Clarín

Emoción en su día de las madres que desafían al fuego en Córdoba

Incendios sin freno. Integran los cuarteles de Carlos Paz y Bialet Massé, y luchan en la primera línea contra los focos en el valle de Punilla. Los hijos, orgullosos.

- Fernando Agüero sociedad@clarin.com

A Marta Santillán Vera (28) un llamado de alerta de la Central de Bomberos de Carlos Paz le hace dejar todo para salir rápidament­e hacia el cuartel desde su casa o el negocio familiar. Marta tiene un hijo, Gael, de tres años, que está orgulloso de su mamá “bombera” y aparece en las fotos de los actos oficiales con su pequeño casco en los brazos de su heroína.

La actual temporada de incendios forestales en Córdoba es ya la peor de la historia provincial. Se calcula que desde mayo a estos días se quemaron más de 300 mil hectáreas. Y ayer, en el Día de la Madre, el fuego seguía sin dar tregua en el norte de Punilla, un valle en el que el paisaje es una síntesis entre el monte autóctono, los arroyos, los ríos y los lagos entre las sierras.

Marta supo que tenía que hacer algo con su vocación de servicio: había un llamado que no cesaba de latir en su interior. Y un día se inscribió en los cursos de ingreso del Cuartel de Bomberos de Villa Carlos Paz. Esperó un tiempo largo hasta que la llamaron. Cuando eso pasó ya había nacido Gael. Y en este año de desastres monstruoso­s, estuvo en varios de los incendios de las sierras, cubriendo a compañeros, esperando que todos llegaran sanos y salvos, y peleando contra el fuego en la primera línea.

“Cuando me llaman casi siempre estoy en casa o en el trabajo. Y yo dejo todo y salgo hacia el cuartel”, dice la mujer. Asegura además que, aunque para ella es fuerte ese último beso que le da a su hijo antes de salir, es la familia la que sufre más. “En estos últimos incendios pude constatar que es la familia la que sufre más mientras me espera que llegue y que esté bien”, dice.

Florencia es bombera en el Cuartel de Bialet Massé y no quiere aparecer con su nombre completo ni en fotografía­s. Es parte, quizás, de su modo de entender el servicio desde una posición de

sencillez y anonimato. Tiene un hijo pequeño, es divorciada y cuenta con la ayuda permanente de su madre para poder llevar adelante su trabajo como bombera. “Desde muy chica tuve una inquietud de ayudar a los demás.

Nunca pude quedarme quieta si me enteraba o veía que alguien necesitaba algo”, cuenta.

La mujer entiende que para servir hay que capacitars­e y por eso ingresó al Cuerpo de Bomberos Voluntario­s y se instruyó en todo lo necesario para llevar a cabo un trabajo en el que el riesgo es algo permanente. Participó en casi todos los incendios forestales que en los últimos meses acabaron con miles de hectáreas de monte y se llevaron la vida de dos vecinos. “Tengo un hijo varón y no es fácil salir cada vez que lo tengo que hacer”, asegura. Y agrega: “Por eso, este domingo (por ayer) tengo festejo doble, el de ser madre y el de tener una madre que es un pilar principal en la crianza de mi niño”.

Yazmín Reyna (24) también es bombera en Bialet Massé, uno de los cuarteles serranos que trabajó en los distintos focos que se dieron este año en la región. La idea de las mamás bomberas es pelear en cada frente como si defendiera­n a su propia familia, a su casa. Y en el caso de Yazmín se agiganta por ser un legado familiar. Su papá y sus dos hermanos mayores son bomberos.

“Entré al cuartel en 2009, cuando tenía 13 años y me convertí en aspirante en 2012”, relata. Hace un año y cuatro meses fue mamá de Joaquín y su vida cambió, pero no en torno a su vocación. “Ahora, cada vez que voy a un siniestro o un incendio me preocupo por los más débiles que son los niños”, cuenta y afirma: “Parece que eso me da un plus de fuerzas”.

En cada “salida” hacia el peligro, a Joaquín lo cuida la abuela o las amigas de Yasmín. “Cuando escuchan la sirena, mis amigas me llaman para ofrecerse y cuidar a mi hijo”.

“Entre los bomberos, saber que hay gente en peligro o que se quema nuestra montaña es algo que nos mueve a querer colaborar y dejar todo para salvar vidas, bienes y a nuestra naturaleza”, dice. ■

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Yazmín, mamá de Joaquín. Cada vez que sale a una misión, el bebé queda a cargo de la abuela o de amigas.
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Marta, mamá de Gael. “La familia sufre mientras me espera”, cuenta.

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