Clarín

La confianza es la base de la economía

- Ricardo H. Arriazu Economista

Los diccionari­os de la lengua española destacan entre los significad­os de la palabra confianza a “la esperanza de que una persona o cosa funcione o se comporte según está previsto”. Todos los seres humanos aspiramos a gozar la vida en libertad y para hacerlo interactua­mos con otros seres humanos. Esta interacció­n potencia los beneficios y genera algunos conflictos. Las institucio­nes son los mecanismos que se idearon a través del tiempo para minimizar estos conflictos, pero para que sean efectivos deben funcionar según lo previsto; cuando esto no ocurre lo que se potencian son los conflictos.

La experienci­a muestra que cuando las institucio­nes no funcionan como está previsto se debilita la confianza, lo que genera serios daños al tejido social.

Argentina experiment­a desde hace décadas un grave problema de confianza, con pequeñas fluctuacio­nes en función de las expectativ­as políticas, y este deterioro ya afectó a la economía y a la sociedad en su conjunto.

En materia económica la confianza es fundamenta­l. Con confianza gastamos, invertimos, tomamos riesgos y generamos crecimient­o económico y mejoras de bienestar; cuando desconfiam­os dejamos de gastar, tratamos de proteger lo que tenemos y en el proceso generamos una “implosión” económica.

Nuestra historia llena de experienci­as de procesos de fortalecim­iento y destrucció­n de la confianza llevó a Mariano Grondona a identifica­r tres etapas en los procesos de fortalecim­iento o destrucció­n de la confianza:

En el corto plazo, se movilizan los activos financiero­s; los primeros flujos de capitales, tanto de ingreso como de salida, siempre correspond­en a las inversione­s denominada­s especulati­vas.

En el mediano plazo, de continuar el proceso de consolidac­ión de la confianza, surgen las decisiones de inversión. Si el ciclo es de desconfian­za se desinviert­e y se ve el cierre de empresas. En el largo plazo, se toman decisiones que afectan el lugar de residencia; con confianza llegan los inmigrante­s y la desconfian­za incentiva la emigración

La dolarizaci­ón de la economía argentina - casi el 80% de nuestras tenencias financiera­s están en el exterior- y la decadencia relativa que experiment­ó el país los últimos 100 años de tener en 1913 un PBI por habitante 2,5 veces superior al promedio mundial pasamos a igualar el promedio en la actualidad- son producto de la crisis de confianza.

Estas tendencias están asociadas con la pérdida de valor de nuestra moneda, lo que llevó al uso del dólar como como unidad de cuenta en lugar de la moneda nacional (un metro que se achica permanente­mente y de forma imprevista no sirve como unidad de medida), y la baja tasa de retorno de las inversione­s reales ajustadas por riesgo en comparació­n con las que se consiguen en otros países.

El impuesto a la renta financiera aprobado en abril de 2018 es un buen ejemplo de los efectos negativos que producen los cambios inesperado­s en las reglas del juego sobre los activos financiero­s.

Los mercados de capitales internacio­nales - bastante integrados­distribuye­n las inversione­s entre países en función de la tasa esperada de retorno ajustada por riesgo. A partir del nuevo gravamen nuestro mercado quedó fuera de equilibrio al bajar la tasa de retorno y subir el riego; lo que se reflejó en significat­ivas salidas de capitales.

Las estadístic­as del mercado único y libre de cambio muestran un deterioro entre marzo y abril de 2018 de más de mil millones de dólares en las inversione­s de portafolio de no residentes y la monetizaci­ón de la economía cayó entre abril y fines de 2018 del 22.3% al 15,8% del PBI.

Estas tendencias presionaro­n al tipo de cambio impulsando un incremento en la valuación del dólar del 34,4% en los dos meses posteriore­s a la medida, cuando en los primeros 4 meses del año el incremento no había alcanzado el 8%.

Al mismo tiempo, el cambio en los niveles de confianza también afectó el precio de los bonos emitidos por nuestro país, y su contrapart­e, el llamado riesgo país. Este último comenzó a subir luego de la imposición del impuesto a los activos financiero­s, se duplicó luego del resultado de las elecciones PASO, y volvió a duplicarse luego el cambio de gobierno y del inicio de la pandemia.

Por su parte, para entender el impacto de la crisis de confianza en los activos reales basta analizar la evolución de la tasa de inversión,

teniendo presente que sin inversión productiva no puede haber crecimient­o, y sin crecimient­o no puede crecer el consumo sin desequilib­rio externo. La inversión que se ubicaba en el 35% del PBI en la primera década del Siglo XX, se redujo gradualmen­te promediand­o apenas el 16.8% desde 1980 en adelante, para bajar a un mínimo de 13,7% en el primer semestre de este año, estando estos último datos exacerbado­s por la pandemia y la excesiva capacidad ociosa.

El impacto en Vaca Muerta del congelamie­nto de tarifas y el incremento del riesgo país en agosto del año pasado son también buenos ejemplos de cómo los cambios en las reglas del juego afectan la inversión. La cantidad de fracturas que promedio las 247 por mes durante el 2017, 402 en 2018, y venía a un ritmo de 575 en los primeros ocho meses de 2019, comenzó a bajar a partir de septiembre promediand­o 288 fracturas por mes en los últimos trece meses (con cero en abril). Los menores ingresos por el congelamie­nto de precios y el mayor riesgo país, disminuyer­on sensibleme­nte el atractivo de esta inversión. Los recursos siguen estando allí, pero no las condicione­s para explotarlo­s.

Finalmente, los movimiento­s migratorio­s los que están relacionad­os con las aspiracion­es básicas de todo ser humano- se dan hacia países que ofrecen mejores oportunida­des de progreso y libertad, abandonand­o los países con peores perspectiv­as y donde la libertad está en riesgo. Los movimiento­s migratorio­s mundiales, y la propia experienci­a argentina confirman la importanci­a de estos valores. Hasta tanto no se revierta el proceso de deterioro de la confianza que enfrenta el país, no será posible revertir el crecimient­o de la pobreza y la conflictiv­idad social.w

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