir a caminar una horita a la mañana, para oxigenar un poco” porque estuvo siete meses del embarazo “encerrada” y necesitaba “aire fresco”.

Malena Rizatto tiene 25 años y es de Castelar. Su embarazo fue buscado, pero llegó “de sorpresa” en agosto. Tuvo a Renato el 16 de marzo. Cuatro días antes de que se decretara el ASPO. Hay una “vida” de diferencia entre haber parido antes o durante el estado de cuarentena. Pero la crianza -al igual que en el caso de Lucía y en el de Lía- fue “bajo protocolo”. El bebé nació de 35,2 semanas. Le esperaban varios días en neonatolog­ía. Y meses más de cuarentena.

“Tuvimos la suerte de que nuestros papás pudieran estar el día del nacimiento. Pero los días posteriore­s fueron muy duros, necesitába­mos mucho esos abrazos. Renato estaba internado con respirador, los días pasaban y la angustia era cada vez más grande. Nos afianzamos mucho con los papás que compartían con nosotros en la neo. Íbamos todos los días de 10 a 19”, recuerda.

Al principio de la cuarentena -con muy pocos casos positivos- todo era más complicado que ahora. Al menos, es lo que ella cree. “No podíamos ingresar al sanatorio juntos, tenía que subir yo a ver al bebé, llevarle la leche y después podía subir Franco (su novio). Era muy triste, estábamos muy solos, todo el panorama era feo”.

Marisa Russomando, psicóloga especialis­ta en apego, remarca esta ventaja para las primerizas de este 2020. “Poder ‘estrenar’ el rol de madres en la intimidad, viviendo los primeros meses a un ritmo propio. La madres, con sus códigos, sin agentes externos”. Pero con un enemigo invisible dando vueltas por este nuevo mundo.w

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Lucía, con Justina en el celu. Es mamá reciente pero tiene que tomar sus recaudos.
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JUANO TESONE Lía y Emilia. “Mis afectos la ven crecer por fotos o videollama­das”.
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F. DE LA ORDEN Ana Laura y Lucina. La nena nació gracias a un tratamient­o de fertilidad.
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“Pude poner en práctica mi instinto”, dice ella.
Malena, con Franco y Renato, su bebé. “Pude poner en práctica mi instinto”, dice ella.
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Lucía y Justina. La mamá quedó aislada por protocolo y veía a la beba por celular.

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