“El deseo de vincularnos sigue estando vivo, y no hay restricción para satisfacerlo”
Algunas definiciones de esta pandemia 2020 merecen observarse con detenimiento antes de incorporarlas “a ciegas”. La que más despierta mi atención es la de “distanciamiento social”. Nos hemos auto-convencido de que nuestra supervivencia dependerá de cuán disciplinadamente nos mantengamos a “más de 2 metros” del otro. Aunque no aparente ser una súper-vivencia, creo que sí puede llegar a serlo. El acto de sociabilizar se vio fuertemente reducido durante esta “crisis”. Nuestras vidas se tiñeron de sensaciones de frustración y desasosiego. Con el tiempo nos adentramos en un mar de incertidumbres dejando en “tierra firme” eso que habíamos adoptado como “normalidad”. Ante la aventura y lo desconocido nace el miedo, y junto con él la polarización que nos integra: “huir” o “enfrentar”. Y antes de decidir qué acción tomar, debemos recordarnos que fuimos nosotros quienes decidimos embarcarnos en esta transformación.
Comienza entonces un comportamiento dual, cada uno con su propia visión de vida y sistema de creencias. Algunos concentran sus esfuerzos y pensamientos en cómo “recuperar” los hábitos perdidos; otros, agudizan su percepción para aprehender de lo que creo es un gran llamado a recuperar-nos tras identificar que, en esos mismos hábitos, nos hemos “perdido”. Y surge la posibilidad de identificar y aprovechar lo que se oculta en la supuesta restricción del “distanciamiento social”. Fácilmente podemos dejarnos llevar por la emocionalidad negativa de vivenciar esta experiencia como una pérdida sumada a un avasallamiento de nuestra libertad. Pero desde mucho tiempo antes de la crisis, gran parte de las experiencias que nos creíamos libres de elegir, probablemente también estaban regidas por un “otro”, que direc-cionaba nuestra, supuestamente “propia” voluntad. Ahora, gracias a lo dramático del cambio, nos “damos cuenta” y resulta evidente que la adaptación compite contra el deseo. Nuestro deseo de vincularnos sigue estando vivo, y, creo, no sólo no hay restricción alguna para satisfacerlo, sino que estamos ante una gran oportunidad para vivirlo con plenitud. Para ello debemos vaciarnos de ciertas creencias y resignificar el acto de sociabilizar. Construir una relación puede parecer algo ligado al “encuentro”, a la aproximación física. Sin embargo, creo que no lo es “todo” a la hora de construir ese puente que nos une. Creo que la unión profunda o como quisiéramos nombrarla, ocurre en un plano sutil en donde se integra al otro en uno sin necesariamente tenerlo a la vista. Esta nueva forma de acercarnos es uno de los aprendizajes más importantes que nos regaló el auto-impuesto “distanciamiento social”. Es fácil imaginar un futuro con personas más espaciadas físicamente. Entiendo el dolor que esto pueda generar. Pero, ¿podemos amar a alguien al que nunca vimos, oímos o interactuamos sensorialmente de algún modo? Es importante entender el rol que nos toca ocupar en este proceso evolutivo hacia una mejor convivencia. Hoy, nos integran dos partes: una sigue reclamando el placer físico y otra, comienza a despertar, nos invita a experimentar el goce oculto en los encuentros sutiles. Es clave integrar ambas; podemos notar la tendencia actual a sobre-identificarnos con la primera y como esto nos produce menor o mayor grado de frustración.
Durante esta transformación, me vi afectado por la ansiedad: prácticamente todo estaba cambiando y sin aviso. Nuestros sistemas de creencias y paradigmas de algún modo colapsaron cuando más sólidos los creíamos. En algún momento interpreté que uno de estos cambios de paradigmas tenía que ver con la forma de relacionarnos. Y mientras más reflexionaba más cedía la ansiedad y daba lugar a una sensación de unión y goce difícil de explicar. Es que quienes ya conocía de “cerca” se acercaron de una forma más profunda y nacieron relaciones con personas maravillosas a las que aún no “vi de cerca”. Celebro este mágico “acercamiento social” que hoy nos ofrece la vida y nos invita a sentir, más desde el sentimiento que desde los sentidos, la presencia del otro en uno.